domingo, octubre 19, 2008

ATRÁPAME ESA NIEBLA




93 días, 104 países, 3 organizaciones mundiales y 17 comunidades autónomas españolas resumen las cifras de lo que ha sido la recientemente clausurada Expo de Zaragoza. En ella, la Tribuna del Agua se ha constituido en el principal foco de difusión de todo lo que se ha venido tratando en relación con el asunto hídrico. La denominada Carta del Agua, cuya difusión tiene el carácter preferente para explicar el cuando, cómo y porqué de las cosas del Agua examinadas en la capital aragonesa, es un documento de gran interés pues -sin duda- en ella se encuentran (no con un carácter muy ordenado precisamente) lo que sus autores entienden como paradigmas del agua, de acuerdo con el criterio -verdaderamente aceptado por ciudadanos, poderes públicos y usuarios- que conduce a una visión del agua no en exclusiva antropocéntrica. Lo cual no supone novedad notable alguna por cuanto que, ya antes de la celebración de este acontecimiento, las cosas son por así decirlo examinadas por todos con intención holística. No obstante lo cual, la Carta resulta más decepcionante que imprecisa, lo que es ya mucho decir. En la introducción se nos anuncia una serie de Conclusiones que luego en definitiva no son tales sino que se formalizan 17 Consideraciones y 33 Recomendaciones que hacen un total de 50 pretendidas conclusiones mediante un llamamiento de carácter universal y otro más reducido que tiene por receptores a los poderes públicos, los usuarios y los ciudadanos en general. Habida cuenta de que hay quienes pensamos (y practicamos) que la Hidráulica es una excelente aliada para asistir al Medio Ambiente en su preservación, mantenimiento y, desde luego, su explotación resulta verdaderamente increíble que entre esas 50 conclusiones no figure la expresión infraestructuras hidráulicas más que en uno de los puntos y no referido exactamente a la totalidad de los territorios sino haciendo referencia expresa a los “países en desarrollo”, lo que parece indicar que en países desarrollados como el nuestro las obras hidráulicas no pertenecen a ese colectivo paradigmático de las cosas observadas en el acontecer hidrológico. Bien es verdad que una Declaración de este tipo debe disponer de amplitud suficiente para propiciar el encaje de consideraciones que no tienen por qué ser muy uniformes por parte de esa opinión global, distinta y de carácter holístico; sin embargo resulta muy curiosa alguna precisión -en exceso detallista- de intención vigorosa muy acorde con la política hidrológica que en España se viene propiciando. En efecto, junto a manifestaciones globales tales como “el acceso al agua es un potente vector de desarrollo” ó “el agua de los ecosistemas de la tierra deben ser preservados y protegidos” aparece una precisión tan detallada como ésta: “..que se impulsen y apliquen las tecnologías que permiten el ahorro la desalinización y aprovechamiento de aguas del mar, la captación de nieblas y de lluvias, la depuración, regeneración y reutilización del agua con elevada eficiencia en consumo energético de bajo impacto ambiental, potenciando las energías sostenibles”. Es preciso mantener una gran estabilidad intelectual para aceptar que en un documento de este calibre los autores hayan estimado muy interesante incluir entre sus apuntes este paradigmático asunto de apoderarse de nieblas y lluvias para resolver los déficits hídricos. La captación de nieblas será de gran interés para el ciudadano pero, seguro, lo sería más el haber permitido incluir no ya el concepto sino la sola palabra “trasvase”. Quiero recordar una situación de máxima estupidez que se produjo una vez que el proyecto del Pabellón de Murcia fue examinado por los responsables técnicos de la Expo. Todo bien, aunque se incluyó un comentario en donde se advertía que la palabra trasvase aparecía dos veces en la memoria del proyecto. Lo curioso es que esta palabra se refería al campo de las ideas, de los pensamientos, no al río Ebro. Resultará, al fin y al cabo, que los trasvases figurarán en lo sucesivo como parte del imaginario despreciable en la gestión de los recursos hidráulicos, tal como sucedió en su día con las presas y embalses cuya identificación con el franquismo aún las mantiene en el campo de la inmoralidad hidráulica, cuando muy por el contrario gracias a ellas (casi 1.300) en España bebemos y regamos y, además, Franco no era ingeniero de caminos, precisamente.

En fin, la Carta de Zaragoza supone una gran decepción por cuanto canta verdades obvias y universales mientras olvida lo que realmente ordena el territorio habitado por los hombres: las presas y los canales. Bien, de acuerdo con esto observaremos a los puertos de Pajares y del Escudo en actitud amable, no sea que la solución de escasez hídrica del Sur esté en atrapar, sin miramientos, sus siniestras nieblas. Y seguiremos afrontando nuestra crisis con la mirada atónita hacia el presidente Zapatero quien en su discurso de clausura manifestó suscribir en su totalidad los contenidos de la Carta, incluida la Recomendación A6 que dicta: “Que las unidades básicas de gestión de los recursos hídricos sean la cuenca hidrográfica y el acuífero, incluso en los casos de carácter supranacional A lo mejor el Guadalquivir está en Júpiter pues mientras tanto Chaves y la ministra de Medio Rural, sometían la gestión de tal río a la competencia exclusiva de Andalucía, bajo el manto misericordioso de Santa María de las Cuevas, patrona de las transferencias impropias.

Juan Guillamón. La verdad, oct. 2008.

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