EL TOUR DE FRANCIA
Le Tour de France, es el acontecimiento deportivo fijo de cada año que más emociona una vez finiquitada la temporada futbolística. Como el papá de Amelie, me paso todo el año esperando que dé comienzo, y cuando me voy a dar cuenta me encuentro en el día siguiente al de la coronación del vencedor en los Campos Elíseos -cerca de Les Tulleries -los tullidos, en francés, aunque un tío de Murcia, para dirigirse allí, le dijo al taxista: ‘lléveme a Les Lisies’-. Qué lástima que dure tan poco, que haya demasiadas etapas que ni tienen llegada en alto, ni tienen montaña, nada de nada, si acaso un sprint final; qué pesadez de retrasmisiones tan largas, con comentarios cada vez más estúpidos de los locutores: que si la fatiga, que si al escapado se le está acabando la ventaja ‘paulativamente’. En fin.
Desde Loroño, Bahamontes, Perez Francés, Ginés García (el de Lorca, que perdió, ¡el último día!, el maillot amarillo a manos de Gimondi, en el Tour del Porvenir que tantos españoles ganaron), pasando por Gabica, Uriona y San Miguel; luego, Fuente, Ocaña y Galdos; Arroyo, Delgado, Chozas…, Induráin, Olano; por encima de todo, el orgullo murciano de sus seis campeones de España: G. Camacho, Montoya, Guillamón, Valverde, Luís L. Sánchez y Rojas etc.. , terminando con Sastre, Pereiro, Samuel Sánchez y Contador, el ciclista más auténtico y emocionante que los españoles hemos tenido, hasta el hoy de Evans, el mes de julio es el mes del Tour: ¿Qué sería el mes de julio sin el Tour?, pues lo mismo que un invierno sin futbol, sin goles, sin penas y alegrías que mi equipo me proporciona un domingo sí y otro también.
Quien mal empieza, mal acaba. En efecto. Ese inoportuno corte del pelotón en la primera etapa y una serie caótica de caídas, hicieron dudar de sus posibilidades tanto a Contador que, al final, le llevaron hasta el sexto puesto. Esto es como la botella llena-vacía pues un quinto puesto en el Tour es harto meritorio si lo comparamos con el 11º de Manzaneque quien allá por los años sesenta hizo emocionar a los de Campo de Criptana y al resto de España. Eran otros tiempos. Ahora, la referencia inmediata para el ciclismo español no es otra que la del primer clasificado. Cinco de los once tours de este siglo han combinado el amarillo con los colores españoles.
Ganar en L´Alpe d´Huez es como ganar al Madrid en el Bernabeu, es la emoción ciclista más prevalente del ardor ciclista del Tour. Más o menos, en cada una de sus revueltas, con el colorido de sus cunetas, con los nombres de esforzados ciclistas pintados en la calzada, banderas nacionales, aficionados que gritan, jalean y corren junto al corredor escapado; el fotógrafo aficionado y tontoelpijo que interfiere en la trayectoria del ciclista, los que le echan agua, aquellos que se disfrazan de demonio, el de los taparrabos etc.. Ni el viento, ni otras inclemencias podrían erosionar el empeño ganador del escapado: plato pequeño y veintitantos dientes en el piñón. Ahí va, ¡es un español!, ¡Vamos, Echave, tú puedes! Ya lo creo que pudo. Quizá notó mi apoyo, mi empuje, mi decisión, frente al televisor. Seguro, como Sastre, hace tres años, que en la meta de Alpe d´Huez, batió a ese combativo y admirable australiano que ayer ganó por primera vez, a los 34 años, el Tour. Sí, Sastre fue mejor que Cadel Evans, igual que Contador, ayer y anteayer, también lo fue.
Desde que Hinault, en 1985, ganara el Tour, ningún corredor francés lo ha vuelto a conseguir, ¡ay, pobre chauvinismo galo! Es más, excepto el locarrias de Virenque, que fue tercero a mediados de los noventa, creo que los ciclistas franceses no han logrado estar entre los diez primeros de la clasificación hasta hoy y, también creo recordar, que Francia, algún año, no logró colocar más de dos hombres entre los veinte primeros, lo que es una verdadera tragedia francesa, solo mitigada por el éxito, este año, de Voeckler, cuarto, y Peraud, décimo. Algo terrible para los inventores del ciclismo-pasión como son los aficionados que vibraron ante los éxitos de los Robic (el jodido Robic), Louison Bobet, Walkoviak, Poulidor, Anquetil, Pingeon, Aimar, Thevenet e Hinault. Y muchos más, como los que vencieron en la Vuelta a España: Stablinski y Jean Dotto. De Caritoux, no quiero acordarme pues le arrebató, siendo una medianía, la Vuelta a Alberto Fernández.
Hasta la aparición de los americanos no hubo triunfadores en el Tour más que franceses, italianos, belgas, españoles, holandeses y suizos. Anquetil, Nencini, Merck, Bahamontes, Jan Janssens y Koblet entre otros. Sin olvidar al luxemburgués Charly Gaul, escalador del nivel de Bahamontes. A partir del triunfo de Greg Lemond (a los viejos aficionados nos pareció una ofensa a la tradición ciclista que ganara un americano) los triunfos en el Tour dejaron de ser patrimonio de franceses, belgas e italianos. Surgió España con Induráin y sus cinco triunfos consecutivos, superando las gestas españolas de Bahamontes (1959), Luís Ocaña (1973) y P Delgado (1988). A partir de ahí, un alemán (Ulrich) y hasta un danés (Riis) vistieron de amarillo en los Campos Elíseos antes de dar paso a los siete triunfos del muy antipático y espléndido americano L. Armstrong quien, por demás, resultó ser brillante vencedor de un cáncer testicular que no hizo mella en su condición de campeón. Y de los campeones, Contador es el número uno español actual. Como Armstrong, tuvo que luchar contra un desajuste cerebral y de cuyo triunfal combate se produjo la figura de un campeón: Una Vuelta, Dos Giros y tres Tours lo proclaman como uno de los mejores corredores de todos los tiempos y ¡Solo tiene 28 años!
Un memento para consagrar lo inolvidable de algunos grandes que conformaron el Olimpo del ciclismo mundial es muy procedente pues cómo no recordar a Darrigade, Anglade, Riviere, Bernard, Mottet, De Filippis, Bartali, Coppi, Motta, Balmamion, Van Looy, Van Stemberger, Plankaert, Van Impe, Van Springel, Maertens, Kubler, Altig, Roche, Simpson etc.. Y, de España, Angelino Soler, Berrendero, Cañardó, Trueba, Morales, Aurelio González, Galdeano, Urrestarazu, Santisteban, Garmendia, Pino, Cubino, Otaño, Sáez y un montón más. Es decir, ¡viva España y sus bicicletas! Me gusta el ciclismo y de él, sobre todo, el Tour d Francia, tan fugaz en el tiempo.