miércoles, septiembre 04, 2013

Asfa VS Walkie-Talkie. El accidente en Santiago

04.08.2013 | 16:44 Diario LlA OPINIÓN DE MURCIA

El accidente producido no ha tenido como protagonista un tren AVE ni se ha producido en vía de tal condición. Cuando un accidente acontece de manera tan artificial necesariamente tiene lugar más de una circunstancia adversa (lo que en ingeniería se denomina colapso estructural por la simultaneidad de varias circunstancias nefastas) pero en Santiago, la causa casi total del evento radica en el error del maquinista
He tenido la ocasión de escuchar, voz en off femenina, el texto de la madre de una de las víctimas del accidente de Santiago. Quedo sumido en la decepción. No es bueno transformar el dolor en resquemor hacia quienes, a lo mejor, en nada son culpables. La dolorida madre, a quien compadezco de corazón, expresa su pena con acritud hacia quienes asistieron protocolariamente al sincero duelo por las víctimas en la Catedral de Santiago. Qué horror, la de esta madre. La pena, irremediable, por el dolor de tan injusta pérdida tiene otros paliativos que tienen que ver con la inteligente resignación a fin de, no ya de superar (esto es imposible) sino de sobrellevar la desgracia a lo largo de la vida por muy penoso que esto sea.
Con todo, del terrible accidente, lo anterior no es lo que mayor decepción me ha producido. Sin duda, la avalancha de comentarios habidos en los innumerables foros informativos ha dado lugar a opiniones y puntos de vista cuya consideración me produce náuseas (en el sentimiento). Sacar partido político de la desgracia global que supone el análisis de las víctimas del accidente no representa para mí sino el índice de la bajeza moral e irresponsable de quienes así se comportan. Especial mención he de hacer a Miguel Ángel Aguilar, quien con presura y sin conocimiento suficiente afirmó que la desgracia era consecuencia de ´los recortes´. Ni siquiera pidiendo disculpas tal acción merece ser perdonada. También, esa especie de buitre político que es el regionalista Beiras insiste sin piedad en que el dolor de los heridos y la tristeza de quienes perdieron hijos, padres y hermanos tiene un culpable: el Gobierno. En mala hora haya entrado en política gente así.
La vía española. Casi doscientos años contemplan la historia del ferrocarril en España. Proyectos y sus consiguientes logros debidos a los impulsos generosos de cuantos Gobiernos hemos gozado y/o padecido los españoles han dado con el diseño actual del ferrocarril y determinado mecánicamente su ancho de vía: el ancho ibérico de dimensión superior al fijado por el resto de los países europeos. Las ventajas mecánicas del ancho ibérico (AIB) frente al europeo (UIC) no han sido capaces para su imposición tecnológica en Europa (faltaría más) y, como en muchas ocasiones, hemos tenido que adaptarnos a las normas europeas. Así, y como la Alta Velocidad no es simplemente un tren que corre mucho sino toda una tecnología cuyo desarrollo tiene como soporte el UIC, para la instalación AVE en nuestro país, los Gobiernos (todos) han debido realizar las necesarias transformaciones de la red viaria a fin de poder instalar esa tecnología sobre la que se funda la Alta Velocidad. No creo necesario advertir que la sola posibilidad del levantamiento total de las vías españolas y su posterior renovación por las UIC hubiera sido entendida como un disparate. La economía de costes (y el sentido común), y gracias a la ingeniería española, han diseñado sucesivamente una transformación paulatina de la red para hacer compatible el ancho ibérico con el europeo y mediante el uso de novedosas técnicas (traviesas de última generación, bogíes convertibles...) dar posibilidad de tránsito a trenes en vías de uno y otro ancho.
Pese a que un habitual contertulio televisivo, de origen gallego, mordaz criterio y cuyo nombre no recuerdo, expresara (en 625 líneas, plasma, LCD, LED o en lo que cojones fuera) que la preocupación del Gobierno respecto a que las (formidables) empresas españolas tuvieran ahora problemas para conseguir contratos en el mundo por mor de una consideración fatal del accidente ferroviario de Santiago, a él le trajera al pairo, lo cierto es que de darse una situación adversa en tal circunstancia, nada podría venir peor a nuestra maltrecha economía nacional. La actitud del señor arriba referido tiene con muchos otros el común denominador del comentario desmedido y no acreditado que tanto daño hace al noble observador (Téofilo Serrano, experto en ferrocarriles, ingeniero y político años atrás, lo expresa así: «Opinar sin datos técnicos es hacer literatura»). Claro que ante la tamaña desgracia que supone tantas víctimas, es cierto que el ciudadano quiere información inmediata pero sucede que cuando ésta se produce, aun con prudencia, por parte de cualquier autoridad competente, siempre hay quien aprovecha la ocasión para elaborar un discurso alternativo e incendiario.
El error humano. El accidente producido no ha tenido como protagonista un tren AVE ni se ha producido en vía de tal condición. Cuando un accidente acontece de manera tan artificial necesariamente tiene lugar más de una circunstancia adversa (es lo que en ingeniería se denomina colapso estructural por la simultaneidad de varias circunstancias nefastas) pero en Santiago, la causa casi total del evento radica en el error del maquinista (pobre hombre). Las mejoras subsiguientes a la tragedia requeridas al protocolo de seguridad vigente en el tráfico ferroviario, si bien de loable intención en una economía de recursos escasos, no se encuentran dentro del rango de un coeficiente de seguridad técnicamente aceptable. En tal caso y para el tráfico ferroviario, el objetivo de seguridad total que supone que el conductor se convierta en un pasajero más, si tecnológicamente es posible, social y económicamente no es realizable pues diseñar un tren como aquel dron robótico X47-B capaz de aterrizar por sí mismo en un portaviones no va más allá de la ciencia ficción. Es imposible lograr la seguridad total a coste asumible. Por eso el ASFA, para ancho ibérico, es un magnífico sistema (por ejemplo, mucho mejor que el vigente en 2003, en Chinchilla, con sus walkie-talkies que se comunican entre estaciones).
El error humano es imposible de anular en su totalidad. Cuando en accidentes se producen víctimas, no importa el número de ellas, siempre es obligado la revisión de los protocolos de seguridad y que reine el sentido común, lo que quiere decir que proponer la exigencia de un robot al frente del medio locomotor no tiene más que intención demagógica y miserable. ¿Acaso, entonces, el autobús accidentado en Italia esta semana y sus 39 víctimas no merecieran tal consideración en cuanto a la estupidez del robot sustitutivo del conductor?
Termino. Los presidentes de RENFE y ADIF, por su prudencia, conocimiento y criterio, merecen mi consideración, pero lo que de verdad me conmueve, y he llorado por ello, es la tristeza infinita de quienes perdieron a sus seres queridos. A ellos, a los heridos en estado crítico, a los heridos en cuerpo y alma y sobre todo a quien sin querer provocó tanta desgracia, mi consideración y cariño, también infinitos.

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