lunes, marzo 06, 2006

Ellos saben lo que piensas, nena.



Procede de vez en cuando dar una vuelta por aquellos lugares que no nos son propios. Me refiero a la visita coyuntural que desde la madurez, esto es desde la edad avanzada, debemos girar a lo que los jóvenes denominan acertadamente “zona de marcha”. No sin apuro, uno que gusta de la discreción se interna en alguno de aquellos bares bien repletos de jóvenes universitarios y no tan universitarios, revueltos ellos y dejando ver, a lo lejos, alguna que otra cabellera plateada escondida entre otras más brillantes o más coloridas. Incluso algún atrevido, de esos ya heridos por la vejez, no tienen empacho alguno para releer el periódico del día con la ayuda de esas lentes tan útiles para combatir una presbicia que empezó siendo un leve apunte admonitorio y que finalmente, superada la barrera de los 50, se convierte en nuestra mejor amiga, en la más solidaria y, desde luego, en adminículo imprescindible para cualquier reto de visión en la corta distancia.
Escojo para mi discreto safari el día de jueves. Es verdaderamente una sorpresa ver la animación que hay en la calle. Me dicen, me cuentan..., aseguran que tal día es el que los estudiantes prefieren para sus juergas más o menos organizadas. Lo normal es que me pregunte si es que los viernes es ya un día festivo para los estudiantes. No lo es, también me aseguran. Entonces, ¿cómo es el proceso que sigue un muchacho de 20 años para ponerse en pie en condiciones a las ocho de la mañana después de haber recorrido las rutas nocturnas hasta bien entrada la madrugada y poder rendir adecuadamente durante la jornada de trabajo? No lo sé, pero lo cierto es que las cosas son como son y, además, los tutores universitarios no están autorizados para desvelar las circunstancias estudiantiles de los universitarios so pretexto de que éstos deben responder a esas circunstancias de acuerdo con una madurez que se les supone. Bueno, bien.
La cuestión es que la otra noche, y separados por la barra del bar, quedé algo prendado, no demasiado (me excuso), de los ojos profundos y bellísimos de una joven camarera, de nombre Sara (o Zara). Le pregunté, fijándome en su nariz recta y fina y sobre todo en sus labios tan bien dibujados, como quien no quiere la cosa y con un bien calculado aire de despiste, si ella era partidaria de los trasvases. Cierto que se lo pregunté con el convencimiento de que su respuesta sería afirmativa, pues no en balde estamos en Murcia. Pero su respuesta me sorprendió: dijo que no.
-¿Por qué razón?- repuse, sorprendido (inquieto).
-Porque los objetivos del proyecto no me parecen aceptables- dijo, y yo miré a Sara (o Zara) tratando de disimular mi sorpresa.- Dicen que el agua es para la Huerta, pero es mentira, la Huerta se la han cargado. No hace falta agua para ella, lo que quieren es hacer campos de golf en medio de la Huerta y utilizar el agua para regar esos campos. No nos hace falta agua, es mentira. El agua es para los ricos.
La chica era tan bonita y con un tipo tan mono que casi me dejo convencer por un momento, siendo así que renuncié incluso a explorar ligeramente su escote para mantener con firmeza mis criterios. Pero soy inasequible al desaliento y le dije: "¿Sabes tú que un campo de golf, contando con que no llueva nada, apenas consume para su riego medio hectómetro cúbico cada año?, ¿y sabes que el agua de abastecimiento que se consume por la totalidad de los habitantes de Murcia ciudad es aproximadamente de unos 42 hectómetros cúbicos al año? Claro que no lo sabes, pero con este volumen de agua podríamos explotar unos 84 campos de golf. Ojalá, pudiéramos dedicar agua para esta actividad tan apreciada por los bárbaros del norte, es decir por nuestros vecinos europeos, entonces sí que seríamos ricos todos, no sólo en Murcia sino en España y creo que también en Aragón y Cataluña”.
Le da lo mismo a Sara (o Zara), le da lo mismo. Ella tiene muy claro su punto de vista. Quien se lo ha contado, lo ha hecho muy bien y confía en que ese convencimiento ha de valerle para apoderarse de su voto y del de muchos como ella. Poco importa que el fundamento de lo que piensa Sara (o Zara) sea falso, ella piensa así y ellos, que lo saben, se benefician. De la llamada Nueva Cultura del Agua sólo puedo decir que es una historia sobre la cual se apoyan aquellos que nos han hurtado las bonanzas del trasvase del Ebro: insana pretensión que pretende santificar con el agua bendita de esa Nueva Cultura determinada apariencia de santidad respecto a la protección de la Naturaleza. Querida Sara (o Zara) las cosas son de otra manera. Ni Nueva Cultura, ni santones que la defiendan. Nada de nada. Lo que nos vale es lo razonable y lo deseable, llevado, eso sí, por los resortes sinceros que marcan una planificación hidráulica bajo el punto de vista ético.
Nueva Ética del Agua (que no demonizan los trasvases) contra Nueva Cultura del Agua. Sí, Sara (o Zara).

Juan Guillamón

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno

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