miércoles, octubre 04, 2006

LA DEMOCRACIA DESBOCADA




Reconozco que todavía no sé lo que voy a expresar en este artículo por cuanto me pareció que la frase figurada en el título es sugerente. Muy sugerente. Ya veremos lo que pasa.
Pese a este reconocimiento voy a dejar libre la afluencia de mi pensamiento para con sinceridad escribir lo que inicialmente se desprende de mi interpretación angustiada del citado título. Tiene mucho que ver esto con determinada característica de quien abajo firma respecto a que la variable tiempo a veces es una dimensión que nada tiene que ver con mi comportamiento. Impulsivo, mis reacciones son instantáneas (con perdón de Einstein quien parece que demostró que nada en este mundo puede ser más rápido que la velocidad de la luz -Newton y su teoría de la gravedad quedaron en ligero entredicho-) por lo cual, aún teniendo muy presente que no quiero molestar a nadie, mis puntos de vista cuentan con la sinceridad de quien aprecia la verdad como cuestión de imposible subjetividad: la realidad es incierta, oxímoron que se ampara en que para su análisis es necesario un observador y por tanto la apreciación siempre será subjetiva e incierta. Y valga el anterior escolio para justificar lo que a continuación pueda expresar, bajo el amparo siempre justificado de la duda metódica, una vez que hube escrito, por las buenas, el título que preside este artículo de manera tan fascinante.
En efecto, la actitud democrática española parece desbocada en el asunto del Agua, pues tras un cuarto de siglo -en que los esfuerzos de unos y otros, ya procedentes de la izquierda ya de la derecha, llegaron a conclusiones interesantes para fortalecer la riqueza hídrica de España sobre la base del sentido común, de la solidaridad y sobre todo de una aplicación de la técnica ingenieril muy superior a la que pudiera darse en el resto del mundo- hoy las cosas han cambiado radicalmente. Los hidráulicos españoles tienen fama mundial (por eso, que sesudos políticos europeos hayan sido requeridos para dictaminar a favor de determinados intereses políticos respecto a cómo hemos de administrar el agua en España, con todo respeto, me toca ligeramente la punta de la nariz) y en ellos hemos de confiar, siempre y cuando mantengan la coherencia de sus pensamientos científicos y no sean presa de lo que como poco podríamos calificar de mercenarismo político (y bajo el manto ó piel del converso). El desbarajuste actual de la España comunitaria ha dado como resultado el convencimiento autonómico de que las aguas públicas pertenecen a quienes se ubican en sus riberas. Tal disparate en modo alguno es una exageración de mi ligera indignación intelectual sino, por desgracia, una realidad que los poderes políticos arguyen para, con un populismo intolerable, convencer al ciudadano de que defienden sus intereses. En la reforma de los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas (países, regiones, naciones, territorios etc...), hemos venido observando cómo el apunte o referencia al blindaje -odiosa palabra- de las aguas que circulan por los respectivos territorios es cosa de propiedad privada. Unos y otros, con el consentimiento del Gobierno, están troceando lo que hasta hace unos pocos años era el pivote del pensamiento hidráulico: la unidad de gestión del agua, que no entiende de fronteras administrativas. Hemos dado un giro copernicano en este sentido y, sin duda, como consecuencia de una actitud muy desbocada de nuestra democracia.

Resulta verdaderamente difícil asumir con imparcialidad, en términos democráticos, distintas manifestaciones que tienen mucho que ver con la España plural. La madre de Pau Gassol expresó -en castellano- la emoción que le produce a una catalana de pro ver llorar de emoción a su hijo vistiendo la camiseta española sin que por ello se reste ápice a su sentimiento catalán. Esto se entiende, se asume e introduce un sentimiento de admiración al seny diferencial. Todo lo contrario sucede cuando el ínclito Carod Rovira, con el desprecio brillante sus ojos, acerca de España dice: "España, si existe, no sé lo que es". Por mucho que el presidente Zapatero, con la técnica del autómata, nos quiera convencer de que escuchar y debatir con personajes de esta calaña ha de procurar, necesariamente, la convivencia entre todos los territorios de España, la verdad es que... me desboco.

Y la historia de regresar al pasado histórico con la excusa perversa de recuperar histéricamente la "memoria histórica", no es otra historia que la de pretender, manipulando a la propia Historia, identificar a aquellos que no comulgan dentro del PSOE con el franquismo. Esto de procurar insensatamente dividir, de nuevo, a España en dos bandos es un pecado difícil de perdonar. Nuestra memoria histórica total comprende todo nuestro histórico deambular por el mundo, con los buenos y con los malos, talmente que hoy somos como somos y somos, además, capaces de pervertir interesadamente lo poco que de objetivo hay para construir nuestra futura Historia.

Nota.-No puedo resistirme a recordar una película que hace 40 años produjo una impresión imperecedera en mí. Me refiero a la película "El Coleccionista", cuyo protagonista principal (Terence Stamp) secuestra y abduce a una joven (Samantha Edgar) durante un angustioso período de tiempo, tanto que la ansiedad del espectador se hace insoportable hasta que por fin las chica logra escapar de tan enfermo secuestrador: La historia, hoy real, se repite con Natascha. También, con final feliz. Que celebro.

Juan Guillamón

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