CHILIPOYAS

No se me ocurriría jamás reclamar para uso chusquero la lámpara de carburo que el tío Eugenio Alcántara ponía a mi disposición en el campo del Chichás, allá por La Unión, pues corresponde a un tiempo muy pasado del que ya casi ni me acuerdo. Prefiero chutar sin chirigotas, con un chéster en la boca, mi capote leve de cheviot y una copa de chartreuse en la mano, aliviando de golpe toda la modernidad que la industria eléctrica pone a mi disposición, sin chistar y en mi propia casa. Por el contrario, no creo que el chabacano, chusquero y chuzón de Labordeta, aragonés de chunta, sea capaz de renunciar al estúpido fundamento que lo acredita como chirimoyo diputado aragonés en las Cortes españolas. Me han contado que el asunto de decir Chunta (ya saben Chunta Aragonista o Aragonesa) en lugar de Junta, tiene su sentido en un abordaje sesgado de los regionalistas aragoneses hacia el idioma aragonés fenecido en el Siglo XIV. Fenecido por antiguo y complicado, y sustituido por el castellano racional y científico que terminó de una vez por todas con los vocablos anticuallos del aragonés antiguo y de todo dialecto imperante antes del inicio de la modernidad. Hoy, echar mano en Aragón de la ‘ch’ en lugar de la ‘j’ supone, además de un fuerte calentamiento de chola, todo un hecho diferencial con el que pedir el voto a cierta fraccioncilla de la nobleza baturra. Por ello, para los regionalistas aragoneses, mezcla de elementos típicos de caciques y de rojerío anarquista, decir chilipoyas es como decir gilipollas (más en el caso de identificar fonéticamente la ‘j’ con la ‘g’). Descubrimiento indecocoroso tal como si en esta reseca región propusiéramos el panocho como pendón chocho para que el personal, chusma o no, dedicara su voto al listo de turno y vacío su chirumen (caletre) de sinapsis. Y sin embargo Labordeta, insufrible cantante pretérito en el tiempo, chupóptero, es todo un líder para una porción, bien que exigua, aragonesa. Chitón, el cantautor, mete chobas (embustes) sin medida y no tiene empacho en chorrear a un grupo de diputados. Como un estúpido chipilí (zagal) se presenta en el foro parlamentario para churruscar -mediante el sentimiento torcido- argumentos serios y salvadores para al menos la mitad de España. Como un chochín (pájaro) chocho vuela sobre los escaños para que el Foro allí presente se lo tome a chirigota, le descubra como a un churumbel y le mande (eso sí, muy figurado) a tomar por chulo. Por chorra, churrulero (charlatán) y chupapiedras. De chiripa, dicen algunos, que anda sobre dos patas. Y llegado a este punto permita el lector mi ligera salida de tono, sea condescendiente con mi indignación e indulgente con la exprexión acaso chunga, acerca de lo que me parece la negación de toda actitud política: el chilipoyas (gilipoyas) que Labordeta hubo dirigido a los diputados del PP. Chilipoyas tú, en cualquier caso, aun en Ceutí, donde un alcalde despistado te trajo para que cantaras canciones de chicha y nabo, insoportables aun embriagados en chabela (vino, maíz y azúcar). Y te dio un inmerecido cheque, pues ni sabes cantar ni mucho menos debatir.
Cerril como Labordeta, pocos. Insolidario con los que en la sequedad de los chiriviscos (secos zarzales) nos movemos, como el que más. Populista de la chorrada y la charrada (cosa de mal gusto), el Labordeta más nos valiera en otro sitio, tocando con ira la chirula (flautín) casi de chiripa, en otro ámbito pleno de horterez inmisericorde. Con él es imposible dialogar pues tiene predispuesto el sentimiento torcido hasta situaciones inamovibles. No es posible el consenso con baturros de su estilo, quienes hartos de ver chopos en las riberas de los ríos no son capaces de imaginar sequedades de ramblas, ni comprender que llamar río al río Sangonera, o al Mundo, o al Mula, es todo un eufemismo. Pero esto es lo chipén, la auténtica verdad. En la cuenca del Segura no hay ríos sino cauces y a todo esto el Labordeta subido en su chirimoyo tropical, despistado, sacando de la chistera el chiste por el que la Chunta llama chilipoyas a los diputados que defienden un reparto, mínimo en su justeza, de la hidrología nacional.
Tú eres, sin duda, más chilipoyas que ellos, por eso, por lo que has dicho, (¡castelar de pacotilla!) más te valdría haberte ido a las palas a esjiñar. Sería, con mucho, una actitud más decorosa que la de sentarte en un sillón de diputado. Y, de verdad, un tipo como tú estaría mejor de chiticalla (calladito), delante de una taza de achicoria y un papel en la chepa que dicte: Chilipoyas.
JUAN GUILLAMÓN