Echando un vistazo, casual, a mis archivos
del ordenador, encuentro una carpeta que titulo ‘Pendiente’. Imagino que son
artículos a los que no se les dio el visto bueno a su publicación por quien
correspondiera y pasaron a engrosar esa carpeta. Es muy factible que eso fuera
así pues en alguno de ellos me he producido con demasiada ironía y yo mismo,
ahora, debería pedir disculpas por ello. Así lo hago y así lo publico. Eso sí,
no todos estarían sujetos a la condición de epodos o epigramas. No todos.
EL COLOR ROSA PALO
La esmeralda es una piedra preciosa
carísima, tan cara que está al alcance de muy pocos y cuyo lugar de exposición
debería limitarse, no tanto por su belleza como por su precio, a museos y
exposiciones varias. Pese a ello algunas damas con sobrado poderío las exhiben
como muestra de pujanza cuando no de omnipotencia y en la mayoría de los casos
con falta de salero. Acostumbrado como estoy desde niño a mirar y remirar todo,
el pasado fin de semana he tenido la oportunidad de estremecer mi propio horror
cuando distraídamente hojeaba los santos
de la revista Hola. Detuve mi atención en la referencia exhaustiva que el
semanario rosa y amarillo hace de las bodas de plata matrimoniales de Antonio
Asensio y Chantal. Antonio Asensio es, además de presidente de Antena 3 y el
Grupo Z, personaje de actualidad por cuanto tiene establecida una agria
polémica (decodificadores y tal) con el portavoz del Gobierno M. A. Rodríguez.
Polémica que tiene que ver sobre todo con el dinero, los capitales y los
rendimientos del mismo, pero que sin embargo (probablemente porque a los medios
de comunicación les importa) tiene todas las trazas de ser una polémica de
corte político, y lo que es aún peor, de guerra crispada de las derechas contra
las izquierdas, fuerzas que por cierto han perdido el norte de sus respectivas
ideologías y defienden (por supuesto que coyunturalmente) lo que en principio
parece todo lo contrario de lo que habrían de defender. Como vivo en provincias
y mi jaque es simple ó sencillo no me entero demasiado bien de las cosas que
por la capital se debaten pero mi exclusivo instinto me lleva a pensar que el
tal Rodríguez presenta un jaez de chulería tan palmaria que difícilmente puede
estarse a su favor a menos que se explique con holgura, cosa que por otra parte
no voy a pedirle pues existen cosas más interesantes que atender a su
explicación. En pugna tiene a un señor, Asensio, cuya presencia se nos muestra
fosca y sombría, sólo alumbrada por el persistente rosetón con que sus mejillas
se adornan. Asensio debe ser uno de los mayores capitales del país; empezó con
el rollo de Interviú, los desnudos y
la apertura, y terminó (de momento) con el control casi absoluto de Antena 3.
Como buen empresario, decidido, batallador y arriesgado (amen de favorecido por
las sínfisis políticas) no ha parado
en mientes para conseguir sus objetivos. Sus aliados, ahora, son los
socialistas. Y parece que en la penumbra de lo que queda una vez que se esfuma
el mundo de la lógica y la razón, y que por tanto ya todo es opinable, ninguno
de ellos ha reflexionado ante el mejunje cronicado que Hola publica del guateque en los dichosos 25 años de Asensio y su
mujer Chantal.
Luce Chantal una gargantilla, o collar,
de oro blanco en la que van engarzados una docena de esmeraldas de respetable
tamaño a juego con pendientes de la misma condición, formando el conjunto un
aderezo de valor incalculable. Subida a unos zapatos de tacón tipo Norma Duval
con su lazo zapatero y todo, nos muestra la dama un conjunto de color rosa palo
verdaderamente espantoso: el vestido de una pieza nos muestra en su parte superior
un enorme escote que intenta realzar el busto, bajar la cintura y por tanto
sugerir un aumento de talla. Alrededor del busto puede verse exuberante tela de
seda con brocados dorados cuyos relieves resaltan sutilmente sobre el fondo
rosa palo que se remata en dos enormes rosas pálidas del mismo color (y que
sugieren capullos rojos pasados de moda) afianzadas por una serie de
tirabuzones
-también en rosa palo - a modo de descuidados
tallos como quien no quiere la cosa. La parte alta del corpiño termina en un
inmenso cuello (volante o erguido faralá) que cubre el pescuezo de la dama e
impide observar si bajo ese corpiño el atavío corporal se alimenta, además, de
pololo y basquiña. Si por delante Chantal parece la duquesa de Urbina sin
canesú de rubíes inmortalizada por Tiziano, por detrás parece que nos
encontramos ante una cortina drapeada con doce lazos con que la emperatriz
Catalina II de Rusia hubo dispuesto en los ventanales de alguno de los palacios
que en vida regaló a unos cuantos amantes. Doce lazos, son muchos lazos. Una
colgadura transversal o manteleta de fina seda remata la parte alta de la
espalda y oculta, bien que parcialmente, el brocado de oro que las escápulas
cuajan sin vergüenzas.
Y por si fuera poco los celebrantes se
regalan, como si tal cosa, sendos relojes de brillantes. Me parece que el
asunto se acerca a eso que, de poder ser, celebrarían las personas vulgares y
de mal gusto. O por el contrario, como si el ama Pascuala en lugar de inspirar
con reiteración la pluma del escritor cubriera sus inagotables ubres con
guadamecí de invierno y motivos sutiles sugeridos por Juan Sebastián Gaviota.
Quiero decir que si finalmente la
guerra de los decodificadores es ganada por los que están de parte del marido
de Chantal más nos valdría decodificar todos nuestros televisores para que de
una vez por todas no veamos jamás ni una sola imagen en la pantalla. Y eso que
la televisión es ya insufrible y hortera: de color rosa palo.
Febrero,
1998
EN NEGRITAS
Siendo más que posible que los
cisticercos de los cenuros se disparen en el subconsciente del ídolo local
y estrella escritora de artículos sobre
todo absurdos, me obliga el instinto a recordar que barroco pudiera ser, acaso,
el papel de pintar que se puso de moda hace un montón de años. El máximo
esplendor de ese papel sustitutorio de la clásica pintura y el gotelé se pudo
apreciar en los escaparates que ofrecen al visitante las porterías de los
edificios. Tiempo estuve horrorizado con semejante moda que nunca me gustó.
Ahora, Martínez Abarca se ha convertido en el papel pintado del articulismo
fácil; para él no existe la pintura y pese a todo este buscador de polémicas
frustrado usufructúa mucho, quizá demasiado, el barroco. Tiene la pluma fácil y
dócil a su propio instinto pero ello no justifica un desvarío que yo califico
delirante. Preso como está de las letras en negritas lleva algo así como un año
esperando el despegue que no se produce. Intelectual de pacotilla o frustrado
según se mire, el pequeño maestro no hace sino inventar historias sin
importarle demasiado a quién adjudicarlas. Es un peligro su pluma pues tengo el
convencimiento de que antes de ponerse a escribir no sabe lo que va a decir;
es, con toda probabilidad, durante el estado pulsacional de su mano y su
caletre cuando se incardina el pensamiento entre intrincados vericuetos de la
palabra escrita. Y nada importa de qué se trate, ni por supuesto de quién: él
escribe e inventa de acuerdo con su mitológica imaginación más propia de
narradores épicos que de cronista facha de los sucedidos locales y decadentes.
El maestro en gramáticas, José Perona,
una noche le advirtió acerca de su futuro: “Vete a Madrid y haz de Campmaiñ” que es lo tuyo. Murcia se te
ha quedado pequeña pues don Ramón Luis, Marqués y el Ruizvivó no dan para más,
aunque los saques en negrita”. Testigo mudo de la recomendación no tuve por
menos que estimar muy adecuado el argumento y siendo que no ha sido posible,
por el momento, ese traslado a la Capital aquí tenemos a José Antonio
inventando la realidad local con la complicidad tácita de los personajes a
quienes alude, la mayor parte de ellos perplejos y medrosos, de manera que a
poco que nos descuidemos el mamón del ama Pascuala, en apariencia destetado,
confundirá al lector erudito por entre los procelosos caminos que llevan al
provincianismo más intenso.
Como al columnista le sale el PP por el
plumero, me pregunto qué sucedería en otras condiciones gubernativas y me
contesto que a lo mejor su pluma de valeriana pervertida encontraría acomodo
allá donde lo mandasen, pues sucede que el personal situado a la derecha de la
derecha es siempre el más acomodaticio del personal anticuado y escalador. Si
se trata de dar valor a la parte hueca de la burguesía, nada más útil que la
aplicación emergente de la pluma del articulista de moda pues demuestra
capacidad suficiente para expresar lo que antes de escribir no está pensado
pero que luego, tras el ejercicio, es capaz de recoger un pensamiento. Es lo
que yo llamo escritura aleatoria, por cierto la más divertida: sorpresa,
sorpresa; es decir, aquella que aplica conclusiones a los personajes que son
escogidos al azar, revestidos siempre de la negrita impresión de la letra y
que, a fin de cuentas, dogmatiza sobre la vacuidad para situar en un mismo
plano a personajes dispares quienes ante Abarca todos resultan ridículos. El
cronista destetado no es capaz de distinguir a Paqui Chelo, Cuqui y el Timbas,
de Borrell, Valcárcel o Jarauta ¿A que va a resultar que el niño de la Pascuala
es un terrorista intelectual? Propongo -no sólo para su propia sanidad mental
sino para los de todos los lectores (vengan de donde vengan)- que Abarca, el
inquietante, dé comienzo a la escritura de una colección de cuentos cortos
(subvencionados por alguna institución de ahorro, claro) en la que se
recogieran las fantasías del escritor sin tener que apelar a letra negrita
alguna y que pudiéramos constatar -los escépticos- ese talento que se apunta
pero que se diluye en el tópico y la vaciedad.
Al ama Pascuala le queda, todavía,
mucho por hacer.
Setiembre,
1998
RECITANDO
A PÍNDARO EN CAMPOAMOR
Una vez, hace años, con motivo de la
celebración de un acto oficial, el ex presidente Collado, una vez que hubo llegado tarde al mismo, como debe hacer
cualquier presidente autonómico que se precie, sorprendió a todos recitando
unos versos de Píndaro. Es de suponer que la mayoría de los asistentes no
prestasen atención a esta circunstancia insólita para un político en acción,
pero yo he de reconocer que a partir de aquel momento la figura de Collado me
resultó tan simpática como lo es en la actualidad. Tuve ocasión de
confírmárselo el otro día en la casa de Campoamor del empresario Teodoro Hernández: ‘me acuerdo de lo de
Píndaro en el Royal Place, cuando la fiesta de Los Mejores de la verdad’. No es un conquistador Carlos
Collado pero en lo de su amor a Píndaro al menos coincide con Alejandro Magno,
el explorador, pues cuando le dieron razón de determinadas circunstancias
rebeldes durante la efímera etapa de brillo que tuvo Tebas, la asaltó y
destruyó en su totalidad con la única excepción de la casa de Píndaro. Yo
hubiera hecho lo mismo aun no teniendo en absoluto alma de conquistador, como
supongo que tampoco Carlos Collado la tendrá, y aun dando por supuesto que los
dioses existen no es menos cierto que les trae sin cuidado el mundo y por tanto
hay que buscar en la perfección de las cosas los caros motivos de felicidad, lo
cual no significa sino que hemos de amar el arte en todas sus manifestaciones.
Todo ello pese a que Reme Romero,
presente en circunstancias de tanto relieve como en esta pequeña y fugaz aparición
de Collado en Campoamor no es amiga de complicaciones excesivas. A esta
distinguida dama, dedicada a las relaciones públicas no como obligación sino
más bien como devoción gratuita, se le dan bien las cuestiones banales, no así
la del tenis de cuya disciplina fue en su juventud instruida por profesores
nativos quienes le animaban en su aprendizaje de tal guisa: ‘perfesto, xacsto; asín, mu bien, le das
muncho mejor’. No fue, Remedios, capaz de logro alguno en esta cuestión
elitista del tenis. Es decir, exactamente todo lo contrario que Carlos Egea, campeón juvenil de tenis y
persona referente en las cuestiones económicas que afectan a nuestra Región,
quien ejerce la elegancia, el buen
criterio y amabilidad aun fuera de su actividad profesional; es decir, puesto
de bañador y tocado con un panamá auténtico, tejido a mano, bien diferente del
que un servidor ha tenido el mal gusto de exhibir pese a que su precio no
brincó las quinientas pesetas. Claro que un artilugio sucedáneo o no, comprado
en el Ferial de Sevilla tiene su aquél. Carlos
Moreno y José Luis Castelló
atienden ciertas explicaciones acerca de la naturaleza del régimen que Fuensanta Lucas administra a su marido.
En los quijeros del yacussi ‘out’ del empresario Teodoro Hernández (esto va pareciendo
una típica crónica de sociedad: ¡abre la muralla!), Santi descubre la avena de
salvao tomada en infusión como la clave del rejuvenecimiento de Carlos Collado.
También, perlas de ajos tomadas a diario cooperan a que ningún esclavejío pueda
esfaratar la salud de quien se aprovisiona de tan natural alimento. Es lo mejor
para la hipertensión. Uno de los tres miembros de esta excelentísima trinidad
de los Carlos, Carlos Moreno, se niega a reconocer la condición de hipertenso
de su tocayo Collado: ‘No me vengas con
cuentos de que ahora eres hipertenso, tú, eres socialista?’. La salud de
Collado, no obstante, es bien explícita. El doctor Ripoll, referente gráfico constante en las páginas del deporte de
este periódico, esa gran persona, apenas tiene oportunidad de preceptuar en
materia de medicina nada a Carlos Collado. Ha de limitarse, en su bondad
infinita, a disponer su casa para los amigos, previa selección que no es tal
pues su casa no obstante prevista por el arquitecto Carballal cerrada es hoy un ágora abierta a la lista interminables
de amigos y allegados del doctor, incluso con Regina Pintado como dueña y señora (así es y así será siempre) de
ese refugio privilegiado que comparten en Campoamor. Por la noche, cena en las
terrazas con la presencia destacada del vicepresidente Gómez Fayrén, el cual en su bondad infinita fue asediado por la
distinguida Reme Romero, quien le acaparó durante toda la noche y no hablándole
de tenis le contó todo, absolutamente todo, acerca de ninguna cuestión. Lástima
que, como es habitual en los salones del doctor Ripoll, no estuviese esa noche
el acreditado cronista de la nada, Sr. Martínez
Abarca, pues hemos perdido la oportunidad de ilustrarnos acerca de todo lo
que dijo Reme Romero y no pudo decir Gómez Fayrén. Es de destacar la dedicación
absoluta que María José Serrano
dispone hacia su marido, el vicepresidente: siempre el rabillo de su ojo
derecho está puesto en él. Más de uno
vio frustrada la oportunidad de intercambiar con Gómez Fayrén impresiones de
rigor intelectual: ¡no fue posible! Puestos a valorar lo que Reme Romero deja
valorar, en esa noche de Campoamor, al amor de una cada vez más suave brisa de
levante, es preciso destacar la sana rivalidad en cuanto a belleza se refiere
entre las damas de Campoamor y de La Manga. Así, pudo observarse la exquisita
presencia de Rosa Hernández y Charo Caballero por parte del enclave
alicantino colonizado por Murcia, y de Cecilia
Castelló y Mariló Flores por
parte de La Manga (dentro de su modestia), aunque justo es reconocer que en
medio de tanta belleza y en descuido de Reme Romero y a iniciativa de Carlos
Egea, fue posible un intercambio de impresiones entere Carlos Collado y Antonio
Gómez Fayrén, en el que como es habitual es posible hablar de todo sin decir
nada en concreto pero que sirvió para ver y contrastar un par de cosas: una,
que Gómez Fayrén es exactamente la persona que puede representar a murcianos de
mi estilo; y otra, que Collado, pese a quien pese, llevó con mucha clase y
dignidad la representación de muchos murcianos como yo y de todavía más que
tienen menos que ver con mis cosas. En vacaciones, los ex presidentes y los
vicepresidentes están de muy buen ver. Y esto no me lo ha dicho ningún
pajarito. Me la ha hecho ver Teodoro Hernández, el empresario ecléctico y
diversificado: Teodoro, me gusta tu yacussi, pero ese día, ¿donde estaba Rosa Belmonte? La echamos de menos.
Agosto,
1999
FÚTBOL Y RAZA
Soy uno de esos aficionados al fútbol que se han visto
desbordados por la exagerada oferta deportiva que los distintos canales de
televisión nos ofrecen cada semana. El fútbol hace tiempo que pasó de ser un
espectáculo para convertirse en un auténtico negocio cuyos beneficios alcanzan
a unos pocos. Esta cuestión toma especial relevancia en este país nuestro donde
el paro es una plaga feroz y el miedo a invertir, en lo que sea, el común
denominador de los sentimientos profundos de cada español. No creo que llegado
el caso me muestre partidario de aborrecer el fútbol pero algo desengañado sí
languidezco. Puesto que las circunstancias me obligan a convivir intensamente
con el fútbol, tomo éste como excusa para establecer una cierta reflexión sobre
determinado aspecto -hecho diferencial, sin duda- que al hilo de unos
comentarios laterales oídos al bies ciertamente me han chocado.
Resulta que, a lo que escuché casualmente, en Bilbao
han tenido algún que otro problema con la cuestión de nacionalidad a la hora de
confeccionar la plantilla del legendario Athletic. No precisamente por fichar a
un entrenador extranjero, que eso es tradicional a lo largo de la historia del
club, sino en lo que se refiere a la opción de contar con determinados
jugadores. Bien sabido es que los del Athletic han hecho dogma del prurito y el
orgullo de no alinear jugadores que no sean vascos. Tal norma ha sido transgredida
en incontables ocasiones, pero eso sí, con justificación subsiguiente. Es
decir, aportando datos que, sorteando la regla no escrita y a veces
ridiculamente respetada, han dado con la clave para incluir en la plantilla
jugadores no nacidos en Euzkadi pero sí residentes. Esto es un truco que ellos
mismos se perdonan. Llevados por las circunstancias deportivas, un día
decidieron admitir como vascos a los naturales de Navarra, lo cual tiene cierta
lógica pero también es una trampa a su autoimpuesta normativa. Así Baquero,
Zabalza, Goicoechea y otros han tenido el orgullo de vestir la camiseta del
Athletic. Y como el nivel competitivo se ha pasado de rosca y la norma les
perjudica, pues no hay territorio o país sencillamente perfecto, el pasado
verano le estuvieron dando vueltas a un francés con antepasados naturales del
sur de Francia, concretamente en lo que se ha dado en llamar el País Vasco
francés. No debieron encontrar papeles con datos suficientes porque el
pretendido fichaje se diluyó dulcemente y el asunto no cuajó. Finalmente (esto
es lo que escuché, sin oír demasiado, a un colega de Bilbao), hace unos pocos
días, en una Asamblea del club, cierto compromisario propuso que la norma
racial dejara de aplicarse a partir de la fecha (sin duda el compromisario
prefiere triunfos al mero orgullo de ver repleto de paisanos su equipo). Parece
que la propuesta fue acogida de forma favorable por la mayoría de los
asambleístas y, aunque la cosa no ha llegado todavía a mayores, el resultado de
la propuesta está por ver. Mientras tanto, los dirigentes del club han hecho, y
se han quedado tan panchos, una (¡última!) trampa: han dado por buena la
procedencia de un jugador de Logroño para ser considerado vasco. Se trata de
José Mari, el cual jugador se convierte en un referente de verdadera
importancia de cara a lo que ha de deparar el futuro a los vascos. La
justificación transitoria que afecta al no cumplimiento del dogma no puede ir
más allá de que el territorio de La Rioja es colindante con el de Euzkadi, lo
cual por extensión puede llevar al Athletic a contar con jugadores de Pozo
Estrecho o Barranda, si es el caso de que, por esa ley no escrita de
crecimiento en mancha de aceite, la razón nacionalista pudiera ampliarse. Claro
que para que el de Pozo Estrecho o el de Barranda pudieran alinearse en el
equipo de Bilbao, primero haría falta que lo hubieran hecho (por ejemplo) uno
de Alcañiz y otro de Casas Ibáñez como mínimo, y por este orden.
Lo
mejor para evitar suspicacias en aquellos que no damos demasiada importancia al
valor racial del paisanaje es que de esa norma los del Bilbao se olviden (como
hizo la Real), aunque esto realmente tenga el "gravísimo" peligro de ver alineados en las filas
rojiblancas a un indio del Paraguay o un moreno de Gambia. Hasta ahí podíamos
llegar.
Octubre,
1996
PRONÓSTICO
DEPORTIVO, Y MOTE.
Siendo posible que el equipo de fútbol de la capital
pueda llegar a disputar la liguilla final y obtener el ascenso de categoría,
repaso con mimo las clasificaciones de los otros grupos encuadrados en la
división 2º B para prever la composición de una liguilla en la que el Murcia
acaso pudiera darse por satisfecho. Melilla, Getafe y Bermeo junto con el
equipo local compondrían un grupito en el que los murcianos serían favoritos para dar el salto de
categoría. Ninguna duda acerca de que los equipos azules, Getafe y Melilla,
serían devorados no tanto por la capacidad de los futbolistas locales sino por
las ganas tremendas de lo que queda de la ayer muy numerosa afición
pimentonera. No sé qué pensar de los de Bermeo en cuanto a sus valores
futbolísticos, entre otras cuestiones porque, creo, jamás han estado en segunda
división A, categoría a la que este año aspiran con todo fundamento. En el
valle de Urdaibai la tremenda rivalidad, de todo orden, entre los de Bermeo y
Guernica (Gernika, para los iniciados) está ciertamente atemperada por las
diferencias futbolísticas entre los costeros y los de arriba del Valle, lo que
no ha sido óbice para que los de Guernica, haciendo gala del mejor sentido del
humor que anima las rivalidades locales, hayan recordado (hace poco y con
relativa privacidad) la incomodidad que ofrecen sus rivales, los de Bermeo,
tanto a los que viven como a los que visitan esta bonita localidad vasca.
Resulta, dicen los guernicanos, que lo primero que le sucede al visitante que
llega a Bermeo es que su patronímico original comienza un inevitable camino
hacia el desuso impelido por el hecho curioso de que todo hombre por el mero
hecho de serlo tiene en Bermeo un mote. No pasa un instante apreciable de tiempo
sin que esto se produzca. Es el caso de un sacerdote que llegó a la villa antes
mencionada y que fue recibido por un vecino de nobles instintos el cual le
apercibió: “Padre cuídese que aquí nadie se libra del mote”. “Lo sé, hijo, y
por ello vengo precavido”. Dicho y hecho: A partir de ese día y hasta su
muerte, el padre en cuestión fue comúnmente reconocido como el “El Precavido”.
Ningún problema habrá de tener, pienso, el Real Murcia
caso de verse en el brete de dirimir sobre el césped el derecho a participar en
campeonatos sujetos a categorías más acordes con la historia y magnitud de la
ciudad que le da nombre. Es más, por si las moscas, además de cambiar al
entrenador, perfilar la alineación más favorable, discurrir sobre los esquemas
tácticos a emplear y, sobre todo, ensayar el disparo a puerta, convendría
asumir con orgullo el mote de “pimentoneros” que sobre los murcianos cuelga
desde que el fútbol es fútbol. De esa manera no cabría la posibilidad de que
nos colgaran sambenito alguno (cruzo los dedos). De paso, y sin que este hecho
pudiera ser reconocido por los de Bermeo, sería posible admirar en Guernica
cualquiera de los tres árboles que en su conjunto fortalecen no tanto la
belleza de la capital del Valle como la supuesta integridad, cuando no tozudez,
vasca: el viejo roble de trescientos años (muerto), el actual roble (enfermo),
protegido por las ocho columnas del templete, y el retoño que en su día, no muy
lejano, sustituirá al anterior. Porque si bien es cierto que Bermeo tiene mejor
equipo de fútbol que Guernica no lo es menos que esta villa atesora hechos y
sucedidos de muy alto rigor histórico, de los cuales Las Juntas Generales de
Vizcaya (Bizcaia para iniciados) dan buena cuenta a fin de formalizar el
mandato (no tan ancestral, de otro lado) de ‘conservar los derechos históricos
de los territorios vascos o, en su caso, restablecer y actualizar su
organización en instituciones privativas de gobierno’.
Esto es lo que pasa en Guernica, lo que
hubiera de pasar en Bermeo (si Dios tuviera a bien otorgar al Real Murcia el
tercer o cuarto puesto del grupo III de la 2ª división B y que, sin necesidad
de mayores alardes teocéntricos, el Bermeo resultara campeón del grupo II, para
que de esta manera se vieran las caras en el transcurso de la liguilla de
ascenso el Bermeo y el Murcia) sería que la victoria correspondería, sin duda,
a aquellos que orgullosos muestren el color pimentonero en sus camisetas, lo
cual daría como resultado el nunca jamás sospechado regocijo que supone
ascender a 2ª División A. Ni la galerna, ni los cien mil hijos de Pichichi, ni
nadie de Bermeo osaría apodarnos de otro modo que los ‘Campeones’. Estén todos
precavidos.
Mayo. 1999
LA JUNTA GENERAL DE VECINOS
Me he visto obligado a reflexionar pues
de siempre he tenido la certeza de que los presidentes de comunidades de
vecinos, una de dos, o son los más estúpidos de la comunidad o por el contrario
las mejores personas. Siendo evidente que no estoy entre los componentes de
este segundo grupo, me agobia la idea de estar (sin siquiera yo sospecharlo)
entre los del primero puesto que me acuso presidente (espero que coyuntural) de
mi urbanización en La Manga. Sin duda que una vez más he de cambiar de
criterio, hacerlo más permisivo o cuando menos más extenso, de manera que en el
cupo de pardillos que ostentan la presidencia de cualquier escalera o grupo de
dúplex en la costa, he decido incluir a aquellos que, una vez decretada por la
Iglesia la desaparición del Limbo, se hallan perdidos en el mundo y agobiados
en su propia inmanencia. El otro día tuve que presidir la Junta General
correspondiente a este año de la comunidad de El Pedruchillo, de la cual, ya
digo, he resultado presidente por la traición involuntaria de mi amigo Mariano
Armijo, jubilado fetén de setenta años que fue arrebatado por la pasión de un
amor (espero que no postrero) y se largó a Marbella, no sin antes vender su
dúplex en tan sólo un par de semanas y dejando en agua de borrajas su
compromiso de no encomendarme demasiados trabajos comunitarios, tras haberme rogado
hasta la saciedad que aceptara el cargo de vicepresidente para, de esta manera,
quitarse de encima a un vecino no grato que le presionaba con la intención de
hacerse cargo de esa vicepresidencia a la que yo me negaba, no tanto por falta
de estupidez como de manifiesta insolidaridad. Además, a lo largo de toda mi
feliz estancia en La Manga, mi única actuación contrastada en materia de
vecindad fue hace unos años cuando aparecí en el ágora para votar a favor de
hacer fijo al jardinero de la urbanización. Lo defendí, votamos y me fui. Mi
reaparición comunera de este año ha sido como violentísima: una vez hecho fijo
el jardinero, nada me ataba a la comunidad y sin embargo me he visto (por culpa
de cierta mujer marbellí) en el trance de figurar en el centro de una mesa
presidencial.
No me gustan las asambleas vecinales de
los vecinos que vienen a pasar un mes en la playa. No me gustan porque casi
todos se pelean por idioteces: la perrita de la vecina se hace pipí en mi
patio; el alemán de al lado aparca el coche justo en la puerta del garaje
comunitario; el pino del señor del bungalow ciento doce no deja podar el pino
que tapa la visión del su vecino de arriba, el del dúplex; las sombrillas hay
que retirarlas de la playa de un día para otro; el contenedor de las basuras
hay que meterlo en una caseta; los niños rompen las matas y arbustos del
jardín; ¿porqué el del restaurante sacas sillas y mesas a la plaza?; no se
puede subir con arena en los ascensores; ¡a ver si esos señores de Madrid pagan
de una vez los gastos de comunidad!; el sátrapa del cuarto de la escalera uno
de la fase dos ha pintado de amarillo su terraza pese a que la urbanización es
toda ella, ¡toda!, blanca; el seguro global de la urbanización es muy caro y
luego, seguro, que tiene truco; hay que cambiar la ‘iguala’ de la piscina
porque es muy cara; ¿porqué no se recortan las puntas de las palmeras y yucas
del paseo?; las cuentas están claras pero en las facturas debe figurar el IVA;
¿quién ha dicho que a las doce empieza el eclipse de sol?... Durante toda la
reunión no hice sino acordarme de Mariano: ¿porqué te has enamorado? Para hacer
frente a las coyunturas que pudieran presentarse puse en práctica la teoría
empleada por el ex alcalde Méndez que a su vez la hubo recogido del ex
consejero Candel, la cual dice: ‘En toda reunión suficientemente numerosa
siempre hay al menos un hijoputa, un tonto y un maricón. Si logras
identificarlos tendrás dominada la coyuntura’. Hice todo lo posible por
efectuar tal verificación sin éxito por lo que me alarmé y decidí, como medida
alternativa, ver si entre los vecinos habría alguno emparentado con un asesor
laboral y cuando quedé convencido de que tal espécimen (son los más peligrosos
en las reuniones de vecinos) brillaba por su ausencia, opté por echar balones
fuera culpando (por supuesto) al Ayuntamiento, que es lo que en estos casos
procede. Sólo al final caí en la cuenta de que el alcalde es precisamente
comunero nuestro. Miré hacia San Javier y con la mirada reproché a su
consistorio ciertas flaquezas en materia de circulación, semáforos y
aparcamientos, no sin antes proceder a la aprobación de las cuentas del
ejercicio pasado, las provisionales de éste y el presupuesto para el que viene.
Di la palabra a cuantos quisieron expresarse, organicé la cosa como pude,
trinqué a una buena persona para sustituirme el año que viene y di por
finalizada la sesión. Al cabo de la cual, un vecino de Madrid me dijo, entre
gozoso y extrañado: ‘es la primera vez que asisto a una reunión de vecinos en
la que no se pelea nadie’. Miré de reojo al sátrapa de amarillo y acepté,
ufano, el comentario con satisfacción, me puse las gafas de soldador y divisé
la parte de sol no oculta por la luna, es decir, el eclipse del sesenta por
ciento que en estas latitudes nos correspondió.
Agosto,
1999
ULISES
La
cualidad de independiente, en sentido estricto, es difícil aplicarla a nadie.
En realidad dependemos no sólo de nosotros sino de nuestras propias
circunstancias. Es más, puedo afirmar que las vidas de cada individuo son como
un viaje permanente alrededor del respectivo ombligo. Si todo gira alrededor de
él, no hay problema; en caso contrario, la historia demuestra que es otro
cantar. Debemos, por tanto, mostrar comprensión infinita para juzgar las
actitudes de nuestros semejantes, pues éste o aquél comportamiento improcedente
por parte del prójimo acaso tenga justificación en mérito a determinadas
circunstancias locales que no son precisamente fáciles de tomar en
consideración y que le afectan muy en profundidad. O sea, que no son
independientes. Nadie lo es. Sostienen ( y sostengo) que el individuo es
preferentemente un ser egoísta. Este es el punto de partida. Más o menos.
Incluso que está dispuesto a que perezca todo el mundo con tal de que él (el
individuo) pueda tomarse su café sin problemas.
Si damos por buena la sociología que
recomienda nadar y guardar la ropa observaremos que, en efecto, la acción de
custodia representa una parte muy importante del impulso de cada uno: Guardar la ropa bien y después, si acaso,
nadar. Con la corriente a favor y muy pendiente de la orilla: el ombligo
protegido. Ni que decir tiene que entiendo (fui un estudioso aplicado, ayer) la
actitud constante de los políticos cuando mueven el culo para hacer cosas. El
movimiento se produce sólo y cuando se tiene seguridad de haber guardado la
ropa en lugar seguro. Y aunque no sea fácil guardar cosas cuando uno se ve
metido de lleno en el complicado mundo de la política, el esfuerzo hay que
hacerlo. Al político sobre todo le interesa ganar (guardar la ropa), no sólo a
nivel individual sino también a nivel global, pues si no gana "su
partido" es tanto como una derrota individual. Por tanto, primero ganar y
después, si se puede, hacer cosas (nadar): legislar, gobernar y corregir. Eso
sí, dada esta circunstancia, elegirá de entre todas las opciones posibles la
más rentable, seleccionando hábilmente la tarea cuya ejecución resulte más
patente y por tanto estimable a la hora de una posterior consulta electoral.
Ciertamente; llegando a dominar las técnicas que hacen posible vender imagen.
Aunque a veces, rizando el rizo, se venda hasta lo que no se ha hecho. La
independencia es muy difícil en este caso. Más oportuno sería hablar de
coherencia respecto a ciertos preceptos, porque a fin de cuentas la
independencia de cada cual se agota una vez practicada la opción de elegir
algo. A partir de aquí sólo cabe ser coherente.
Penélope y Ulises, ¿quién de los dos
era independiente? ¿Y coherente? ¿Quién controlaba a quién? ¿Encargó Ulises a
su amada la ejecución de telas para batallar sin angustias, siendo cierto que
no estaba inventado el cinturón de castidad? ó ¿Inventó la propia Penélope el
truco del teje/desteje para confiar
al héroe y tener a mano algún tipo menos héroe pero más ardiente? Quizá ninguno
de los dos fue independiente, aunque sí coherentes ambos. Lo más probable es
que los dos, dadas las circunstancias, quisieran nadar guardando bien la ropa
(interdependientes). Que cada cual venda la imagen del mito como más le convenga
pero, eso sí, que la venda bien porque el personal traga lo que le echen con
tal de que esté bien echado.
¿¿¿¿¿
PUBLICIDAD Y ZAPPING
Tengo serias (muy serias) dudas de que
la información que se nos hace llegar a través de los medios oportunos sea
exactamente la oportuna para los intereses globales. Es decir, para todo el
mundo. Por ejemplo, durante los últimos seis años, precisamente esos durante
los cuales las televisiones privadas han conseguido una implantación firme de
cara a los beneficios empresariales, sólo una vez que recuerde he tenido
información (una encuesta) acerca de la incidencia que tiene la publicidad en
los espectadores. Es de suponer que gracias a las campañas publicitarias los
productos se venden. La publicidad es, no cabe duda, un gran coste de producción
para algunos artículos, tanto que sin ella probablemente no sería posible la
venta y el posterior consumo de ellos. Pero sucede que con esto de la exagerada
oferta de canales y la posesión de un endiablado aparatito llamado mando a
distancia, la mayoría de los telespectadores se han aficionado y hasta
acostumbrado al zapping, de tal modo
que durante el periodo de tiempo dedicado a los anuncios publicitarios se
aprovecha para dar una vueltecita por otros canales, llegando incluso a
modificar la atención al canal previamente solicitado para entregarla a otro
programa más sugestivo emitido desde otro canal. Según la encuesta, durante la
emisión de publicidad, tan sólo el dos por ciento de los telespectadores
permanecen atentos a la pantalla. El resto, noventa y ocho, esto es casi todos,
hacen lo que yo: pegarle al zapping.
Sin embargo parece que las cosas funcionan en el mundo de la publicidad porque
cada vez hay más movimiento.
Sin la publicidad, ya lo he dicho, no
hay posibilidad de ventas. Algún producto aglutina en sus costes pocas partidas
más. Tómese como ejemplo para la presente reflexión el caso de algunas bebidas
cuya fabricación es sumamente sencilla: un mucho de agua, unas pocas sales y un
envase sugestivo pero barato que se vende en el mercado a 100 pts. Si se
analizan los costes, veríamos que los "materiales" de la tal
composición apenas alcanzan en su costo cuatro o cinco pesetas. Hasta llegar a
las cien del mercado sólo hay gastos de distribución y la publicidad se lleva
la palma en cuanto dinero.
Si resulta cierto (véase aquella
encuesta) que sólo el dos por ciento de la población teleadicta recibe el
mensaje, ¿cómo es posible que la televisión siga siendo el medio publicitario
por excelencia? Probablemente porque el anunciador mete su spot en todas las cadenas, a todas horas, con la contumacia a que
le obliga el mercado y de esta forma tiene la seguridad de que una vez,
siquiera una sóla vez, habrá de atrapar al zappinero
impenitente.
Son precisamente los publicistas a los
que no les interesa decir o contar que el personal no está por la labor de
contemplar anuncios en las televisiones pues esto repercute en la subsiguiente
contratación de sus productos, si quedara en evidencia, como presumo, que los
anuncios no son vistos por la inmensa mayoría. Por todos los medios intentan
(son especialistas) que esto no se sepa. Pero se sabe. Y la publicidad sigue,
para que haya consumo.
El consumo es bueno porque (entre otras
cosas peores) permite repartir la renta. Si no se consume, no hay ventas. Si no
hay ventas, los comercios cierran. Y si los comercios cierran, la gente se va
al paro. Hace treinta años estaba bien visto declarar la guerra al consumismo:
llevaba al hombre a la alienación y el aburguesamiento y, sobre todo, el
consumo era un invento de los americanos para sacarnos los cuartos a los pobres
subdesarrollados. Hoy día el consumo es necesario. Los que nos inducen a
consumir se apoyan en la publicidad, de tal suerte que nos arrollan. No me
quejo de ello, porque me encanta consumir. Consumir chorradas, cositas innecesarias casi todas, que me hacen feliz. Me
gusta comprar en comercios pequeños atendidos por el patrón y uno o dos
aprendices. También en el gran comercio venido a menos que se mantiene por
tradición, a trancas y barrancas, con esfuerzo y sin perder la esperanza,
luchando contra la maldición de las economías de escala.
Con publicidad o sin ella, si me ataca
o no, rehuyéndola, deseo consumir porque el adecuado consumo es síntoma de que
las cosas han de ir mejor. Por todo ello perdono a quienes nos ocultan que la
publicidad televisiva no se ve o no se le presta la atención que la inversión
producida requiere. Con anuncios o sin ellos, hay que seguir consumiendo. Y eso
que me paso por la entrepierna del arco del triunfo los cacareos de algunos
(¿todos?) respecto a los índices de audiencia, sobre todos los de un tal
Navarro que navega nocturnamente y al cual, con el debido respeto, espero
dedicarle algún día en mejor ocasión mi comentario justo y saludable.
Octubre,
1996
LA
LUCHA ANTITERRORISTA
La razón de Estado, ya no sé si desde el punto de vista
conceptual, si desde la rutina democrática con que se desenvuelven los estados
modernos o si desde el punto de vista estricto de la demagogia con que se
formulan las cosas hoy -y en un mañana siempre descaradamente próximo-, no es un
invento de ahora, ni por supuesto un invento nacional con la etiqueta del verbo
democrático, vacío, que emplean unos y
otros de acuerdo con los aires favorables que la rosa de los vientos,
regladamente, establece no sólo en el marco físico de la España comunitaria
sino en el mundo siempre proceloso de las ideas pragmáticas. La razón de Estado
-de siempre- ha sido la gran cuestión a resolver por ciudadanos, territorio y
gobierno, es decir -valga la redundancia- por el propio Estado. Por mantener
sólidos los pilares del Estado ha valido casi todo. La organización democrática
de los pueblos modifica (para bien o para mal)
los límites éticos o morales, de hasta donde es lícito llegar con tal de
lograr el objetivo. Como todo es cuestión de límites y la única ciencia exacta
son las matemáticas (2 y 2 son 4, por aproximación suficiente y sólo en el
sistema decimal, pues 2 y 2 son 10 en sistema binario), la determinación
artificiosa de esos límites es precisamente la que nos puede llegar a dar la
bondad o no de los comportamientos
políticos basados en el respeto a ultranza de la razón de Estado.
Desconozco (aunque presumo que por
razones de Estado) el porqué de las ausencias de encuestas acerca de lo que los
españoles piensan sobre de la historia interminable del GAL. Acepto, como
ciudadano, lo que no tiene de peregrino de las explicaciones del ex presidente
González, pues un simple cálculo matemático me hace ver que efectivamente el
Gobierno no se ha tomado por la tremenda el combate a la banda de ETA. Si lo hubiere
hecho, además de haber montado un pollo
de importancia, probablemente el número de víctimas entre los asesinos
terroristas sería bastante más elevado. Sin embargo, también está claro que el
anterior Gobierno se ha movido muy cerca del peligroso límite que separa los
procedimientos democráticos de la defensa pura y dura de la razón de Estado.
Pero nadie ha de rasgarse las vestiduras porque no procede. El hecho de que
todos los partidos reconozcan, una vez al año (aprobación de los Presupuestos
Generales), el establecimiento de la correspondiente partida a la aplicación de
Fondos Reservados, se está dando vía libre, moral, ética y supuestamente
democrática, a la utilización de medios no demasiados ortodoxos para luchar
contra lo que se estime oportuno y defender el Estado. Otra cosa es que la
banda de Roldán, integrada por unos pocos, se hayan reservado criminalmente
parte de esos fondos. ¿Para qué son esos fondos reservados? Ciertamente para
sufragar gastos que no han de ser comprobados por el ciudadano. Es de suponer
que no se dediquen al pago de limosnas, a la contribución de fondos de ayudas a
regiones poco desarrolladas, ni a nada por el estilo. Los pagos hechos con
fondos reservados han de estar al abrigo de las (siempre) muy ortodoxas
funciones de los terribles interventores del Estado. Han de ocultarse porque lo
que se va a pagar es irregular. Tomemos, por ejemplo, el pago a confidentes,
malhechores y arrepentidos y demos por bueno que no es saludable para ellos que
figuraran en sus declaraciones -explícitamente- determinados cobros por delatar
a los malos. Llegados a este punto ya
estamos perdonando, además, que de sus ingresos nuestra Hacienda Pública va a
hacer la vista gorda, con lo cual en cierta medida traicionamos los principios
de solidaridad que han de darse en nuestro estado democrático. O sea, que
tragamos. Según este razonamiento, todo es cuestión de tragaderas, y tragando,
tragando, podemos llegar hasta el disparate. En particular, admitir que matar a
unos pocos para salvar a muchos no es de excelente recibo, y sin embargo
todavía hay guerras por muchos rincones del mundo. Siempre prevalece la razón
de Estado.
Bueno sería, sobre todo por la larga
duración de los procesos políticos con base en el GAL y ETA, poner unos límites
razonables y acotarlos bajo el supuesto de unos mínimos comúnmente admitidos.
Para ello propongo las siguientes medidas: A) Publicar una encuesta, muy
actual, acerca de lo que los españoles piensan del GAL. B) No discutir más
sobre la conveniencia o no de poner sobre el tapete los famosos papeles del
CESID. Esto es, no desclasificar nada. C) Dar por buena la explicación final de
González respecto a los límites que se hubo fijado para combatir extra Gobierno a ETA. Y D) Resolver mediante el castigo oportuno el
asunto de los chapuceros de mano larga que han enmierdado, con ayuda de los fondos reservados, la lucha del
Gobierno por hacer respetar la razón de Estado frente al terrorismo.
Noviembre,
1996
PANTALONES
VAQUEROS
Haciendo gala de intrepidez e imaginación, como todos
los años, algunos hemos entregado nuestro tiempo libre a la mayor gloria de la
costa murciana (cálida costa) durante el período vacacional de la Semana Santa,
período por cierto cada vez más extenso y sobre todo mayormente sancionado como
lapsus vacacional de gran rigor (casi, casi como el propio verano). Algunos, ya
digo, hemos colaborado en elevar el índice de ocupación de La Manga durante la
Semana Santa, de manera que, siendo cada vez menos santa y más pagana, los
responsables de responder a los ciudadanos repelentes acerca de las bondades o
no de las ocupaciones hoteleras y demás ratios arbitrarios, pueden sentirse
satisfechos de su gestión eficaz por la cual nuestros escasos hoteles y
numerosos apartamentos camuflados en el alquiler han estado pletóricos de
personal durante este anticipo de veraneo forzado por las circunstancias de la
gente de Madrid, sobre todo, que más que venir a la playa parece que ‘huyen’ de
la capital. Y también algunos de Murcia quienes a despecho de dejar abandonada
la ciudad festera y procesional se ubican por entre los señoritos de Madrid y
establecen planes, programas y proyectos con los compañeros de siempre,
contumaces moradores accidentales del apartamento de playa pendiente de
amortización financiera.
Con
La Perdiguera al frente, en pertinaz imagen para todos los que la contemplamos,
hemos pasado más de un día en sus arenas o tierras, con el arroz al punto, la
pequeña motora en la orilla y parte del motor de aquella descojonado en la
náutica de turno. Por entre lubinas, doradas y salmonetes, apareció, como un
milagro, un conejo cocinado con arroz en La Gaviota. Y aunque mi vecino de
enfrente, don Carlos Moreno, mantiene que el tal conejo era del Mar Menor, dudo
de su juicio por una vez para constatar que el conejo que distinguió a la paella
con su sabor no era de tal procedencia sino todo lo contrario: de un monte y
bien alto. Por un día, y sin que sirva de precedente, en toda la Perdiguera
brilló por propios méritos el conejo que dejó a un lado a tantos magres,
lubinas y doradas que como siempre a su santo antojo han poblado y poblarán las
mesas de todos los restaurantes costeros.
Y por la noche a recogernos en la solemnidad nada
silenciosa de los desfiles patronales en Cabo de Palos, con sus cortejos
marineros, sus distinguidas señoras tocadas con mantilla y peineta
tradicionales y, como colofón excelentísimo, la comitiva de autoridades del más
alto nivel. (Mantiene el ex alcalde de
esta capital, José Méndez, que la media etiqueta en actos protocolarios
consiste en hacer gala de oscuridad en lo alto del terno y descuidar - acaso
con cuido- la parte baja, de manera que los vaqueros o tejanos certifiquen el
contrapunto azul chispeante a la lobreguez de las alturas, todo ello como
admiración perenne hacia Pedro Toledo, aquel elegantísimo banquero que se
permitió asistir de tal guisa - blazier y vaqueros- a cierta recepción otorgada
por Su Majestad el Rey de España). Pues bien, de entre las autoridades que
desfilaban el jueves de pasión (ayer, jueves santo) destacaba el pantalón
vaquero del local presidente de las Cortes Españolas, Sr. Trillo. Visto desde
uno de los ventanales de La Tana, aparcado el menú y sobre la mesa, siempre,
vino de Cartagena, blanco y muy seco, la imagen del presidente situado en el
centro del cortejo, tras el paso del Cristo marinero acaso pudo resultar
ridícula, quizá improcedente, para algunos de los que nos encontrábamos a las
puertas de tan acreditado restaurante. Y, sobre todo, si girando con discreción
la vista a izquierda o derecha se pudo admirar las figuras elegantes y sobrias
de quienes acompañaban al local Trillo: F. Beltrán, presidente de la Asamblea
Regional, y JJ. Peñarrubia, Delegado del Gobierno, quienes con impecable terno
oscuro precedían en elegancia y distinción al ayer Delegado del Gobierno JM
Eguiagaray ¿Es posible que tras el decreto firmado por el presidente Aznar
declarando ‘centrista’ a su partido se haya producido una especie de fervor
revolucionario entre los mandatarios populares hacia la transgresión
indiscriminada de las costumbres conservadoras aun a despecho de hacer el
ridículo? Pese a ello no estaría demasiado de acuerdo con que en el futuro más
o menos lejano alguien, ayer de derechas y hoy centrista convencido, presidiera
algún acto oficial celebrado en ambiente playero investido de taparrabos exprés
bajo estricta zamarra azul y corbata de seda.
¿¿¿¿¿¿
Murcia capital, hacia finales del siglo XX.