En realidad personajes como Enrique Pina hay pocos. El talento demostrado para crear de la nada un equipo de fútbol capaz de ascender a Primera División (poco le faltó en los dos últimos ejercicios futbolísticos) al cabo de una trayectoria que comenzó tan sólo siete años antes, y partiendo de Primera Regional, no es nada común. El mérito de este gestor deportivo tiene poco parangón en el complicado mundo de las patadas al balón. Manager, corredor o tratante, de futbolistas (qué más da) demostró capacidad suficiente para organizar un sofisticado entramado deportivo que persiguió, en vano, recoger el ahíto espíritu futbolístico murciano a su favor en forma de equipo de fútbol al que bautizó, sin reparos, Ciudad de Murcia. Pero se retrasó en dos años la puesta en marcha de su proyecto. Al menos dos años, porque el verdadero club de la ciudad, el Real Murcia, renació de sus propias cenizas gracias a la gestión de un grupo empresarial procedente de Madrid. Y aquellas cenizas, hoy son gemas rutilantes que brillan como club de Primera División. Muy difícil era mantener terne el proyecto utópico de hacer competir al bisoño club (con trayectoria exclusiva en el siglo XXI) recién creado con toda la historia del equipo de siempre en la ciudad de Murcia. Ni aun vistiendo con el color grana al invento futbolístico recién creado, y lo que es todavía más fuerte: superando en la clasificación final al propio Real Murcia, Pina ha podido contra las circunstancias adversas. En suma, ni afición, ni historia ni soporte económico solvente y de futuro. Pina ha optado, finalmente, por la solución mejor para sus intereses. Y esto es comprensible, por más que el abajo firmante exprese el lamento que supone la imposibilidad de que una ciudad como Murcia pueda presumir de contar no sólo con un equipo en la Primera División sino que además demuestre la fortaleza deportiva suficiente como para situar en la División de Plata (2ª división) a otro equipo, al modo de lo que sí sucede en otras capitales España (Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla) del tenor de la nuestra. Sí, Pina ha sido un verdadero héroe en su singladura, pero…
La salida de Pina tiene al menos dos lecturas. Una, que se explica bajo el punto de vista razonable; la otra, muy negativa. En cuanto a la primera cuestión, está claro que no es lo mismo padecer de una deuda de 8 o 9 millones de euros, que disponer de un nada despreciable capital próximo a los 10 o 12. Ante esta situación es posible que cualquiera hubiera manipulado sus bazas de la misma manera en que lo ha hecho Pina. De igual forma que no creo que alguien en su misma situación lo hubiera hecho con la ausencia de escrúpulos hacia los pocos que ampararon económicamente la maltrecha economía del Ciudad, pues -o mucho me equivoco- más de un patrocinador debe haber quedado con un mosqueo muy justificado. Me refiero a las empresas Tecón, Grupo 2002, Trampolín y algún otro, cuyas aportaciones al equipo de Pina no han sido correspondidas por el momento. Está por ver si las cantidades aportadas por estos grupos económicos van a ser de alguna manera compensadas dentro de la operación organizada por Pina para trasladar el equipo a Granada. Y huelga decir algo más sobre los fondos locales y regionales que, en forma de subvención, ayudaron a Pina durante los últimos años.
¿Y qué decir de la afición?, escasa pero ejemplar en su comportamiento, tanto que de haber sido mayor la singladura de este equipo acaso hubiese podido aumentar extraordinariamente de tamaño, tan grande fue su entusiasmo. Ahora que Enrique Pina ha salvado los muebles es el momento de comprobar si atesora algún tipo de escrúpulo en relación con quienes han colaborado con él. Estaremos atentos a sus futuras acciones.
Mi opinión personal respecto a la venta del equipo es que el granadino comprador no ha hecho una buena operación. En primer lugar, en la compra no están incluidos los jugadores del actual plantilla –que son, sin duda, lo mejor del Ciudad-; sí, por el contrario, el conjunto de las deudas adquiridas a lo largo del exitoso ejercicio deportivo realizado por el Ciudad de Murcia; la incertidumbre de no saber, por el momento, dónde jugar sus partidos el nuevo club es verdaderamente un elemento muy pernicioso; las simpatías futbolísticas de la gente de Granada hacia Murcia no son precisamente una realidad (constantemente, se hace referencia en la ciudad nazarí a la desgraciada circunstancia, habida en el año 2000, por la que el Granada no ascendió a Segunda División en beneficio del propio Real Murcia, y que ello fue debido a que -sic- el partido fue comprado -¡-). Así que no teniendo, el Granada 74, nada que ver con el histórico Granada FC y, además, viniendo de Murcia, junto con que todo lo que no sea jugar en el nuevo estadio de Los Carmenes, el futuro de don Carlos Marsá no ha de diferir mucho de un auténtico fracaso, pues todo hace indicar que la experiencia fallida de Pina en Murcia pretende ser reeditada en Granada, lo cual, y a la vista de las circunstancias habidas, el amigo Marsá se ha comportado como un verdadero incauto. Esto es, una víctima más de Enrique Pina. Si en Murcia no ha sido posible, en Granada ¿Será posible?
‘Todo es posible en Granada’, filmó Sáenz de Heredia en 1954.