Con ocasión de determinada entrevista televisiva hecha a Asunción Balaguer, la hoy viuda del muy admirado Paco Rabal, fue interpelada acerca de sí era celosa o no. Asunción titubeó en un principio y respondió con energía: ¿Celosa? ¡Pero sí lo mío es real! Algo así pasa con el asunto del Agua, que es real. Otra cosa es que su manejo político le haya servido al PP para lograr una victoria clamorosa a nivel regional. Pero, desde luego, los políticos populares no han inventado tal cuestión, simplemente se han alineado del lado racional de este asunto, todo lo contrario que sus rivales socialistas. Dicho esto me parece oportuno expresar que a partir de este momento el debate acerca del Agua debería enmarcarse en las exclusivas coordenadas civiles que se obtienen tras razonamientos de carácter científico y técnico, entendiendo por científico no sólo aquellos teoremas empíricos y positivos que se deducen de la Física sino también los modelos establecidos por la moderna ciencia de la Ecología. Por supuesto que el punto de vista técnico contempla no sólo la hidráulica sino que también el muy importante aspecto económico de cualquier proceso. Comprenderá el lector que, en el anterior ámbito, el abandono intelectual es de todo punto imposible para quienes estamos comprometidos con el análisis académico de las cosas. Algunos ilustrados científicos además de los que nos consideramos aprendices en esta materia deberemos permanecer firmes en nuestros análisis, siempre y cuando cuidemos de no traspasar los límites que separan la ciencia (tan incierta) de la política (tan de postulados absolutos). Y no es fácil.
En fin, si diferenciamos la política de la ciencia es muy probable que el conjunto de la ciudadanía obtenga una información imparcial y acaso certera de los asuntos que le preocupa. Sucede que los políticos cuando hablan acerca de cualquier asunto, más que informar lo que hacen es adiestrar en la doctrina sectaria que a ellos les interesa. Además, es tan fuerte la presión política existente que es muy difícil que cualquier cuestión social no esté exageradamente impregnada de supuestos políticos todos ellos muy interesados. Así que no queda otro remedio que recomendar a todos los gobernantes y diputados, de uno y otro lado, que cesen en sus denuestos hacia el rival para que el ciudadano disponga del sosiego necesario y perciba que la práctica política no es exactamente un enfrentamiento radical de enemigos implacables. Tanto el gobierno popular de esta Región como el socialista que administra la Nación deben llegar al esperado consenso que establece no ya las diferencias entre uno y otro sino aquellos acuerdos que no incomoden a ninguno y que, en todo caso, el ejercicio gobierno-oposición resulte, a fin de cuentas, conveniente para los ciudadanos, porque a veces los políticos olvidan que su función más importante es ésa: procurar el bienestar de la sociedad.
Mientras esto sucede, es decir, que el PP regional y el PSOE nacional llegan a determinados acuerdos beneficiosos para nosotros, algunos -y quien esto suscribe entre ellos- permanecerán en una especie de revolución permanente acerca de la defensa científica y técnica de la hidráulica como práctica eficaz e imprescindible para resolver problemas estructurales. En un documento oficial del MMA correspondiente al año 2006 se reconoce que, para la Cuenca del Segura, la demanda de Agua alcanza la cifra de 2.000 hm³. Y estamos de acuerdo con ello. Otra cosa sucede cuando se contabilizan los recursos disponibles, pues se dispone de 540 hm3 procedentes del Tajo, cuando esto (al menos durante una demasiado larga serie histórica) no parece posible garantizarlo. Ni siquiera los 640 hm3 estimados como recursos procedentes de agua superficial parecen una cifra viable y, por consiguiente, aun siendo campeones de España en cuanto eficiencia y reutilización en el uso del agua, y contando con el esfuerzo inversor que supone el desarrollo del Programa AGUA, es muy previsible un desastre hidrológico como producto de una demanda no satisfecha cercana a los 500 hm³. Esto es así, y luego el político de turno que se alinee en donde le venga en gana pero los números son los números y no se trata de torturarlos, porque de insistir en la tortura desde luego que al final ellos cantan (lo que se quiera).
Finalmente, con el debido respeto e ignorancia supina, me veo empujado a opinar sobre política, dando por exacta esa conclusión tan correcta políticamente que determina aquello de que: “el pueblo es sabio y siempre tiene razón” (cuestión que, si se me permite, pondría en tela de juicio) y por consiguiente la abultada victoria popular en Murcia significa que la política hidrológica –no ya hidráulica- no es en absoluto del agrado de los murcianos. Y ya que estamos, España ha dicho que prefiere a Zapatero, siempre y cuando se deje de florituras nacionalistas.
Reflexiónese, pues, acerca de lo dicho. Pero permítanme un exclusivo comentario político acerca de la ministra Narbona, tan perversa y aleve como el Yorik de Un Drama Nuevo, quien se ha atrevido a justificar la bondad de su política hidrológica en base a los resultados habidos en Cataluña y Aragón, todos ellos de su interés, pero ¿y qué pasó en Murcia?
JUAN GUILLAMÓN
La verdad, marzo 08.
En fin, si diferenciamos la política de la ciencia es muy probable que el conjunto de la ciudadanía obtenga una información imparcial y acaso certera de los asuntos que le preocupa. Sucede que los políticos cuando hablan acerca de cualquier asunto, más que informar lo que hacen es adiestrar en la doctrina sectaria que a ellos les interesa. Además, es tan fuerte la presión política existente que es muy difícil que cualquier cuestión social no esté exageradamente impregnada de supuestos políticos todos ellos muy interesados. Así que no queda otro remedio que recomendar a todos los gobernantes y diputados, de uno y otro lado, que cesen en sus denuestos hacia el rival para que el ciudadano disponga del sosiego necesario y perciba que la práctica política no es exactamente un enfrentamiento radical de enemigos implacables. Tanto el gobierno popular de esta Región como el socialista que administra la Nación deben llegar al esperado consenso que establece no ya las diferencias entre uno y otro sino aquellos acuerdos que no incomoden a ninguno y que, en todo caso, el ejercicio gobierno-oposición resulte, a fin de cuentas, conveniente para los ciudadanos, porque a veces los políticos olvidan que su función más importante es ésa: procurar el bienestar de la sociedad.
Mientras esto sucede, es decir, que el PP regional y el PSOE nacional llegan a determinados acuerdos beneficiosos para nosotros, algunos -y quien esto suscribe entre ellos- permanecerán en una especie de revolución permanente acerca de la defensa científica y técnica de la hidráulica como práctica eficaz e imprescindible para resolver problemas estructurales. En un documento oficial del MMA correspondiente al año 2006 se reconoce que, para la Cuenca del Segura, la demanda de Agua alcanza la cifra de 2.000 hm³. Y estamos de acuerdo con ello. Otra cosa sucede cuando se contabilizan los recursos disponibles, pues se dispone de 540 hm3 procedentes del Tajo, cuando esto (al menos durante una demasiado larga serie histórica) no parece posible garantizarlo. Ni siquiera los 640 hm3 estimados como recursos procedentes de agua superficial parecen una cifra viable y, por consiguiente, aun siendo campeones de España en cuanto eficiencia y reutilización en el uso del agua, y contando con el esfuerzo inversor que supone el desarrollo del Programa AGUA, es muy previsible un desastre hidrológico como producto de una demanda no satisfecha cercana a los 500 hm³. Esto es así, y luego el político de turno que se alinee en donde le venga en gana pero los números son los números y no se trata de torturarlos, porque de insistir en la tortura desde luego que al final ellos cantan (lo que se quiera).
Finalmente, con el debido respeto e ignorancia supina, me veo empujado a opinar sobre política, dando por exacta esa conclusión tan correcta políticamente que determina aquello de que: “el pueblo es sabio y siempre tiene razón” (cuestión que, si se me permite, pondría en tela de juicio) y por consiguiente la abultada victoria popular en Murcia significa que la política hidrológica –no ya hidráulica- no es en absoluto del agrado de los murcianos. Y ya que estamos, España ha dicho que prefiere a Zapatero, siempre y cuando se deje de florituras nacionalistas.
Reflexiónese, pues, acerca de lo dicho. Pero permítanme un exclusivo comentario político acerca de la ministra Narbona, tan perversa y aleve como el Yorik de Un Drama Nuevo, quien se ha atrevido a justificar la bondad de su política hidrológica en base a los resultados habidos en Cataluña y Aragón, todos ellos de su interés, pero ¿y qué pasó en Murcia?
JUAN GUILLAMÓN
La verdad, marzo 08.
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