Hoy se cumplen
dos años del desgraciado descenso a 2ª B del Real Murcia. El fútbol solo es una
diversión, pero tan profunda que sus fracasos te hacen llorar. En Girona
lloramos muchos, mucho. La manera en que se produjo el accidente fue demasiado
cruel. Suerte que en un año nos ‘devolvimos’ al lugar que nunca debimos abandonar.
Y, hoy, 19 de junio, la suerte es que podemos aspirar a subir a Primera, lo
cual no es mucho pedir por cuanto Murcia Ciudad es, en cuanto al número de
habitantes, la séptima capital de España. Y, la Región, una región puntera: Murcia, Cartagena, Lorca, Molina, Yecla… y
cuarenta más.
Celebro esta efemérides con
alegría y buena disposición. Tan buena que lamento el descenso del Cartagena,
del Lorca y de La Unión (pero espero satisfacciones de Yeclano y Águilas). Todo
sea por la Región. Viene a cuento de lo que cuento, la mala imagen que la
afición del Cartagena dio en su vergonzoso partido del 0-4 con el Albacete. En
su día apunté que tal actitud fue miserable; Díaz Manresa –cartagenero de pro-
también advirtió de esa, digamos, no agradable actitud y sus peligros. Tal
peligro, por desgracia, se cumplió mucho antes de lo que el más pesimista
pudiera entender. Bien, mi actitud ante esta nueva circunstancia sobrevenida no
puede ser –de ninguna forma- similar a aquella que he censurado. Lo digo con
claridad, el descenso del Cartagena fue una mala noticia y, por tanto, deseo su
ascenso con la misma velocidad con la que se produjo la de mi equipo: un año.
Y, desde luego, si la ovación con que se premió el penalti de Girona mereció mi
indignación, ¿cómo habría de aceptar que yo procediera de igual forma? La
educación, la grandeza y honorabilidad se debe manifestar con largueza:
olvidando lo pasado y deseando para todos un futuro mejor. Ya, si perdonar es
de inteligentes, olvidar, quizá, de poca listeza pero en tal circunstancia, perdono y
olvido.
Pero no es el caso del
director-fotógrafo (ortógrafo limitado) del digital Sportcartagena, quien
convirtió un educado comentario mío en ¡un artículo demoledor hacia el
Cartagena!, dando pie a una serie de incontrolados comentarios anónimos en su
periódico y que, en virtud de su vesania, no controló. Este señor debe pagar con
su vergüenza el daño moral que me hizo, yendo de cabeza a la cárcel de papel que
se merece. Allí debería aprender a escribir sin faltas de ortografía,
respetando la sintaxis y, por demás, recibir de Arturo Pérez Reverte su
magistral consejo: “Escribir es fácil; sujeto, verbo y predicado. En este orden”. Como no
hablo de bromas, considero necesario decir que guardo algunos de sus más
comprometidos artículos en donde la morfología y sintáxis son todo un
espectáculo.
De Cartagena, pienso como el
95% de los propios cartageneros. No hay problema; al menos debe ser así.
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