"UN SOLILOQUIO ESCLARECEDOR DE FERNANDO ROCA"
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Anónimo dijo...
La irrestricta cultura de Juan Guillamón y sus soliloquios por lo general poco esclarecidos.Querido Juan, ya que insistes en discutir conmigo, cosa para la que no estás prepsrado por varias razones fundamentales, no me dejas más remedio que decirte varias cosas. Mi soliloquio, como tú le llamas, es imposible, pues es condicion sine qua non que tales se hagan a solas, y de solas nada de nada, pues tú elevado ego exige exhibición, e Internet te proporciona un gran teatro donde mostrar tus habilidades. De actor por supuesto. Nada malo hay en ello. Yo no tengo la culpa, por otra parte, que se te haya olvidado el coeficiente K, del que nunca te he hablado, lo que ocurre es que tu omnisciencia ingenieril, acompañada de tu simpatía, ha creado en ti un homúnculo de dificilísima taxonomía, que te lleva a presumir de haber olvidado lo que nunca has sabido. De forma consciente, deliberada, desafiante. Ya sabes que desde un punto de vista matemático y conjuntista, el mumdo se divide en dos: los Ingenieros de Caminos y los demás. No se cómo a Cantor no se le ocurrió este ejemplo. Y la pregunta es quiénes son los demás, ese segundo conjunto inane y banal. Pero podríamos intentar definirlo, de forma algo descriptiva, como todos aquellos que han de aguantar los muchos disparates que se les ocurren a los primeros, en general, aunque no siempre, sumamente ígnaros del arte de la prudencia. Sí Juan, hay vida inteligente más allá del Colegio de Ingenieros. ¿Y por qué no puede mandar un catedrático, un violinista, un pintor de brocha gorda, de brocha fina, un sastre, un desastre o simplemente un hombre honrado?Ya que te gustan las citas de Lewis Carrol, mezcladas con Walt Disney, mira ésta otra de Platón, sin mezcla, con la que me despido: "Del mismo modo procedes tú ahora, Callicles, exaltando a las personas que dieron bien de comer y beber a los atenienses y satisfacieron sus pasiones sirviéndoles cuanto apetecieron. Aquellos hicieron grande al Estado, dicen los atenienses: pero no ven que dicho engrandecimiento no es más que una hinchazón,un tumor lleno de podredumbre; porque de una manera descabellada estos hombres han llenado a la ciudad de puertos, arsenales, murallas impuestos, y otras tonterías semejantes sin unir a estas obras la moderación y la justicia" (Gorgías o la Retórica). PD. Cuando quieras te explico lo de Feynman o lo del gato. Si quieres ver a Feynman en "directo" puedes hacerlo en las Douglas Robb Lectures, de Auckland, en 1979. Lo de Schördinger está muy bien descrito en un libro estupendo, sobre otras muchas cosas, que puede entender hasta un picapleitos: "El estado cuántico implica una superposición de un foton reflejado y uno transmitido: él transmitido activa un dispositivo que mata al gato, y por ello, según la evolución U, el gato existe en una superposicion de vida y muerte" R. Penrose, "Lo pequeño, lo grande y la mente humana", página 63.Oye, por cierto, en la oficina oscura lo que se oía era la Sonata para Violín BWV 1003, la Chacona es la BWV 1004. Aunque lo que más me gusta son las Canciones Catalanas de Llobet, sobre todo mi favorita, desde niño, "La Cancó del Lladre".
martes, 11 diciembre, 2007
MI RESPUESTA:
Amigo, toma una cuerda de la longitud que tú mismo estimes y que puedas encontrar, larga o corta, es lo mismo. Sujétala por los extremos, con ambas manos, y busca otra mano amiga (exclúyeme de tu búsqueda, por favor) para que pellizque exactamente en el centro de la cuerda: oirás un sonido que debes memorizar. Corta la cuerda por la mitad, coge los extremos y pide a la mano amiga que pellizque el centro: nuevo sonido: memorízalo. Repite la operación varias veces y podrás comprobar que, no siendo matemático ni por supuesto ingeniero, eres capaz de admitir, gracias al virtuosismo musical, que todos esos sonidos son armónicos, lo cual indica (te explico) que si definiéramos una función que expresara todos esos sonidos, su laplaciano sería igual a Cero. Puedes creer que lo anterior es un ejemplo evidente de convergencia sutil entre la física, la matemática y la música: ¡no todo consiste en tocar la guitarra¡ Tengo para mí que, si bien con evidente disimulo, la armonía de tu trigémino es tan ingrata como lo es la de mis manos.
Creo que se llamaba, o se llama, Susana Tamaro (o así). Una escritora italiana, asténica, chupada y bajita; de pelo corto quizás, que, a lo largo de su recorrido hacia donde el corazón se la llevó, reflexionó largamente acerca del sistema linfático, ese sistema tan desconocido y tan fundamental para que las cosas en nuestro cuerpo (de lo somático a lo visceral) funcionen de acuerdo con nuestros propios intereses. Mira, Fernando, ignoro por donde entran las suciedades, cacas y bacterias a ese sistema tan abstruso, ¡sólo sé que proceden del flujo sanguíneo¡ Y nada más. Es una lástima que la conexión linfática no se establezca directamente con el cerebro pues de este modo más de uno (y a nadie señalo) presentaría unas condiciones más estables en cuanto al desarrollo intrínseco de la intelectualidad, de la intelectualidad que se pierde por caminos no imaginados, uno de los cuales trasladó a Cantor hasta la locura, incapaz de asimilar su extraordinario descubrimiento respecto a los diferentes tipos y órdenes de infinitos, pues llegado a la conclusión extraordinaria de que el infinito no es un número sino una cualidad, su cuerpo enredado en la linfa, espesa, incolora y viscosa, dejó de funcionar. Y bien que lo comprendo pues no hay lucha más absurda que plantear modelos para atrapar el infinito de modo analítico. Cantor se equivocó: escogió el análisis, y hasta la topología, cuando debió calmar su excitación matemática de una manera más sencilla, más prosaica (¿tú, a veces, trazas la asíntota de lo prosaico?), como por ejemplo ayudándose de las representaciones gráficas. Ya los pintores renacentistas conocían de un modo instintivo lo que era el infinito. Pero es en el siglo XVIII cuando los grandes geómetras franceses determinan que el infinito es capturable, de todo punto alcanzable: el infinito es, ya, ¡un punto¡ Un punto en el espacio, es la intersección de las rectas que -siendo paralelas- en el sistema de representación cónico confluyen con rotundidad, sin necesidad de aspavientos linfáticos e innecesarios. Toma el ejemplo de lo que debió hacer Cantor y requiérete a ti mismo en el sentido de convertirte en elemento capaz de ser representado en cualquier sistema, ya sea axonométrico, diédrico o caballero. Nunca te dejes arrebatar por las falsas promesas de aquellos que quisieran representarte en un plano acotado, porque eso sería exactamente lo que te faltaba para perder no sólo el norte de tu cabeza sino hasta el noroeste que te hubo llevado de coronilla, en tanto en cuanto tus mediciones y tus exámenes no hubieron sido filtrados necesariamente al sistema linfático del que he hecho una apasionada referencia con el único objeto de interrumpir tu navegar intrépido, a lo largo y ancho de tu mundo, gigante y extraño como aquel himno, romántico y desesperado. Y todo porque he llegado al convencimiento de que tú, precisamente tú, eres el cardinal que determina ese difuso conjunto de los demás que no incluye, según tú mismo, a los ingenieros de caminos.
Tú eres el cardinal.
En definitiva, concluyo: Los residuos, impurezas, bacterias, etc., que provienen de la sangre y tejidos y que no son reabsorbidos por la sangre, "desaguan" en los vasos linfáticos. A lo largo de este sistema colector existen pequeños centros de depuración (los ganglios) que destruyen todo aquello que es dañino. Una vez el líquido linfático está limpio y regenerado es devuelto al sistema sanguíneo.
El conjunto del sistema linfático lo componen órganos, conductos y ganglios.
Creo que se llamaba, o se llama, Susana Tamaro (o así). Una escritora italiana, asténica, chupada y bajita; de pelo corto quizás, que, a lo largo de su recorrido hacia donde el corazón se la llevó, reflexionó largamente acerca del sistema linfático, ese sistema tan desconocido y tan fundamental para que las cosas en nuestro cuerpo (de lo somático a lo visceral) funcionen de acuerdo con nuestros propios intereses. Mira, Fernando, ignoro por donde entran las suciedades, cacas y bacterias a ese sistema tan abstruso, ¡sólo sé que proceden del flujo sanguíneo¡ Y nada más. Es una lástima que la conexión linfática no se establezca directamente con el cerebro pues de este modo más de uno (y a nadie señalo) presentaría unas condiciones más estables en cuanto al desarrollo intrínseco de la intelectualidad, de la intelectualidad que se pierde por caminos no imaginados, uno de los cuales trasladó a Cantor hasta la locura, incapaz de asimilar su extraordinario descubrimiento respecto a los diferentes tipos y órdenes de infinitos, pues llegado a la conclusión extraordinaria de que el infinito no es un número sino una cualidad, su cuerpo enredado en la linfa, espesa, incolora y viscosa, dejó de funcionar. Y bien que lo comprendo pues no hay lucha más absurda que plantear modelos para atrapar el infinito de modo analítico. Cantor se equivocó: escogió el análisis, y hasta la topología, cuando debió calmar su excitación matemática de una manera más sencilla, más prosaica (¿tú, a veces, trazas la asíntota de lo prosaico?), como por ejemplo ayudándose de las representaciones gráficas. Ya los pintores renacentistas conocían de un modo instintivo lo que era el infinito. Pero es en el siglo XVIII cuando los grandes geómetras franceses determinan que el infinito es capturable, de todo punto alcanzable: el infinito es, ya, ¡un punto¡ Un punto en el espacio, es la intersección de las rectas que -siendo paralelas- en el sistema de representación cónico confluyen con rotundidad, sin necesidad de aspavientos linfáticos e innecesarios. Toma el ejemplo de lo que debió hacer Cantor y requiérete a ti mismo en el sentido de convertirte en elemento capaz de ser representado en cualquier sistema, ya sea axonométrico, diédrico o caballero. Nunca te dejes arrebatar por las falsas promesas de aquellos que quisieran representarte en un plano acotado, porque eso sería exactamente lo que te faltaba para perder no sólo el norte de tu cabeza sino hasta el noroeste que te hubo llevado de coronilla, en tanto en cuanto tus mediciones y tus exámenes no hubieron sido filtrados necesariamente al sistema linfático del que he hecho una apasionada referencia con el único objeto de interrumpir tu navegar intrépido, a lo largo y ancho de tu mundo, gigante y extraño como aquel himno, romántico y desesperado. Y todo porque he llegado al convencimiento de que tú, precisamente tú, eres el cardinal que determina ese difuso conjunto de los demás que no incluye, según tú mismo, a los ingenieros de caminos.
Tú eres el cardinal.
En definitiva, concluyo: Los residuos, impurezas, bacterias, etc., que provienen de la sangre y tejidos y que no son reabsorbidos por la sangre, "desaguan" en los vasos linfáticos. A lo largo de este sistema colector existen pequeños centros de depuración (los ganglios) que destruyen todo aquello que es dañino. Una vez el líquido linfático está limpio y regenerado es devuelto al sistema sanguíneo.
El conjunto del sistema linfático lo componen órganos, conductos y ganglios.
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Las linfas de Juan Guillamón o tres nenes hay en Murcia que relucen más que el sol: Los Rentero, Pepe Jara y el nene de Guillamón.
¡Oh Juan! todavía estoy atolondrado por tu saber cantoriano. Añadamos que tú sigues sin enterarte de lo fundamental; a saber, que el todo no es necesariamente mayor que las partes. Tomemos, por ejemplo, que el conjunto de los números naturales no es mayor que el de los números pares, axioma que llevó al pobre Cantor al manicomio. En efecto hagamos coincidir el 1,2,3,4,5,....
2,4,6,8,10,....
y observaremos que ambos conjuntos comparten el mismo cardinal.Son exactamente igual de extensos. Pero el sentido común parece querer indicarnos lo contrario, ya que parece claro que el conjunto de los naturales incluye a los impares y a los pares y por ello debería ser mayor. Pues mira por dónde no es así, según el pobre Cantor, que por cierto escogió el alef para designar aquel conjunto, en tributo a su raza, que era la misma que su gran enemigo, tu torturador Leopold Kronecker.
Es pobre el ejemplo que escoges para denigrar a Platón, ya que te muestras incapaz de desmentirle, acompañado, eso sí, de tu amplia panoplia ad hominem, habitual en tu repertorio de niño debutante con el pantalón corto, los garbotazos en el cogote y las piernas llenas de pelos.
Pero sigamos: otro judío genial de nombre Kafka, sostiene en "La muralla china" que esta obra sirvió para arruisar al pueblo mandarin, enriqueciendo a unos pocos y asesinando a muchos cuyos huesos sirvieron de cimiento a la muralla. Siempre ha pasado igual. No sé pòr qué. Pero sigamos dentro de tú lógica de democracia hormigonada. Según ello, los grandes democrátas de este siglo, por orden de tonelada métrica aplicada, son: Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Primo de Rivera y Franklin Delano Roosvelt (este último por la presa Hoover, más que nada). Mala representación. Ahora todo sigue igual, y por eso hay que decirles a los huérfanos de Lockerbie que se olviden de aquella noche. Lo ha dicho no sé quién. El ólvido es fundamental para vivir. Como la mentira, como bien sabía Borges. Los que no olvidamos, sobramos y nos acaba drenando un sistema linfático que se ha vuelto loco.
Por cierto, circulan apuestas sobre cuál de los dos está más loco. Tu y yo sabemos quién apuesta bien. Por cierto, he de decirte que Walter Lippmann, el famoso politólogo, acuñó la siguiente frase: "Donde todos piensan igual, es que ninguno piensa mucho". Mismamente.
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