Sí, por estúpido que parezca, me gusta el fútbol. En todo caso mi participación en él no se corresponde con una situación divertida. Al contrario, entre derrotas y opiniones acerca de lo mío lo cierto es que el asunto dista mucho de ser placentero. Y si de ir al grano se trata, voy. No creo que haya intención más perversa por parte del mediocre que tratar de ampliar el criterio -que a él se le adjudica- a todos los individuos que comparten su actividad, de modo que si a él se le presenta como mediocre y melifluo, su contraataque resulta muy propio de su propia estupidez. De eso se trata, para él. Para mí, al contrario, las cosas resultan ser mucho más específicas: en el mundo del periodismo deportivo (¡y en cualquier mundo!) distingo bien: los buenos y los malos; los que honran la profesión y los que la convierten en la hez; los eficientes y los mediocres. Entre estos últimos incluyo, por deferencia a la estulticia, a quien por llenar un espacio se aleja de una pretendida amistad (imposible) sin duda por falta de luces y necesitado de unas gafas tan grandes que rodeándole el cogote acaso y con suerte pudiera acercarle a la realidad. Eso como mínimo.
Así es que, ¡va por ti, licenciado alfeñique!, tú (y sólo usted) eres el escaso.
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