miércoles, junio 06, 2012

AMPLIACIÓN DE IMPOSIBLE EL ADEMÁN


El ciudadano se echa mano a la cartera cuando un político lee un libro de Economía. De esa lectura es capaz de formular juicios absolutos, como si él hubiera escrito ese libro. Para saber algo de Economía hay que doctorarse y se da el caso de que así hay quienes no se enteran. He leído muchos libros de Economía y cada vez entiendo menos. Sabios y premios Nobel explican con contundencia cosas que otros laureados niegan o aceptan con solemnidad. Vamos a ver, ¿el crecimiento económico propicia la cohesión social? Depende. Yo pensaba que sí, que si se anima el consumo y el Estado animaba su Gasto, emprendedores empresarios aumentarían sus ofertas y para obtener mayores beneficios contratarían mano de obra, lo que es, sin duda, el paradigma de toda acción política: la redistribución de renta. Pues no es seguro. Y qué decir de la globalización que para mí, por ser objetivo, tiene su lado bueno y su lado cabrón. Pues también depende su santificación -o no- de si los críticos o entusiastas miran el asunto según su punto de vista ideológico, lo cual por ser malo se vuelve ininteligible. Y no digamos nada cuando la ideología se mezcla con las cuatro o cinco cosas que se aprenden leyendo un libro, y no sólo cuando el libro elegido lo es en función de la ideología a que se sujeta el autor. El asunto se complica y ya tenemos al político formulando propuestas absolutas (y cercanas al imaginario del correspondiente partido) a desdén de que toda ciencia –también la Economía- establece sus conjeturas sobre la inquietante cuestión de la incertidumbre. Conviene, pues, alejarse del impulso inicial que lleva a los políticos a indagar solo lo que por ideología parece conveniente.
En realidad, casi todos damos por bueno que el Mercado es el regulador de una economía muy capitalista. Sí, porque los países que no practican las cosas de este modo son muy pocos. Incluso países gobernados tras revoluciones en las que el pueblo reivindica sus derechos y denuestan un poder más democrático, adaptan sus maniobras económicas al estilo capitalista. Lo de China es el paradigma de la fusión intrigante del capitalismo al modo comunista. Qué raro es esto. Es como si pudiera darse una corriente ideológica tipo marxisto-falangista. Es verdad, el Mercado domina y regula pero no hasta el infinito. En realidad debemos aceptar que no se ha sabido moderar la globalización de este monstruoso Mercado. Se pasó de rosca. Sé que la política económica de los países demócratas ha estado basada en el Crecimiento sostenido, el aumento de la producción y el consiguiente consumo, los créditos fáciles y bancos poderosos. Como esto ha explotado, ahora toca hacer otra cosa y, entonces, otra vez manos a la cartera pues a ver qué nos inventamos los políticos para cumplir nuestro gran objetivo: la guerra sin cuartel al Paro.
Ya sé que el desarrollo económico tiene que ver con el ‘consumo’ de Naturaleza (¡es la Entropía, señoras y señores!) pero aceptando que la ‘huella ecológica’ es función directa de la baja productividad, me da por pensar que en medio de cinco millones y medios de parados, al Hombre hay que situarlo al menos al mismo nivel que a la tortuga mora o camachuelo trompetero, no sea que, a la larga, la solución sea que terminemos comiéndonoslos. Dicho lo cual bajo el absoluto respeto que merece la Ecología, esa moderna ciencia que es utilizada a veces (pocas) como tótem despótico de lo justo y saludable.
Demasiada cantidad de política en la cabeza de cada quien. Es metafísicamente imposible que dos lleguen a compartir opiniones si cada uno de ellos antepone la premisa de mantener incólume la defensa integral  de lo que es su propia ideología. Entonces el enfrentamiento no da para nada. No es posible pedir a alguien  que se deje perder frente a quien discute sus argumentos. El debate debería ser imparcial, razonable, de corte científico y sometido éste a la incertidumbre. Se debería encontrar el modo de entender aquello que no proviene, en exclusiva, de lo proléptico de nuestros específicos criterios. Los argumentos deberían estar ausentes de pasión (exactamente lo que nos sucede cuando se pierde el norte). El respeto a cada persona, ¿deviene de la calidad de sus argumentos, del tesón necesario en la exposición, de su contenido ideológico, ya oportuno ya sesgado, o de la forma en que se produce el discurso? No sé. Disponemos de una cierta incapacidad para aceptar un debate en donde se sabe positivamente que no habrá acuerdo, tan fuerte es la deshilvanación entre razones políticas, ayer divergentes en la prudencia, hoy enemistadas hasta lo máximo.
     Nos encerramos en el engaño: políticamente, entre los unos y los otros, es imposible el acuerdo que desea la ciudadanía, pues esta cuestión, tan importante y objetiva, dispone de una invisible y oculta escritura que se desvanece tras el interés político que a los políticos nos da trabajo. Ni aunque el ademán muestre fortaleza en la confrontación, por siempre tenaz e impasible, de la actual Crisis que nos azota nos costará salir. Imposible.
Juan Guillamón


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