miércoles, septiembre 19, 2007

PRIMERO, LOS LIMITES TERRITORIALES






Ni siquiera la pasividad indignante con que las autoridades catalanas actúan ante el indecente hecho de la quema de imágenes reales me conmueve tanto como algunas de las vicisitudes que este verano, que fenece, se han producido en torno al recurrente tema del Agua. Y tomo como referencia precisamente la visita que José Blanco la semana pasada realizó a esta región. Ya estamos acostumbrados a que desde el partido gubernamental se acuse (sobre todo en el caso de Murcia) al PP de estar utilizando la cuestión hídrica para ganar votos. Es ésta una maldad de corte científico impresentable, porque el hecho objetivo es que -en todo caso- hay un partido que defiende mejor que otro las bondades hidráulicas que den vida, cuando no dosis de supervivencia, a nuestras potencialidades. Jamás daré crédito a peregrinas intenciones que llevan a la simplificación tremenda tal que quien piense que el programa AGUA no es de su agrado, consecuentemente es de derechas. Y, al contrario, quien tome postura por aceptar que la derogación del trasvase del Ebro es lo mejor que le puede pasar a la Región, se convierte en un verdadero hombre de izquierdas. Semejante disparate no tiene mayor justificación que el producto resultante de imponer la categoría política, implacable, sobre la científica. Y Blanco ahora, después de haber acusado al PP de haber utilizado el agua como arma política, se sube al carro diciendo que las discrepancias de tal partido en zonas tan diferentes y distintas como Castilla-La Mancha y Murcia van a tener nefastas consecuencias electorales para el PP. Estupidez extraordinaria la de este político gallego (cuya cara parece más la de uno de esos frailecillos que anidan en la ría de Noya que la de un alto cargo del PSOE), porque, ¿qué decir, entonces, de los puntos de vista que Barreda y Saura mantienen respecto al Tajo? ¡Ni que fueran coincidentes! Claro que no ‘es esto, no es esto’; el asunto que debería poner de acuerdo a todos está en el Ebro.

También, este verano, la prudente ministra Narbona ha utilizado un nuevo argumento (en general, la actitud de esta mujer es inasequible al desaliento; si un argumento no vale para convencer, se busca otro. y así sucesivamente: cualquier cosa menos dar el brazo a torcer) basado en algo así como que el PP nos quería envenenar con el trasvase del Ebro pues ya existía un informe del año 1988 en donde se apercibía de tal coyuntura venenosa. Si esto es así, la ministra prudente debería ser acusada de envenenadora pues en 1993 tuvo parte activa en la formulación de un PHN que contenía un gran trasvase desde el Ebro hasta el sur mediterráneo. En política todo vale. Y recuerde el lector que mientras la ciencia establece sus bases sobre la incertidumbre, la política lo hace sobre cuestiones absolutas; por eso, no es de extrañar que algunos diletantes pongamos en duda toda aquella decisión política que pretende justificarse supuestamente en la ciencia.

En este trajín político, la puesta en marcha de una magnífica obra hidráulica como es la denominada Bitrasvase Besaya-Ebro-Pas ha significado un nuevo debate entre los dos partidos principales. El PP discute la decisión del Gobierno por hacer un trasvase allí y no aquí (alimentando el ya clásico debate sobre la España húmeda y la seca) mientras que el PSOE justifica el proyecto mediante la muy peregrina teoría de que en realidad el trasvase no es tal porque el agua retorna a la misma cuenca de la región (Cantabria) de la que sale, lo cual no es cierto físicamente y además -por aquello de seguir insistiendo en la estupidez hidráulica que nos ha de llevar hasta la total desmembración de los logros alcanzados en España en su actitud decididamente partidaria de la gestión unitaria de cada Cuenca a despecho de la gestión territorial, ahora muy estimada para la España comunitaria- una parte pequeña de la zona inundada por el embalse del Ebro pertenece a Castilla–León (¡¡). Por consiguiente, quienes justifiquen determinados trasvases por la razón de que el agua no sale del territorio administrativo de una comunidad autónoma merecen el calificativo de apóstatas de los valores hidráulicos que hicieron de España un modelo a imitar en la gestión hidráulica, gestión que nos ha llevado ni más ni menos que a multiplicar por cinco la dotación para cada ciudadano (lo cual no quiere decir que el modelo deseable a partir de ahora -véase la DMA, por ejemplo- no ha de tener como usuario genuino el medio ambiente).

Mi opinión respecto al trasvase norteño del Ebro es muy positiva, pues a nadie razonable se le podría ocurrir acumular el agua en ninguno de los bellísimos valles cántabros so pretexto de garantizar el suministro de agua potable a los municipios costeros. En este punto, la Hidráulica se hace imprescindible; además, ni Bárcena, ni Los Corrales de Buelna, ni Torrelavega ni Suances, por la parte del Besaya; ni Ontaneda, ni Alceda, ni Puente Viesgo, por cuenta del Pas, pondrán reparo alguno a esta obra hidráulica.

Nota 1.- Al dirigente político socialista murciano que, este verano, se refirió al boro como microorganismo, con toda modestia le recomiendo que, en lo sucesivo, sus referencias al citado elemento químico tome por bueno citarlo como micro-in organismo ó (mejor) microelemento.

Nota 2.- - Las renuncias tanto de Rosa Díez como de Imaz han resultado ser balsámicas para actitudes como la mía. Lo que agradezco, pues estaba en un tris de aceptar que la mía, respecto a la España plural, era producto de una crispación fachosa derivada de una carquez para mí desconocida).
JUAN GUILLAMÓN
Murcia, 15 septiembre, 2007.

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