Y mi respuesta es:
Mi querido amigo Anónimo, acabo de leer su comentario y debo decir que no me sorprende en absoluto porque, tratándose de un sesudo ecologista, esto que usted apunta y dice es exactamente lo que todos ustedes dicen basándose en la descalificación de quien estima por oportuno establecer las bases por las cuales la Naturaleza debe estar al servicio del Hombre, y no de un modo salvaje (F. Bacon) sino precisamente porque es al Hombre a quien más le conviene que la Naturaleza se conserve en toda su pureza para su propio beneficio. Otra cosa es que perdamos la cabeza, como a veces parece que gente como usted lo hace, y pensemos que lo importante es precisamente la Naturaleza a despecho, en demasiadas ocasiones, del Hombre. Fíjese que uno de los recurrentes criterios que utilizan ustedes, los nada vulgares ecologistas, es instalar a quien han colocado en el ángulo de la insostenibilidad y del desprecio a la Naturaleza en los límites de la ignorancia. Y es cierto, me considero un gran ignorante pero no en el sentido en que usted lo aprecia sino en que soy un verdadero ignorante de tanto como aprendo y, por tanto, sé. Por eso me parece ridículo que usted me recomiende que estudie más, porque es absolutamente seguro que mis conocimientos son muy superiores a los suyos, ya que usted se identifica como parte del colectivo prisionero en ese nicho intolerante del Ecologismo en donde las cuatro normas universales que son de asunción no sólo por ustedes sino por todos no admiten la práctica de pensamiento alguno que no coincida con esas cuatro o cinco cosas alrededor de las cuales se vigorizan en tozudo flash back. Ustedes se oponen de manera religiosa, y lo siento porque creo que sus razonamientos científicos cuando los arguyen no pasan de ser un canto melodioso para oponerse a todo aquello que signifique progreso. Lo cierto es que el desarrollo económico está por encima de todo, pues piense que, si no fuera así, en Burundi ustedes podrían desatar una fuerte campaña para mentalizar a sus ciudadanos acerca de lo importante que es defender sus flores y sus peces. El desarrollo económico no tiene porqué estar en contra de una necesaria defensa del entorno natural, es decir, es exactamente todo lo contrario de lo que, señor Anónimo, parece apuntar y para eso tenemos un gobierno democrático que se encarga de corregir -con más o menos acierto- los excesos desarrollistas que podían darse a fin de que el confort y el bienestar por un lado y el entorno del gigantesco biotopo universal, en donde, no lo olvide, se desenvuelve también el hombre, permanezca estable.
Con todo, lo que me parece más impertinente de su comentario, educado, eso sí, es volver a la carga acerca de que, fuera de los disciplinados ecologistas-científicos, nadie es capaz de incluir el coste medioambiental en el desarrollo de cualquier proyecto. No es cierto, somos muchos ya los que este importante coste lo tenemos interiorizado, asumido y muy preparado para hacer uso de él a la hora de establecer y analizar todas y cada una de las alternativas posibles, y no sólo la Alternativa Cero, la de no hacer nada y que ustedes llevan siempre por bandera. Pero lo mejor del caso es que ustedes permanecen en el error de manera continuada, no sin cierta dosis de soberbia, de intolerancia: ¡se creen ustedes la propia salvación del mundo! Cómo si no admitir por las buenas que en aquello que usted apunta relativo a la desalación, siempre en comparativa con los trasvases, se mantiene terne en dos cuestiones, las dos a mi juicio trascendentales. En primer lugar, mantienen que el coste del agua trasvasada (en este caso del Ebro y a lo largo del Mediterráneo) resulta ser más cara (fig. 1) que la obtenida por desalación en el supuesto lugar en donde se reclama el agua. Y esto, amigo Anónimo, no es así. Lo he estudiado y no precisamente porque usted me indique que aprenda más, sino porque mis conocimientos alcanzan lo suficiente para que pueda determinar esto, pero no sólo yo sino cualquier individuo interesado en conocer la verdad, sin cadenas retóricas y naturalistas de ningún tipo. Bien, sólo en la cuestión energética, es decir en el propio funcionamiento de una y otra alternativa se obtiene (permítame en este caso que diga lo que usted: ¡aprenda más!) una clara ventaja para el agua trasvasada respecto a la desalinizadora, y ello sin tener que reponer membranas cada cinco años.
Fig. 1.- Comparación de costes (cálculos americanos para LCA)
También sería conveniente que usted repasara los conceptos de energía potencial y de presión manométrica para comprobar que 70 atmósferas de presión a cota cero son equivalentes a unos 700 metros de altura sobre el nivel del mar. Esto, sin duda, podría mejorar sus conocimientos. Además, y aquí está lo mejor, lo más trascendental para discernir entre una y otra alternativa, tiene que ver con ese capítulo tan actual (¡y tan real!) que es el muy mal denominado cambio climático (deberíamos llamarlo 'cambio antrópico, para entendernos) al que ustedes, sin piedad, apelan de modo muy sectario para justificar sus juicios que, bajo el ropaje del científico, parecen en algunos casos más bien salidos de un código fundamentalista. En este sentido me dejaré de zarandajas para recomendarle fervientemente que se imponga en el conocimiento de la muy moderna técnica LCA (en español, Análisis del Ciclo de Vida) que tiene por objeto valorar ambientalmente cualquier proyecto que afecte a Naturaleza (¡todos!) de un modo científico e integral, esto es, “desde la cuna hasta la tumba”, en la cual se recogen todas las manipulaciones necesarias para lograr el objetivo proyectado a lo largo y ancho de la vida del proyecto, aun considerando las fases sucesivas de construcción, explotación y mantenimiento. En el caso de la desalación, y frente a las trasferencias hidráulicas, la comparación demuestra que indudablemente éstas son casi seis veces más ecológicas que en los supuestos de desalación. Y para que, Sr. Anónimo, usted pueda comprobarlo le adjunto cuadro justificativo (cosas de americanos, californias y tal) de todo lo anterior
Figura 2. Potencial de contribución al calentamiento global según alternativas
Observo que cuando usted, sr. Anónimo, opina que mi visión ingenieril es limitada, carece de bastante razón. La ingeniería moderna tiene por norma desarrollar sus prácticas de acuerdo con la Sostenibilidad, pero no con la Sostenibilidad según la entienden ustedes, severos conservacionistas, sino como debe, en realidad, entenderse, esto es, como la sabia combinación de los tres factores que organizan nuestra vida en el Planeta, a saber: desarrollo económico, estado del bienestar, y conservación del patrimonio cultural y ambiental. Y así funcionamos, los ingenieros. Por eso le recomiendo a usted que amplíe sus conocimientos en materia ingenieril porque en la totalidad de los casos nuestra acción es científica, función directa de la ciencia bien interpretada que tiene por objetivo mejorar la técnica siempre en función de la mejora de las condiciones de vida del ciudadano. Y también de los peces, de las sardinas y los arenques, incluso de aquéllos que merodean en la cuña salina del delta del Ebro. De todos, pero dígame si yo estoy equivocado cuando establezco mis juicios (con la autoridad que me otorgo y que usted me niega) desde el supuesto científico, cómo no, por el que el Ministerio de Medio Ambiente establece para el caudal ambiental del río Ebro y que lo estima (supongo que incluso tendrá carácter legal) en 135 m³ /seg. A partir de ahí hago mis cálculos (los del ABC) y llego a la conclusión de que, de un modo u otro, y sobre todo en función de una determinada situación trágica en Barcelona, algo de agua dulce estamos desperdiciando en el Mediterráneo. Porque, para mí, no es de recibo que cinco millones de habitantes estén pasando hambre y que esto no pueda resolverse porque desde un punto de vista cualitativo, y por tanto subjetivo, hay quienes dicen que es un sagrado deber del hombre sediento permitir que, pese a ello, toda el agua, absolutamente toda el agua que transporta un río vaya a parar al mar, que es el morir. No tengo en cuenta en este caso, desde luego, los asuntos oligotróficos que usted me recomienda tomar en consideración pues no suponen en este momento preocupación alguna para mí, lo cual no quiere decir que llegado el caso sí me provea de un cierto interés, al igual que estoy interesado por los elementos traza de tan infinitésima dimensión -pero tan importantes para la vida-, y pueda ponerlos debidamente en consideración en algún momento, siempre y cuando hayamos respetado al hombre por encima de todo y me sienta desprovisto de toda perturbación intencionada, supuestamente científica.
Ah, y no lo olvide, el agua es vida allá donde esté, es proveedora de bienestar, y donde no esté será trágico. A los ingenieros nos corresponde, desde luego, hacer que la vida cotidiana de cada ciudadano no sea una constante tragedia. Y para hablar con conocimiento de causa la recomiendo que repase usted (y no sólo escuche) los cálculos y los estudios que figuran en el proyecto derogado del trasvase del Ebro. De su lectura acaso podría exclamar ¡qué pasada, si en realidad las cosas estaban estudiadas¡, y con rigor.
Nota final.-Espero que este rudimentario discurso no le cause excesivo enojo y no llegue, sr. Anónimo, a la conclusión de que estoy en contra de las sardinas, los cangrejos, los nutrientes y las posidonias porque, en realidad, lo que he querido decir es que mientras cinco millones de personas a 100 kilómetros de su fuente de abastecimiento tengan sed, la sardina y el bogavante siempre, siempre, estarán en segunda división (como el real Murcia, si Dios no lo remedia).
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