miércoles, abril 16, 2014

CASTIGO

Hay cosas que aceptamos sin rechistar, que las damos por buenas como si de un dogma se tratara pero si dedicamos una gelepa a pensar comprenderíamos que esa cosa no puede ser tal como se acepta. La pena de cárcel, se dice, tiene como objetivo la rehabilitación. Así, al pederasta penado se le supone rehabilitado al término de su condena como si fuera posible modificar  la condición sexual  de las personas. Y si se espera que Ortega Cano temple su modo de conducir, lo mismo debería esperarse de las ganas de trincar en Del Nido o Bárcenas. No, la cárcel no rehabilita; la cárcel castiga. Es así pero sucede que a las personas de nobles sentimientos la idea de condenar de por vida acciones repugnantes nos repugna, también.   

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