Un tipo, por demás muy original, explica –tumbado sobre una toalla azul, supino prono, gafas de concha- lo interesante que resulta para sí mismo ser lo que es y lo que no es al mismo tiempo. Por mucho que le doy vueltas a semejante e insólito argumento apenas soy capaz de profundizar en lo que es, sin duda, una novedosa propuesta vacacional: ser y no ser y, por eso, ser algo concreto. Comprendo que el verano no es precisamente una estación en donde se produzca con facilidad el análisis de las ideas -ya de enjundia indiscutible, ya de tenor prosaico e interés escaso- pero debo admitir que pese a la toalla azul, las chanclas de goma y el paquete de marlboro entre los dientes, ese personaje sorprende y deja de sorprender acompasadamente, al unísono. Y sin que la ausencia de unidades temporales, espaciales y de especial acción borre su mensaje de ser-no ser, me acerco a él y le pregunto: ¿Es usted, por casualidad, un turista ocasional de la plural España, la del campanario y los huevos colgando según expresó, sin querer ofender, aquel truhán de mote Rubianes?, ¿representa usted, acaso, a ese pérfido colectivo fascista que se descompone (arbitrariamente) cuando manda –alguien- a la plural España hasta la puta mierda? No anda usted descaminado –responde, la toalla azul plegada, el sol rebotando en los oscuros cristales de unas horteras gafas- porque lo cierto es que cada vez que miro al cielo no veo más que incógnitas que soy incapaz de resolver; me pregunto si no es normal, mostrar leve y educada indignación ante el panorama siniestro que dibujan las declaraciones de nuestros sesudos representantes políticos según sea el foro de representación. Si convenimos en que la energía consumida tiene que ver con el cuadrado de la velocidad (E=mV2/2), ¿a santo de qué el ministro/a de turno se jacta de impulsar proyectos que aumentan la velocidad de los artilugios del transporte en un determinado porcentaje? Y, bien, entonces, ¿cómo admitir que el tal ministro/a no es un impostor cuando postula, en otro lado, que su intención es someterse a un tal Sr. Kioto? Lo entiendo –respondo- pues tal actitud, o aptitud, de ser y no ser, la veo con cierta claridad en los políticos de uno y otro territorio de la España plural: en Aragón, a sus ciudadanos les han convencido de que el agua es suya, mientras que en Valencia y Murcia se llega al convencimiento de que el agua es de todos. De izquierdas y de derechas a un mismo tiempo, pues el conocimiento acerca del territorio de procedencia (y solo eso) nos explica el porqué alguien puede ser lo que es y lo que no es al mismo tiempo, ya que el análisis del Agua no se corresponde con ciencia alguna sino que es un concepto ideológico ( y sentimental) que justifica una u otra política.
En el verano, ya digo, no es momento para las ideas, lo es para hablar de personas. Y no es de extrañar pues (en la playa o en el monte) siempre que sea vacando, las personas sorprenden con emociones desconocidas que hacen inevitable la observación ácida, con tal de encontrar a tu lado el preceptivo interlocutor que suscriba tus comentarios sobre aquel imbécil (y no tanto) vecino tuyo (en la playa o en el monte). Y es así, el mundo de las ideas desaparece de repente cuando el de la toalla azul y chanclas de goma refiere, angustiado, que antes de las 24 de horas de estar en La Manga, por culpa del tráfico, dos conductores, ajenos entre sí, ya le han llamado ¡gilipoyas! dos veces, por las buenas.
La España plural, y el consenso, ¿funcionan? No sé, pero lo que parece cierto, según fuentes autorizadas, es que Jennifer López tiene asegurado el culo en 40 millones de euros. Una idea: será por si a alguien le da por hacerle daño. (La verdad, julio 08)
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