Recoge el diccionario escrito por Alberto Sevilla sobre el habla murciana la palabra landrona y la define como "cauce mayor de avenamiento adonde van a parar las aguas de las azarbetas". De otro lado, los cauces de aguas muertas son los escorredores, las azarbetas y los azarbes, también llamados landronas. Aguas muertas que van a parar finalmente a los meranchos, en donde, por milagro -por ensalmo, por lo que sea- se convierten en aguas vivas. Este milagro tiene lugar cada día en la Cuenca del Segura, donde resplandece de hermosura toda la Huerta Murciana, de tal forma que cada gotita que desemboca, si es que desemboca, en el Mediterráneo ha tenido la oportunidad de regar hasta tres veces en sitios distintos. Un milagro, !vamos!, de eficiencia difícilmente inigualable. Landronas y meranchos avenan sin descanso el agua para riegos. Tanto es así que en Guardamar los Riegos de Levante Margen Derecha están considerados como riegos tradicionales de la Cuenca de tal forma que tienen asignados mediante sentencia judicial 15 Hm3 de aguas sobrantes. Y bien que reclaman sus derechos cuando sus bombas hidráulicas se ven obligadas a suspender las elevaciones por la ausencia de agua.
Los meranchos llevan a su vez las aguas de nuevo al río, como nuestras vidas que son los ríos y van a parar al mar, es decir el morir. Pretender a estas alturas estudiar de nuevo eficiencias y dotaciones es poco menos que un insulto para todos aquellos que durante más de un siglo han descubierto, por arriba y por abajo, todo lo que la planificación hidráulica ha sido capaz de resolver. Y más insulto todavía para todos los valientes y audaces pensadores, desde el aragonés Joaquín Costa hasta José Borrell, pasando por Prieto y Lorenzo Pardo de un lado y Juan Benet de otro, y de todos los ingenieros hidráulicos que llevan más de 100 años con su regla de cálculo a cuestas determinando lluvias, caudales, régimen de riegos y dotaciones que sirvan de base para las políticas de uno y otro bando, según estuvieran o no en el poder. Por eso, no quiera Dios que la ministra se ponga a hacer cuentas, nuevos cálculos, operaciones y estimaciones varias porque, a la luz de los últimos acontecimientos -todos ellos llenos de diálogo y consenso (léase talante)- las matemáticas estarán al servicio de la política interesada de su partido y no al de la política hidráulica (siempre tan razonable, ¡ay!), pues esta última ha quedado remitida y vencida por los resultados electorales de hace un par de meses. Resulta a veces patético observar cómo los socialistas de esta Región improvisan argumentos para defender lo indefendible, esto es, que el Trasvase del Ebro no nos conviene tanto como esa alternativa que nadie aún ha podido presentar y que el Partido Socialista lleva como bandera electoral: Desaladoras para la agricultura y mejoras del rendimiento en el uso del agua, ¿en la Huerta de Mula?,
De una vez por todas, la Desalación no es una alternativa para la agricultura ni lo será nunca, salvo casos excepcionales y muy cerca del mar. La única alternativa que tienen los agricultores del Levante es la Transferencia Hidráulica procedente de cuencas excedentarias, lo cual quiere decir que sin trasvases no hay solución para enviar a hacer puñetas esa maldad de la media aritmética que hace de España un país confortable en cuanto a la cantidad de agua disponible: 1000 metros cúbicos por habitante y año. Sí, confortable para la mitad del país mientras que la otra mitad está más seca que una higuera en pleno invierno. Landronas, señora ministra, azarbes, azarbetas y meranchos son algunos de los elementos que hicieron ya eficiente el uso del agua por estos lares hace ya un milenio. Por tanto, señora ministra, no venga V.E a descubrir la pólvora y haga algo por sus compañeros de partido en este periférico Levante que no saben dónde poner el huevo de la Planificación Hidráulica, ayer defendiendo los trasvases y hoy oponiéndose. De dónde, por donde, cuándo y cuánto, señora ministra, esta es la cuestión por resolver. Y pronto, pues de lo contrario que vaya preparando el capazo el PP para recoger votos, mientras la sociedad civil llena sus balcones de sábanas blancas donde se lea claramente la palabra AGUA. Bonita manera de iniciar el diálogo en busca del consenso, es decir, talante.
Los meranchos, señora ministra.
Juan Guillamón
Los meranchos llevan a su vez las aguas de nuevo al río, como nuestras vidas que son los ríos y van a parar al mar, es decir el morir. Pretender a estas alturas estudiar de nuevo eficiencias y dotaciones es poco menos que un insulto para todos aquellos que durante más de un siglo han descubierto, por arriba y por abajo, todo lo que la planificación hidráulica ha sido capaz de resolver. Y más insulto todavía para todos los valientes y audaces pensadores, desde el aragonés Joaquín Costa hasta José Borrell, pasando por Prieto y Lorenzo Pardo de un lado y Juan Benet de otro, y de todos los ingenieros hidráulicos que llevan más de 100 años con su regla de cálculo a cuestas determinando lluvias, caudales, régimen de riegos y dotaciones que sirvan de base para las políticas de uno y otro bando, según estuvieran o no en el poder. Por eso, no quiera Dios que la ministra se ponga a hacer cuentas, nuevos cálculos, operaciones y estimaciones varias porque, a la luz de los últimos acontecimientos -todos ellos llenos de diálogo y consenso (léase talante)- las matemáticas estarán al servicio de la política interesada de su partido y no al de la política hidráulica (siempre tan razonable, ¡ay!), pues esta última ha quedado remitida y vencida por los resultados electorales de hace un par de meses. Resulta a veces patético observar cómo los socialistas de esta Región improvisan argumentos para defender lo indefendible, esto es, que el Trasvase del Ebro no nos conviene tanto como esa alternativa que nadie aún ha podido presentar y que el Partido Socialista lleva como bandera electoral: Desaladoras para la agricultura y mejoras del rendimiento en el uso del agua, ¿en la Huerta de Mula?,
De una vez por todas, la Desalación no es una alternativa para la agricultura ni lo será nunca, salvo casos excepcionales y muy cerca del mar. La única alternativa que tienen los agricultores del Levante es la Transferencia Hidráulica procedente de cuencas excedentarias, lo cual quiere decir que sin trasvases no hay solución para enviar a hacer puñetas esa maldad de la media aritmética que hace de España un país confortable en cuanto a la cantidad de agua disponible: 1000 metros cúbicos por habitante y año. Sí, confortable para la mitad del país mientras que la otra mitad está más seca que una higuera en pleno invierno. Landronas, señora ministra, azarbes, azarbetas y meranchos son algunos de los elementos que hicieron ya eficiente el uso del agua por estos lares hace ya un milenio. Por tanto, señora ministra, no venga V.E a descubrir la pólvora y haga algo por sus compañeros de partido en este periférico Levante que no saben dónde poner el huevo de la Planificación Hidráulica, ayer defendiendo los trasvases y hoy oponiéndose. De dónde, por donde, cuándo y cuánto, señora ministra, esta es la cuestión por resolver. Y pronto, pues de lo contrario que vaya preparando el capazo el PP para recoger votos, mientras la sociedad civil llena sus balcones de sábanas blancas donde se lea claramente la palabra AGUA. Bonita manera de iniciar el diálogo en busca del consenso, es decir, talante.
Los meranchos, señora ministra.
Juan Guillamón
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