(ABC, 26,09,06)
Como estamos a más de 600 años de la Edad Media, las hambrunas y las pestes han dejado de ser el mayor enemigo de la Humanidad. Los periodos de sequía, siempre medidos a nivel "geológico" -la unidad, el siglo- se han venido sucediendo a lo largo de la Historia. Por suerte, aquellas sequías, cuya consecuencia es la muerte de gran parte de la población, hoy pueden ser bien combatidas. Si los actuales políticos toman medidas para paliar los efectos negativos de la sequía actual, no podemos despreciar que la clave en este asunto reside en la labor hidráulica realizada por los ingenieros a fin de quintuplicar, mediante presas, embalses, canales y planes, la cantidad total disponible de agua para el conjunto de los ciudadanos españoles: ¿qué poder político hubiera podido atemperar el desastre hídrico actual sin las 1.200 presas de que dispone el Sistema Hidráulico Español? Ninguno, ni siquiera la ministra Narbona, a quien deberíamos solicitar que jurara decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad en esto del Agua (en mi caso, y dado que en nada soy pretencioso, podría jurar ante la verdad y nada más que la verdad; toda la verdad no está a mi alcance pero no soy ministro). En este sentido el intento de identificar las medidas de ahorro exclusivamente en el plano de los abastecimientos urbanos tiene una intención maligna puesto que es posible discriminar ayuntamientos de uno y otro signo político en donde se producen acusaciones en cuanto a la ausencia o no de campañas promotoras de ahorros en el grifo (lo cual puede perversamente unirse a las críticas de los beatíficos campos de golf, cuyo consumo de agua en relación con el global disponible es ridículo). Bien, suponiendo que fuéramos capaces de lograr la proeza de ahorrar un 15% en el consumo de abastecimiento, a lo sumo que podríamos llegar es a un ¡3%! respecto al consumo total por todos los conceptos: Agricultura, Industria y Abastecimientos. Esto es verdad, pero hay que decir toda la verdad. Veamos. Este ahorro del 3% equivaldría al consumo de agua de unos 6,5 millones de españoles al año. Sin embargo, si se tuviera en cuenta que el mayor gasto que se produce en España procede de la Agricultura, una buena política sería la de revisar dotaciones en determinados tipos de cultivo. Por ejemplo, entre el maíz, el arroz, algodón y alfalfa, se consume unos 1.000 hectómetros cúbicos/año para obtener excedentes agrícolas (de producción fuera de mercado ó superior a las cuotas marcadas por la UE) lo cual equivaldría al consumo de agua de casi 16 millones de personas. Esto sería una buena medida en caso de aplicarse, si bien con el inconveniente de que su trascendencia mediática no supondría el menor apoyo a las cuestiones hidráulicas del Gobierno. En el asunto del arroz, los arroceros de Sevilla han solicitado del Gobierno la exención del pago correspondiente al canon por valor de 87, 45 euros por hectárea dada la baja producción esperada con motivo de la sequía. Puesto que 1 hectárea de arrozal produce entre 5.000 y 6.000 kilos de arroz, y que se percibe por cada uno de ellos 0,20 €, el negocio para el arrocero es ruinoso: 1.200 euros/hectárea. Por eso, desde Almería se han comprado los derechos de agua correspondientes a determinadas superficies de arrozales. No dudo de que el regante almeriense estaría dispuesto a pagar no sólo el canon estipulado sino que entregaría a los arroceros por cada hectárea, además, 1.500 euros (a razón de 15 céntimos por cada uno de los 10.000 m³ necesarios en cada hectárea de arrozal): Toda la verdad implica tomar en consideración todos los aspectos a que la visión holística del Agua obliga.
Producto, sin duda, de determinada opción política, la actual Política Hidráulica -o mejor, "Hidráulica Política-, lejos de ofrecerse como un instrumento moderno y democrático, se ha convertido en el desbarajuste cerebral más importante de estos tiempos: la planificación, hoy, parece estar en manos de recintos cerrados por barricadas hidráulicas cuyos límites son las fronteras de esta España comunitaria. Cualquier gobierno regional apetece exigir competencias sobre los cursos de agua que figuran en su geografía, de tal forma que hemos convertido este país en un conjunto inconexo de blindajes de ríos interesados y de referencias estatutarias que reclaman sin apuro competencias hídricas, trasvases, desalaciones y embalses. Pero la mayor crueldad hidráulica que debemos soportar proviene de la crítica radical del movimiento ecologista que entiende como tótem absoluto de bondad el extremo intolerable de mantener los cursos de agua tal cual, con sus criminales avenidas y sus devastadoras sequías.
La perversión sistemática de criticar las necesidades hidráulicas del Levante español tiene en la derogación del trasvase del Ebro su punto de partida que, indefectiblemente, ha de terminar de una vez por todas con ese milagro que un día fue la construcción del trasvase del Tajo. No se qué es más grave, si la contumacia antrópica que tenemos por destruir el Medio Ambiente o el cese brutal de la política hidráulica española de los últimos 25 años entre cuyos artífices se encuentran José Borrel (hoy entre bambalinas europeas) y Adrián Baltanás, ayer promotor de un Plan que tenía por objeto "inventar" 2.000 Km. de nuevos ríos de aguas limpias, y hoy al servicio de todo aquello que es contrario a lo que defendió en 1993. -Cambié de opinión- ha dicho.
La derogación del trasvase del Ebro, legítima bajo los cánones democráticos, es sin embargo un error que va a deslegitimar cualquier medida hidráulica que hubiera de tomarse en el futuro. La verdad.
Juan Guillamón
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Como estamos a más de 600 años de la Edad Media, las hambrunas y las pestes han dejado de ser el mayor enemigo de la Humanidad. Los periodos de sequía, siempre medidos a nivel "geológico" -la unidad, el siglo- se han venido sucediendo a lo largo de la Historia. Por suerte, aquellas sequías, cuya consecuencia es la muerte de gran parte de la población, hoy pueden ser bien combatidas. Si los actuales políticos toman medidas para paliar los efectos negativos de la sequía actual, no podemos despreciar que la clave en este asunto reside en la labor hidráulica realizada por los ingenieros a fin de quintuplicar, mediante presas, embalses, canales y planes, la cantidad total disponible de agua para el conjunto de los ciudadanos españoles: ¿qué poder político hubiera podido atemperar el desastre hídrico actual sin las 1.200 presas de que dispone el Sistema Hidráulico Español? Ninguno, ni siquiera la ministra Narbona, a quien deberíamos solicitar que jurara decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad en esto del Agua (en mi caso, y dado que en nada soy pretencioso, podría jurar ante la verdad y nada más que la verdad; toda la verdad no está a mi alcance pero no soy ministro). En este sentido el intento de identificar las medidas de ahorro exclusivamente en el plano de los abastecimientos urbanos tiene una intención maligna puesto que es posible discriminar ayuntamientos de uno y otro signo político en donde se producen acusaciones en cuanto a la ausencia o no de campañas promotoras de ahorros en el grifo (lo cual puede perversamente unirse a las críticas de los beatíficos campos de golf, cuyo consumo de agua en relación con el global disponible es ridículo). Bien, suponiendo que fuéramos capaces de lograr la proeza de ahorrar un 15% en el consumo de abastecimiento, a lo sumo que podríamos llegar es a un ¡3%! respecto al consumo total por todos los conceptos: Agricultura, Industria y Abastecimientos. Esto es verdad, pero hay que decir toda la verdad. Veamos. Este ahorro del 3% equivaldría al consumo de agua de unos 6,5 millones de españoles al año. Sin embargo, si se tuviera en cuenta que el mayor gasto que se produce en España procede de la Agricultura, una buena política sería la de revisar dotaciones en determinados tipos de cultivo. Por ejemplo, entre el maíz, el arroz, algodón y alfalfa, se consume unos 1.000 hectómetros cúbicos/año para obtener excedentes agrícolas (de producción fuera de mercado ó superior a las cuotas marcadas por la UE) lo cual equivaldría al consumo de agua de casi 16 millones de personas. Esto sería una buena medida en caso de aplicarse, si bien con el inconveniente de que su trascendencia mediática no supondría el menor apoyo a las cuestiones hidráulicas del Gobierno. En el asunto del arroz, los arroceros de Sevilla han solicitado del Gobierno la exención del pago correspondiente al canon por valor de 87, 45 euros por hectárea dada la baja producción esperada con motivo de la sequía. Puesto que 1 hectárea de arrozal produce entre 5.000 y 6.000 kilos de arroz, y que se percibe por cada uno de ellos 0,20 €, el negocio para el arrocero es ruinoso: 1.200 euros/hectárea. Por eso, desde Almería se han comprado los derechos de agua correspondientes a determinadas superficies de arrozales. No dudo de que el regante almeriense estaría dispuesto a pagar no sólo el canon estipulado sino que entregaría a los arroceros por cada hectárea, además, 1.500 euros (a razón de 15 céntimos por cada uno de los 10.000 m³ necesarios en cada hectárea de arrozal): Toda la verdad implica tomar en consideración todos los aspectos a que la visión holística del Agua obliga.
Producto, sin duda, de determinada opción política, la actual Política Hidráulica -o mejor, "Hidráulica Política-, lejos de ofrecerse como un instrumento moderno y democrático, se ha convertido en el desbarajuste cerebral más importante de estos tiempos: la planificación, hoy, parece estar en manos de recintos cerrados por barricadas hidráulicas cuyos límites son las fronteras de esta España comunitaria. Cualquier gobierno regional apetece exigir competencias sobre los cursos de agua que figuran en su geografía, de tal forma que hemos convertido este país en un conjunto inconexo de blindajes de ríos interesados y de referencias estatutarias que reclaman sin apuro competencias hídricas, trasvases, desalaciones y embalses. Pero la mayor crueldad hidráulica que debemos soportar proviene de la crítica radical del movimiento ecologista que entiende como tótem absoluto de bondad el extremo intolerable de mantener los cursos de agua tal cual, con sus criminales avenidas y sus devastadoras sequías.
La perversión sistemática de criticar las necesidades hidráulicas del Levante español tiene en la derogación del trasvase del Ebro su punto de partida que, indefectiblemente, ha de terminar de una vez por todas con ese milagro que un día fue la construcción del trasvase del Tajo. No se qué es más grave, si la contumacia antrópica que tenemos por destruir el Medio Ambiente o el cese brutal de la política hidráulica española de los últimos 25 años entre cuyos artífices se encuentran José Borrel (hoy entre bambalinas europeas) y Adrián Baltanás, ayer promotor de un Plan que tenía por objeto "inventar" 2.000 Km. de nuevos ríos de aguas limpias, y hoy al servicio de todo aquello que es contrario a lo que defendió en 1993. -Cambié de opinión- ha dicho.
La derogación del trasvase del Ebro, legítima bajo los cánones democráticos, es sin embargo un error que va a deslegitimar cualquier medida hidráulica que hubiera de tomarse en el futuro. La verdad.
Juan Guillamón
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