lunes, mayo 24, 2010

¿Por qué no se callan?


Incluyo, por su interés sociológico (y aceptación general), el artículo de Luís G. Álvarez - publicado en La Nueva España, siguiente:

 Los «expertos» que comentan fútbol son auténticas torturas para el televidente

 12:10
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¿Por qué no se callan?



¿Por qué no se callan?  
LUIS G. ÁLVAREZ Existe una norma generalmente admitida entre los comentaristas profesionales de televisión de que sus palabras deben referirse, casi exclusivamente, a lo que aparece en la pantalla para reforzar las imágenes que se ofrecen y no crear una especie de deseo en el telespectador de querer ver lo que no se le está ofreciendo. 

Esto parece que lo cumple la mayoría de los locutores con una repetitiva excepción: los comentaristas de deportes, especialmente los de partidos de fútbol. 

Hay, sin embargo, casos de buenos profesionales dentro ya del aspecto concreto del que hablamos. Los que, en general, nos comentan los partidos de tenis lo tienen perfectamente estudiado: en el momento en que un jugador hace el saque, los locutores se callan para que el espectador lo vea sin que sus palabras le distraigan o, como mucho, pronuncian un monosílabo de alabanza o crítica, hasta que finaliza el punto y hacen sus comentarios hasta cuando empiece el siguiente. 

Habría aquí que hacer una excepción. Para unos partidos de Copa Davis llevaron de comentarista a Arancha Sánchez Vicario. No era capaz de callarse mientras la pelota estaba en juego. No se sabía qué hacer, si seguir el partido o escucharle a ella cosas que no tenían nada que ver con lo que ocurría en ese momento. Afortunadamente, que yo sepa, no la volvieron a contratar más. 

En fútbol la cosa es más grave. Hay sólo algunas excepciones en las que se compaginen bien las imágenes con las palabras de los que contratan como «expertos» y que se supone que deben completar la retransmisión con el que va «radiando» el partido. 

Estos expertos, que me imagino quieren justificar su razón de estar, son, en una mayoría de los casos, auténticas torturas para el televidente. Además hay una gran variedad de torturadores: los que se creen entrenadores, o que aspiran a serlo a la vista de sus grandes conocimientos y están continuamente diciendo la estrategia a seguir y los cambios que deben hacer los equipos. Un caso de este tipo era Míchel. La mayoría de los partidos los pasaba aconsejando la táctica a seguir. Lo que no se sabe muy bien es a quién dirigen esos consejos porque ni el entrenador ni los jugadores se los van a escuchar, y los telespectadores no quieren esos consejos para nada. Bueno, al fin lo contrataron de entrenador y por lo menos los que vemos fútbol en TV nos libramos de él. 

Lo peor de este tipo de «experto» es que se pasa desde los primeros minutos hasta el final diciendo los consejos llenos de tópicos: hay que abrir el juego por las alas, ahora lo que tiene que hacer el equipo es tocar y tocar, no se pueden perder balones cerca del área, cerrar bien la defensa, etcétera. Y Dios nos libre si dando la sensación de que haciendo algo de eso encima alguien mete o le meten un gol: nos machacan con eso de ya lo veníamos diciendo, lo habíamos aconsejado, lo teníamos advertido? 

Otro tipo de experto es el que no calla. Parece que le dan cuerda. Es que no nos deja ver el partido. Está contándonos cosas constantemente sin que tengan que ver con lo que estamos viendo; que si ese jugador fichó por no sé cuántos equipos, y los mencionan todos, que si le recuerdan a no se quién que ni lo conocemos ni nos interesa, y montones de cosas así. Éstos me recuerdan al pesado que alguna vez nos toca en el campo que nos incordia continuamente. Pero que en el campo siempre podemos cambiar a otro sitio. En la TV, o la apagamos, y nos falta ambiente, o nos los tragamos. Una solución intermedia la tiene la gente que ve los partidos en los bares. Hay sonido de ambiente, pero no se oye al locutor. 

Es que resulta difícil de entender. Está calculado que cada tiempo de 45 minutos hay entre 23 y 25 de juego efectivo. Es decir, que tienen más de 20 minutos en los que la pelota no está en juego para hacer todos los comentarios técnicos que quieran; y creo que, si no los repiten hasta la saciedad, les sobra bastante tiempo y el resto que nos dejen ver nuestro partido, con la ayuda, eso sí, del locutor principal que nos identifica a los jugadores y cosas así pero que no nos cuenta historias al margen de lo que estamos viendo. 

Tengo que referirme necesariamente, por proximidad, a los partidos que se televisan del Real Oviedo. Creo que los locutores adolecen de muchos de los defectos que comentamos. El experto está casi constantemente hablando mientras se está jugando el partido, nos cuenta muchísimas cosas que no tienen nada que ver con las imágenes que nos ofrecen, dice continuamente lo que debe hacer el equipo? Algunas cosas, por supuesto, con mucha razón, claro. Cuando el Oviedo mete un gol, la táctica que recomienda es meter otro porque si no el equipo contrario, en una jugada de estrategia, en un córner o una falta o cualquier jugada aislada nos puede empatar. ¡Ah! Y si el Oviedo vuelve a marcar, la nueva táctica resulta clara: hay que meter otro para matar el partido y, por supuesto, lo del juego por las alas, no perder balones, tocar y tocar, etcétera. 

¿Tan difícil es que los locutores nos «ayuden» a ver el partido, aclarando lo que está pasando en el campo, diciendo lo que se está haciendo bien o mal, sin repetir las cosas hasta la saciedad, y sin recomendar, no se sabe a quién, como dije antes, lo que debe hacer el equipo y que sin duda lo saben mejor que ellos los entrenadores, y, sobre todo, que los comentarios técnicos se hagan cuando el partido no esté en juego? Recuerdo perfectamente un gol del Oviedo hace unas jornadas del que nos enteramos al abrazarse los jugadores porque nos estaban contando una historia que ni recuerdo de qué tema y que seguro que no tenía el más mínimo interés. 

Habría, salvo casos honrosos, que decirles a muchos de los comentaristas de partidos por televisión aquella frase que se hizo popular hace poco de ¿por qué no se callan?, o por lo menos que no nos molesten demasiado y que nos dejen ver el partido.

martes, mayo 11, 2010

Mis gatos favoritos

El Gato Tom, El Gato Hidráulico, El GatoSilvestre, El Gato que está triste y azul, El Gato Montés, Don Gato, El Gato Cheshire, El Gato con botas, El Gato de Schrödinger, El Gato Garfield, Los Aristogatos, El Gato Félix...y Félix "El Gato".




               




sábado, mayo 08, 2010

Notas cuánticas

El Principio de Incertidumbre de Heisemberg responde a las fórmulas:
Dq*Dp >= h/4pi.
q es la posición.
p es el ‘momento’ (m*v). Y h la constante de Plank.
D es la probabilidad de determinar p ó q (o lo que es lo mismo sus incertidumbres).
Y 'pi' es el número 'pi'.
También
DE*Dt >;= h/4pi
E es la energía y t el tiempo.

Schrodinguer hace un esfuerzo por construir una teoría de 'Ondas'. El gato ‘está o no está’ ¿Qué tiene que ver con el gato de Cheskshire?
La clave de la mecánica cuántica frente a la clásica está en el ámbito de las ‘cosas pequeñas’ (el átomo ocupa o mide distancias no mayores de la diezmillonésima parte de un milímetro). Las magnitudes medidas según la física clásica o newtoniana se ve ‘escasamente afectada’ por las cosas que sí afectan a las magnitudes cuánticas.
No hay justificación cuántica a la causalidad: ‘conociendo el presente se determina el futuro’.
La disposición en los intercambios de energía a nivel atómico no está determinada (Heisenberg) y por consiguiente dejamos el determinismo clásico (Newton) para pasar al ‘probabilísmo cuántico’. Dijo Einstein -al principio muy incrédulo ante la mecánica cuántica- que ‘Dios no juega a los dados’. Hawkins, una vez comprobado que la mecánica cuántica ‘explica’ las teorías de Einstein, repuso: ‘Dios sí juega a los lados y, además, sabe dónde tirarlos’.
En fin, las teorías newtonianas -si bien explican la casi totalidad de los fenómenos físicos- quedan invalidadas por cuanto que implícitamente admiten velocidades superiores a la de la luz y como ya dedujo Einstein estamos en un espacio ‘subluminoso’: nada hay tan veloz como la luz. Igual ocurre con la temperatura, que no es posible la existencia de valores inferiores a los -273ºC (Lord Kelvin).
En definitiva, la dificultad de entender la mecánica cuántica radica –a diferencia de la clásica- en que los fenómenos no pueden verse pues el ámbito en que se verifican sus determinaciones es tan pequeño que sólo es posible acercarse a él mediante la deducción. Eso sí, de estas deducciones se hace posible explicar arriba (grandes magnitudes) y abajo (pequeñas magnitudes) todos los fenómenos de la Naturaleza.
Feynman arrima el ascua a la incertidumbre y manifiesta que ‘lo que no está rodeado de ella, no puede ser verdad’ ó, algo equivalente: ‘el primer deber de un físico es admitir que él mismo está permanentemente equivocado’.
Y, pasando al plano sociológico, Heisemberg, deduce que la naturaleza de las cosas viene determinada por ‘la interacción del observador sobre ella’, lo que constituye una traslación, no sé si eficaz, del ámbito mecánico al filosófico y que da origen al oxímoron ‘la realidad es incierta’. De algún modo esta extrapolación la he visto considerada dentro de la fenomenología del discurso narrativo de Benet (ingeniero de caminos que también es escritor) quien experimenta en sus complicados y perfectísimos textos la imposibilidad de reducir a una sola idea todo su contenido; mostrando claramente que el flujo experimental del lector interactúa con lo dispuesto por el autor de manera abierta, no determinada, lo que constituye, a mi modo de ver, cierta relación entre la literatura y el fenómeno visto de manera cuántica.
Antes de toda medición no puede suponerse que una cosa tiene magnitudes definidas. Fernández Rañada expone que ‘la medida no consiste en descubrir un valor preexistente sino que, el acto de la medición hace que uno de los valores posibles se transforme en acto… y se manifieste’. Estamos viendo cosas con ropaje cuántico, así que si -por ejemplo- queremos medir la posición de un electrón y nos acercamos a él, ocasionamos suficiente perturbación como para impedir que conozcamos con exactitud cómo se moverá después. Y Bohr remata el argumento cuando afirma que de la naturaleza sólo podemos conocer ‘cómo se nos manifiesta cuando la medimos’. Por cierto, y ya que tengo su libro a mano, H M Enzensberger muestra cierto estupor cuando observa intentos de medición a la inteligencia humana: ni la inteligencia ni la estupidez, aun en sucesos muy evidentes, son susceptibles de medición absoluta; si acaso y en función de quien opina podemos establecer ‘probabilidades’ de que alguien sea presa de la estupidez.

jueves, mayo 06, 2010

«A los que discrepan, les digo que éste es un Gobierno que escucha, que no es un Gobierno, ni lo ha sido ni lo va a ser, de decretazos»

He aquí tres puntos de vista coincidentes respecto al Decretazo que el Gobierno prepara para propiciar la desaparición de los Colegios Profesionales por la vía del 'matarile'. Eso sí, "«A los que discrepan, les digo que éste es un Gobierno que escucha, que no es un Gobierno, ni lo ha sido ni lo va a ser, de decretazos»
1.-LAS PROVINCIAS
Ministerio de Economía: una actitud talibán
El proyecto del Gobierno para acabar con los visados profesionales es analizado críticamente por el autor del artículo. Turégano recuerda que el sistema de colegios funciona bien desde hace más de cincuenta años
06.05.10 - 00:26 -
FRANCISCO JAVIER TURÉGANO GÓMEZ | DECANO DEL COLEGIO OFICIAL DE INGENIEROS INDUSTRIALES DE LA COMUNIDAD VALENCIANA
Con motivo de la transposición al ordenamiento jurídico español de la directiva de servicios, y refiriéndose a la Ley Ómnibus, Miquel Roca -reputado jurista y padre de nuestra Constitución- calificaba recientemente la actitud del gobierno respecto al tratamiento contemplado a los colegios profesionales de «frívola e innecesaria», considerando más necesario concentrar los esfuerzos en los graves problemas por los que atraviesa nuestra economía, el mercado laboral, y la credibilidad de nuestro país para atender la deuda internacional. A lo que añadía la más que dudosa constitucionalidad de la decisión de suprimir la colegiación obligatoria.
Sin duda, el tratamiento que el Ministerio de Economía está dando a la liberalización de los servicios profesionales -véase la anunciada supresión de los visados profesionales- debe calificarse de ligero y superficial. La filosofía y música de la directiva de servicios suena bien. ¿Quién se va a oponer a la simplificación de los trámites administrativos, a la reducción de plazos en las autorizaciones, a la eliminación de las duplicidades administrativas, a la arbitrariedad? Absolutamente nadie, y mucho menos los colegios profesionales.
Veamos un ejemplo sencillo: usted va a realizar una obra de cierta relevancia. Para ello, necesita en primer lugar localizar a un profesional competente para que le haga un proyecto con las mejores soluciones técnicas disponibles, que contemple sus necesidades y se ajuste a su presupuesto; necesita también la seguridad jurídica de que la instalación cumple la legislación que le corresponde; necesita garantías de seguridad mientras se ejecuta la misma, garantías económicas contra defectos funcionales y de uso; precisa además identificar un responsable ante posibles fallos y, por supuesto, le vendría muy bien tener un interlocutor en caso de discrepancias. Eso es ni más ni menos lo que ofrece el visado gestionado por los colegios profesionales, veinticuatro horas al día si lo necesita, y sin necesidad de desplazarse, ya que puede hacerse de forma telemática. ¿Y el coste de este servicio? Menos del 0,05% del presupuesto.
Seamos serios; ¿de qué nos está hablando el Ministerio de Economía? ¿De qué nos habla la Dirección General de Política Económica, cuando argumenta que va a aumentar el PIB un 1,5% y 200.000 empleos con la aplicación de la supresión de los visados? Que no cuenten entre ellos con los más de 5.000 empleos de los colegios que están en juego, y mucho menos con los miles de jóvenes recién titulados por la Universidad que comienzan a ejercer por cuenta propia con el ejercicio libre de la profesión. Muy al contrario, la supresión del visado acarrea la falta de cobertura de las pólizas colectivas de seguro de responsabilidad civil que suscriben los colegios, y el intento de disponer de estas pólizas a título individual por un joven recién titulado va a ser prohibitivo por su elevado coste. Esto sí que va a constituir una barrera a la incorporación al mercado laboral de los jóvenes titulados que, dicho sea de paso, es el colectivo que más está sufriendo en este momento. Enhorabuena señora ministra, va camino de romper las estadísticas del paro.
Me sigo preguntando en qué se basa el ministerio para tomar su decisión, aunque nos despachan ahora con un argumentario del proceso de decisión a toro pasado. Y si el ejercicio de las profesiones técnicas no son de su competencia, ¿A quién escucha? A los colegios profesionales, corporaciones de derecho público sin ánimo de lucro -algo que otros no pueden alegar-, desde luego que no. En todo este proceso parece que se nos ha escuchado, pero en absoluto considerado, matiz fundamental siendo parte interesada y cuando del interés general y de la seguridad de las personas se trata.
Hasta dónde llegará la falta de consideración para que un colectivo de profesionales sumiso y normalmente callado, como son los ingenieros y arquitectos de toda España, decida manifestarse unánimemente el próximo día 7 de mayo en Madrid. Hasta dónde alcanza la obcecación de unos pocos, cuyas decisiones pueden acarrear graves problemas de seguridad a los millones de personas y usuarios que utilizamos a diario las instalaciones, obras o edificios proyectados por los ingenieros y visados por los colegios.
Vistas las actuales circunstancias, no queda más que pensar que no es frivolidad de lo que estamos hablando, porque cuando la seguridad de las personas está en juego, el control previo del ejercicio profesional que ejercen los colegios con el visado es más garantista para el interés general y las personas que el realizado a posteriori, como pretende instaurar el Ministerio.
Muy a mi pesar, me inclino a pensar que -más que frívolo- es un comportamiento talibán, ya que destruye un sistema que está funcionado bien desde hace más de cincuenta años y ningunea los argumentos que estamos ofreciendo los representantes de más de 500.000 profesionales de las ramas de la ingeniería y arquitectura y 300.000 estudiantes de toda España. Y lo que es todavía peor: sin ofrecer alternativas.

2.-CINCO DÍAS
Tribuna - Antonio Papell
Un servicio pertinente
Antonio Papell - 05/05/2010
El pasado día 19, este periódico publicó un artículo del presidente de la Comisión Nacional de la Competencia, Luis Berenguer, en el que, con cierta displicencia en el tono, previene contra la posibilidad de que el desarrollo reglamentario de la Ley Ómnibus generalice la institución de los visados profesionales.

Se puede entender que quien preside una institución encargada de velar por la libertad de mercado y por la eliminación de rigideces que dificulten la competencia se muestre preocupado por las trabas que pueda encontrar en su camino. Pero el visado, en lo tocante a las profesiones técnicas vinculadas a colegios, no es una figura superflua que pueda despacharse alegremente con cuatro tópicos.

El visado, ligado a la acreditación de la habilitación profesional, tiene pleno sentido en las actividades técnicas y científicas en que la sociedad deba recibir una garantía previa de seguridad. Es el caso de la edificación, las infraestructuras, las instalaciones, la construcción de artefactos, los trabajos científicos, etc., en que una insolvencia profesional puede provocar perjuicios o daños a la personas o a los bienes. De la misma manera que el usuario de la sanidad tiene derecho a exigir que el médico tenga acreditada su profesionalidad mediante una titulación que lo habilita, es lógico exigir que un puente o un edificio exhiban la garantía de que han sido diseñados y construidos por un cuerpo técnico con solvencia bastante y con arreglo a las normas vigentes.

Los colegios profesionales que realizan los visados, y que deberían seguir ejerciendo esta función en el futuro, son instituciones públicas sin ánimo de lucro organizadas democráticamente y capaces de acreditar, en cada caso, la identidad, la titulación y la idoneidad del proyectista, así como la corrección formal de los documentos que forman el proyecto. Además, asumen la responsabilidad junto al ingeniero, por delante de la responsabilidad subsidiaria de la Administración. Y, si existe convenio previo con ésta, el visado puede incluir un proceso de supervisión técnica. En definitiva, el visado es un servicio de control público ejercido por una institución independiente y capacitada, el colegio, y una garantía ante la sociedad de la actuación de los colegiados. Con la ventaja asociada de un seguro de responsabilidad civil a través de pólizas colectivas que suponen un importante ahorro para el cliente final.

No hay, pues, nada de arbitrario ni de oscuro en el visado, que tiene una repercusión económica mínima (el coste representa el 0,03% del proyecto), que se destina al sostenimiento del propio colegio. Y en cualquier caso, las encuestas sociológicas (Sigma Dos en 2010) demuestran que el 74% de los ciudadanos opina que la no obligatoriedad de visar los trabajos de ingeniería perjudicaría la calidad y seguridad de los mismos, en tanto el 92% considera que los colegios de ingenieros han de visar los trabajos técnicos en el ámbito de sus atribuciones.

No es difícil de ver en el artículo del señor Berenguer un hálito de hostilidad contra los colegios profesionales, instituciones vetustas que sin embargo no han perdido con el tiempo un ápice de su sentido ni de su funcionalidad. Porque los colegios no son agregados gremiales de defensa corporativa de un grupo profesional sino asociaciones que, a la par que prestan servicios a los colegiados, velan por el recto desempeño de las actividades profesionales, contribuyen a la evolución y modernización de los sistemas de formación y garantizan la solvencia de sus miembros contra cualquier desafuero aislado. No sólo nominalmente sino asumiendo una responsabilidad colectiva y directa en la defensa del interés colectivo. Las sociedades modernas no se caracterizan por la desagregación y el individualismo de sus miembros sino por la emergencia de potentes y activos grupos intermedios, capaces de articularlas y facilitar su representación social en los distintos planos de la actividad humana. Y los colegios pertenecen a esta categoría: enriquecen al cuerpo social.

Así las cosas, y cuando en el ambiente intelectual de nuestros escenarios sociopolíticos cunde la convicción de la que recesión que padecemos ha sido causa de la falta de regulación y control del sistema financiero, parece un contrasentido negar la conveniencia de que las actividades económicas de toda índole, incluidas las prestaciones profesionales técnicas, estén sujetas a los controles de calidad necesarios.

Antonio Papell. Ingeniero de Caminos y periodista




3.- EL COMERCIO
Los colegios profesionales, contra la Ley Ómnibus
Los colegios profesionales, contra la Ley Ómnibus
06.05.10 - 03:17 -
A. VILLACORTA | GIJÓN.
Ingenieros y arquitectos de toda España saldrán mañana a la calle en Madrid para denunciar que «supondrá un intrusismo tremendo»
Elimina los visados de obras y la colegiación obligatoria
Ingenieros y arquitectos saldrán mañana a la calle en Madrid. Allí están convocados los colegios que agrupan a estos profesionales en toda España para manifestarse contra la Ley Ómnibus que, si no son capaces de remediarlo, supondrá el final de la obligatoriedad de visar las obras salvo en casos muy determinados. En concreto, de los más de 80 supuestos en los que ahora se exige un visado del colegio profesional correspondiente para acometer un proyecto, sólo una decena seguirá siendo obligatorio.
Todo depende de un real decreto que está siendo ultimado por el Gobierno central con motivo de la entrada en vigor de la Ley 25/2009, más conocida como Ley Ómnibus, en la que se establece la modificación de 47 normativas estatales para adaptarlas a la directiva de servicios europea. Y su origen está en una advertencia de la Comisión Nacional de la Competencia, en la que el organismo alertaba de que los visados de los colegios profesionales encarecen los servicios, incrementan los trámites y la demora y entorpecen la actividad empresarial.
«El argumento es que no hay visados similares en la UE y que su supresión supondrá un ahorro muy importante para los empresarios, pero apenas será del 0,03%, que es lo que supone el coste del visado respecto al coste total del proyecto», alegó ayer José Ángel Fernández, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Minas del Noroeste de España, con 1.890 colegiados repartidos entre Asturias y Galicia.
Es sólo uno de los doce colegios y escuelas de ingeniería asturianos que han suscrito un 'Manifiesto en defensa de la integridad física y seguridad de las personas con el visado profesional' siguiendo los pasos de otras comunidades.
José Ángel Fernández admite, eso sí, que, «con la supresión de los visados, desaparecerá también una fuente de financiación fundamental de los colegios».
Pero el argumento que más pesa a la hora de oponerse frontalmente a la medida es el de la seguridad, porque, para ingenieros y arquitectos, renunciar a visar las obras «supondrá debilitar mucho la calidad de los proyectos».
«El visado es una garantía, un sello de calidad que supone más seguridad, ya que su obligatoriedad asegura que el técnico que proyecta la obra tiene los conocimientos adecuados de acuerdo con su titulación y confirma que la obra cumple con la normativa vigente», añadió Esteban Fernández Rico, al frente del Colegio de Ingenieros Superiores Industriales de Asturias y León, con 2.600 colegiados.
Otra cuestión que está en el aire es si el borrador del real decreto incluirá también la supresión de la colegiación obligatoria, otro varapalo que «supondría un intrusismo tremendo» y, de nuevo, «la incapacidad de avalar la calidad de los proyectos».

lunes, mayo 03, 2010

EL PROGRESISMO ACTUAL


Advierto que escribo sometido a una controlada indignación intelectual producto de mi análisis acerca del abuso -mal llamado progresista- con el que el actual gobierno asedia al ciudadano. Hay veces en que para demostrar la validez de un propósito se acude al método (muy científico) que responde a la etiqueta de ‘reducción al absurdo’, de modo que demostrada la inviabilidad de lo ‘contrario’ demostramos fehacientemente lo directo. Si tuviera que votar asuntos como lo del pañuelo musulmán, votaría en contra, pues en tal pañuelo lo que en realidad observo es el zapato del marido, amo o señor de la moza que lo porta. El exceso de supuesta progresía de este gobierno está derrotando, ya, por lo inverosímil ¿Cómo poder aceptar propuestas de consenso y/o participación en asuntos que la evolución de la Historia tiene por superados?, ¿acaso no llevamos, en el camino de la modernidad, unos cuantos cientos de año de adelanto sobre lo que hoy sostienen los musulmanes? Es posible que, de seguir así, mañana, o pasado, un juez será expedientado por negarse a reconocer el matrimonio de un hombre con seis o siete mujeres simultáneamente. De seguir así, digo, olvidaremos que los antecedentes cristianos de lo que ahora nos asola (La Yihad o guerra santa) se remontan a más de 800 años cuando se podía ir al Cielo matando moros. Demasiado tiempo, el que llevamos de ventaja.
Por demás, esta exagerada intención laicista considera fuera de lugar (por lo que de religioso tiene) ese símbolo cultural que es el crucifijo. Algo tiene que ver esto con lo del pañuelo en la cabeza. Tanto tiene que ver el silencio y la visión progresista del pañuelo que hasta se ha pedido la demolición del Cristo de Monteagudo (claro que si en su día se hubiera optado por lo que la ciudad de San Sebastián optó en 1950 disponiendo, en el Monte Urgull, un Sagrado Corazón con los brazos pegados al cuerpo y, por tanto, exento de provocación, otros asuntos incomodarían a ‘mazones’ y resto de tropa).
Este exceso de mal llevada progresía no ha de resultar estupendo para España, la de la democracia tierna y manipulada, pues el patrimonio de la progresía no está en la actual izquierda de España, ¡en absoluto! ¿Cómo un conjunto de argumentos arcaicos, inmanentes y filosóficos pueden merecer el atributo de progresistas? Poco vanguardista es no buscar alternativas al aborto más allá del respeto a la mujer y a los condones; menos vanguardista es criticar sólo las guerras de responsabilidad conservadora; menos progresista es levantar cejas para recaudar fondos a la SGAE; podrida cuestión es abandonar los criterios de regulación territorial en función de intereses electorales; nada tiene de vanguardista anular las obras públicas que reparten riqueza; es estúpidamente conservador pactar con los caciques locales para atizar la independencia de los territorios; es poco moderno ya caminar con El País bajo el brazo y no leerlo; quitar crucifijos, alentar religiones que nos son ajenas, tocar los cojones de la mitad de España, justificar desmanes bajo dogmas ambientalistas; ignorar crisis económicas para no estropear el pastel; considerar enemigos a quienes no forman parte de un particular credo ¿Dónde está el progresismo en la subida de impuestos, en la prodigalidad con que se auxilia a los bancos, en el mantenimiento de las ‘SICAV’ o en el imparable aumento del Paro? En fin, no son progresistas quienes mienten y acusan de mentirosos a quienes los descubren.
Tengo por seguro que admitir como propuestas de vanguardia a cuestiones culturalmente en desuso es un error que servirá para propiciar indignaciones que posteriormente serán excusa para el logro inmerecido del poder por quienes más que gobernar, estafan.
Y, la última, es el ataque demoledor que este desastre de Gobierno está haciendo a los Colegios Profesionales, a los que pretende sin disimulo alguno ahogar hasta hacerlos desaparecer pero, eso sí, ofreciendo la posibilidad de ‘establecer convenios o contratar los servicios de comprobación documental, técnica o sobre el cumplimiento de la normativa aplicable que consideren necesarios relativos a los trabajos profesionales’ para de este modo controlar su independencia de juicio, lo cual es un ataque a la sociedad que, en definitiva, es la receptora de la parte buena de estas entidades de derecho público.
Estamos atenazados. El único modo de vencer la injusticia es venciendo la ignorancia (¿quién dijo esto?) Por eso cuando se abusa de las mentiras y provocaciones sólo un pueblo educado y culto será capaz de resistir.
Nota final.- Me llega la noticia de que este estúpido Gobierno en su afán de jugar con los gestos para hacernos olvidar que estamos en crisis, en Murcia se les ha ocurrido eliminar el cargo de Presidente de la Mancomunidad de Canales del Taibilla. Tal cuestión nos hace perder la excelente experiencia hidráulica de Isidoro Carrillo y, en materia de Aguas, quedar al pairo para que algún imbécil de Madrid o de provincias, bien pertrechado de carnet socialista, se haga cargo de lo que es el paradigma de la desgobernación: el Agua.

La verdad, mayo 10

Peligro

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