martes, noviembre 10, 2009


Sí, por estúpido que parezca, me gusta el fútbol. En todo caso mi participación en él no se corresponde con una situación divertida. Al contrario, entre derrotas y opiniones acerca de lo mío lo cierto es que el asunto dista mucho de ser placentero. Y si de ir al grano se trata, voy. No creo que haya intención más perversa por parte del mediocre que tratar de ampliar el criterio -que a él se le adjudica- a todos los individuos que comparten su actividad, de modo que si a él se le presenta como mediocre y melifluo, su contraataque resulta muy propio de su propia estupidez. De eso se trata, para él. Para mí, al contrario, las cosas resultan ser mucho más específicas: en el mundo del periodismo deportivo (¡y en cualquier mundo!) distingo bien: los buenos y los malos; los que honran la profesión y los que la convierten en la hez; los eficientes y los mediocres. Entre estos últimos incluyo, por deferencia a la estulticia, a quien por llenar un espacio se aleja de una pretendida amistad (imposible) sin duda por falta de luces y necesitado de unas gafas tan grandes que rodeándole el cogote acaso y con suerte pudiera acercarle a la realidad. Eso como mínimo.
Así es que, ¡va por ti, licenciado alfeñique!, tú (y sólo usted) eres el escaso.

lunes, noviembre 09, 2009

DE CEJA EN CEJA, POR LA CARRETERA

Aun navegando por entre los adarves de todo aquello que al lector, presumo, no le interesa; reflexionando, en lo profundo, acerca de la bondad técnica que puede influir y modificar la Naturaleza cuando ésta se presenta destructiva; determinando lo accesorio de la tecnología cuando se manifiesta con arte y respeto a la historia, incluso aceptando las propuestas razonables de la moderna ecología y, en fin, a todo esto, todavía me quedan arrestos para opinar acerca de algo que hostiga a mi memoria, mi memoria francamente histórica. “La guerra es la guerra”, dicen que dijo aquella hermanita de la caridad tan mayor en el momento en que unos locos histéricos, tras asaltar el convento, pretendían dejarla ajena a los abusos de la carne. La guerra es la guerra, en efecto. Ya sea en Irak, Corea e incluso Afganistán. Sí. Por eso me resultan inaceptables y hueros (vanos y vacíos, falsos) los argumentos que artistas y titiriteros emplearon hace algo más de cinco años -utilizando el conjunto de medios puestos a su disposición- para ‘levantar la ceja’ y arremeter (eso sí, con toda la razón del mundo) contra lo dispuesto por Bush II El Exagerado. Sin embargo visto lo visto, el conjunto de artistas y/o titiriteros pierden toda la razón cuando cierran sus altavoces y aherrojan a todos sus voceros respecto a la triste e insufrible guerra de Afganistán.

No creo que merezcan la consideración, por tanto, de todos aquellos quienes nada tenemos que ver con esos que cada día despiertan en distinta habitación y dan con sus huesos poco antes de que el sol salga (tras divertido concierto de grillos), y duermen fatal y queman a discreción su salud porque cada día, si hay suerte, o tienen un concierto, un ensayo sin trampa ni cartón. De la guerra saben mucho pero son como el perro viejo que vive la carretera, quizás dentro de un autobús. No, nada tenemos que ver con ellos porque lo cierto es que en todo caso cuando sale el sol, el resto del mundo (sin ellos) no se acuesta sino que se levanta para ir a trabajar (claro que si el paro no hace mella en su intención) mientras ellos recuperan el aliento. Y a ser posible comemos y cenamos en casa con la familia; vemos juntos la televisión y vamos al cine (cine, cine, cine y más cine, ¡por favor!). Y constituimos un conjunto de familias normales, con amigos normales y que pueden, no sé, dormir un minuto más porque hemos sido previsores retirándonos de la calle a horas normales y evitamos… esa copa final. En efecto, porque hay gente que no vive en la carretera, vive en la ciudad, ni van de feria en feria, ni pasean sin decoro sus miserias. Es gente normal, enemigos de la guerra, de cualquier guerra porque de ella sólo deviene miseria, tristeza y, lo que es peor, venganza. Son enemigos de combatir y son enemigos de combatir en Afganistán, también.

No les concedo una gelepa de crédito por mucho que levanten la ceja. Esa ceja estúpida cuya cualidad más interesante es que cuando rectifica, acierta. Una ceja a la que le pasa como a los malos árbitros: siempre se equivocan dos veces: una, cuando se equivoca y la otra, cuando compensa. Por eso, en la rectificación, en la compensación, es cuando esa ceja se comporta mejor.

Por eso, ¡allez hop!, titiriteros, de ceja en ceja, contentos, id de feria en feria, subvencionados o no, cantando vuestros deseos y, porqué no, también vuestras miserias, porque como dijo el sabio ‘más que consejos lo que quiero son ejemplos”. Y, ustedes, de ejemplares, nada.

JUAN GUILLAMÓN

Peligro

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