Siempre he tenido por cierto que algunos científicos, al tiempo que expresan su doctrina, muestran su plumero por cuanto lo que parece que hacen es política. Como pienso que hacer uso de la ideología supone una cierta estafa (pequeña) al proceso científico pues no me queda otro remedio que hacer patente mis reservas. Pero resulta que en algún caso no procede tal denuncia dado que el científico hace un reconocimiento expreso de su punto de vista político en relación al meollo de su comentario. Así sucede con Costa Morata, habitual columnista de este periódico, quien haciendo uso de su bagaje ideológico descalifica a quienes plantean determinado punto de vista científico en torno al problema nuclear. Además, (en esto es un consumado maestro) utiliza los elementos clásicos que necesita un debate del todo radical: prefabricar a su propia medida el enemigo a combatir, no ya científicamente sino bajo el despotismo de lo ideológico. Las características son muy clásicas, ya digo: lobby, grupo inmoral llevado exclusivamente por intereses económicos etc. La descalificación en este caso corresponde al catedrático Antonio Elorza a quien niega su alegato científico en materia nuclear, lo que nos lleva a la conclusión de que Costa Morata más que divulgador es un inmovilista anclado en el pasado y cuya falta de visión, reprimida por su ideología, sin duda, le impide ser un interesante divulgador, al tiempo que se constituye en excelente activista. Mucho más interesante para la sociedad sería que este activista-divulgador científico renunciara a expresarse en términos de negocio, privilegios, potentes adversarios etc., así como a referencias al pasado con concomitancias trasnochadas que citan hasta al caudillo de España en medio de algaradas exigidas por un sector montaraz que supuestamente se pasa por el forro de la entrepierna la revuelta antinuclear de 1974-75, olvidando fundamentos tecnológicos, morales y económicos y políticos que en definitiva constituyen, según él, un conjunto algo más que científico, es decir, un conglomerado político de raíz ideológica mediante el cual cabe interpretar como complejas, carísimas, ineficientes y peligrosas las centrales nucleares, pues el pensamiento de este divulgador supura (él lo dice) política y más política. Muestro mi asombro ante referencias tan dramáticas a Hiroshima o Nagashaki, lejos ya en el recuerdo, y lo que pueda suponer como asunto vergonzante para
Es una pena que este reputado divulgador científico recurra a conceptos argumentados hace casi 30 años, como es el caso citado de Robert Jungk (1979), para justificar algunas de sus conclusiones. Bien mirado, lo que hace falta en estos momentos trágicos en donde la energía es casi nuestro principal problema, (a fin de cuentas, todo se reduce al consumo de los jodidos kwh.) es dar cuenta de las condiciones de seguridad que la energía de origen nuclear puede ofrecer. No es lo mismo una descalificación inicial de este tipo de energía que discutir acerca de la seguridad en su empleo. Llegado el caso, la falta de garantías en un proceso nuclear moderno y de última generación debería hacer inviable la implementación de este sistema. En caso contrario, no. Y para enarbolar banderas de carácter político que impidan el avistamiento de un horizonte posible ante la que se nos avecina y que no es otra cosa que un aumento extraordinario en el consumo energético mundial (donde China y
Termino, en términos científicos y dando de lado a cualquier criterio basado en cualesquiera ideología.
Nota bene.- Me subleva que los que son pocos hablen como si fueran muchos; mientras que los que son muchos callan, como si fueran pocos.JUAN GUILLAMÓN, Septiembre 2008