sábado, julio 21, 2012

¿CUÁNTAS HUELGAS Y MANIFESTACIONES HACEN FALTA PARA ANULAR EL EFECTO ECONÓMICO DE LOS ÚLTIMOS AJUSTES?



Estamos ante una estúpida batalla que, con la pérfida excusa de la Crisis actual, enfrenta a los políticos a fin de que, estos, saquen partido electoral a sus embates. Sin embargo, tal cuestión no es ya un desprecio al ciudadano sino un verdadero ataque a sus intereses, léanse derechos y aspiraciones. En realidad, la cuestión, no es tan política como estrictamente económica, debido a una rotura –me temo que irreparable- del actual Sistema Económico al que están sometidos la mayoría de los países democráticos. Más o menos un petardazo sistémico, según avezados y plurales economistas acreditados. A veces –en lo más siniestro del terreno político- por unos y otros se recurre al pasado no ya para explicar el maldito proceso que nos tiene en la antesala de la ruina sino para atacar al contrario o defender la propia praxis aplicada por quien denuesta al contrario. Es preciso laminar esto pues lo que está pasando no es cosa de días, ni de meses ni, acaso, de pocos años. Las crisis, recesiones, sobrevaloraciones, burbujas etc. , no surgen como setas en el bosque. Al contrario, hay un periodo de maduración en donde, y cuando el exceso teórico de riqueza anda por las nubes,  se anuncia (si sabe verse) el batacazo posterior que el Mercado siempre propicia. Por tanto, culpables somos todos. Los de las subprimes, los comerciales que fascinaron al negro de Alabama, los políticos metidos a economistas incapaces de ver más allá de sus intereses electorales, el exceso inmobiliario en pleno delirio de crecimiento pero, sobre todo, el Crédito, ése que se convirtió en el rey de la Economía, dejando lo real a un lado colocándose en árbitro desconsiderado de una nueva y ficticia economía: la Economía del Crédito.
Nadie en su sano juicio puede pensar que, en España, toda esta horrible Crisis (inicio de algo mucho peor, me temo) es debida al mal hacer del actual gobierno. Hay que echar la vista atrás y no perder la senda andada por el anterior gobierno. Y sí, también, prestar atención a lo hecho por el anterior del anterior, e incluso más atrás. Claro que a los políticos nos interesa ver nada más que aquello que está ante nuestras propias narices (y así nos va).
Si el Crédito nos hizo felices, ahora nos llena de desgracia. La que debería hacernos ver las cosas como son y no como los políticos, sindicatos, organizaciones de afectados (¡que ya van siendo casi todas!) las ven. Yo lo veo así, de esta manera –y la expreso convencido de su firmeza-: La familia España, tras unos años de bonanza económica en donde sus ingresos anuales superaban los cien crediones (moneda al uso) sostenía unos gastos próximos a cien. Indeterminadas y confusas situaciones posteriores dieron con una radical bajada de los ingresos hasta los treinta  y cinco crediones, y esto originó una deuda galopante de casi setenta crediones durante los últimos cinco años. Como el nivel de ingresos no aumenta, España pide dinero prestado (con la sana intención de devolverlo, junto los intereses generados). Nadie quiere dar ese dinero pues, ¿cómo una familia que ingresa 35 y gasta 100 podría devolver el dinero? España comienza a recortar gastos con la intención de reducir el desequilibrio entre ingresos y gastos a fin de que, mediante este sacrificio, su credibilidad ante los prestadores aumente. Échenle la culpa al PP de Rajoy por no haber resuelto la cuestión en los siete meses que lleva en el gobierno; culpen al gobierno de Zapatero de haber endeudado al país en 350.000 millones de euros en los últimos cuatro años de su mandato; si lo desean, señalen a los ministros de Economía del PP en los tiempos felices en donde gobernaron sin adivinar que tras el esplendor se anuncia, siempre, la región de las tinieblas; determinen el grado de culpabilidad de los gobernadores del BE Caruana y F. Ordóñez y, en fin, a lo que quieran, pero el problema no se resuelve con andanadas políticas pues muy al contrario lo corrompen. Las medidas tomadas no son otras que las que el pérfido Mercado nos exige para solucionar con crediones nuestra tragedia. Ojalá la solución estuviera en aumentar los ingresos en lugar de reducir gastos pero ¿cómo? Un milagro nos vendría bien: exportar bienes y servicios, uno tras otro ¿Alguien se ofrece como audaz exportador?
Miedo me da pensar que desmedidas dosis de consideraciones políticas den al traste con la viabilidad de nuestra economía. Aquí lo dejo, mientras me entrego al cálculo de ver cuántas manifestaciones callejeras, paros y huelgas serán suficientes para que las medidas aplicadas, tan drásticas y dolorosas, se vean reducidas a cero. Y la familia España, arruinada. Claro que no es dado olvidar que los españoles, amando apasionadamente la Suma, desprecian sin decoro sus Sumandos. Con todo, lo más peligroso es colocar políticos en lugar de expertos en lugares que tienen que ver con decisiones muy técnicas y de gran afección para el ciudadano. Rato, Magdalena Álvarez etc., a sus asuntos



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Impecable entrada Sr. Guillamón.

Margil.Dibo dijo...

Pues sí, estoy de acuerdo en todo, en el fondo y en la forma.

Anónimo dijo...

Porque la cosa es bastante grave, con muchos miles de hectáreas arrasadas por el fuego, y algo mucho peor, varias vidas humanas perdidas intentando combatirlo; Pero volviendo a anteriores comentarios en los que se recordaban viejas canciones de nuestra infancia como... "tengo una
España vestida de azul", o la otra de "¿donde está el trasvase matarile...?, se me ocurre una que le viene al pelo al Ministro Arias Cañete, y es..."al corro Manolo, Cañete está en los toros...".

No tiene gracia la verdad, máxime cuando su presencia o no presencia en la corrida no habría evitado la quema de un palmo más de bosque, como tampoco habría evitado la muerte de un brigadista; pero me viene a la memoria el paisano Martinez Pujalte culpando a ZP de la muerte de los brigadistas del incendio de Guadalajara. Pero claro, eran tiempos en los que los toros se veían desde la barrera.



Juan Guillamón dijo...

Mi disposición, sin duda, es admitir todo tipo de comentario. El presente, con su fondo, me hace pensar.

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