Desde el empeño imparcial que me
impongo para opinar sobre las cosas, y en el bien entendido que ello no es
obstáculo para que mi apreciación disponga de la firmeza oportuna a fin de
formalizar la objetividad del juicio, he observado, con no poca satisfacción,
que Florentino Pérez ha llevado por derroteros bien diferentes de la caricatura
ese programa del periodista de moda, Jordi Évole. Más de moda por su puntillosa
y populista intención que por la calidad informativa del mismo. Por insólito que
pudiera parecer, el protagonista del Programa, al menos por esta vez, no fue el
intrépido Évola sino el propio entrevistado, Florentino Pérez. Bien se sabe
aquello de que ‘un grano no hace granero’ (a Évole, esotres pijos se le dan)
pero para ‘Salvados’ esto no importa. Es más, hace del dicho lo que se dice
unas trizas. Sí, porque de lo contrario, el programa se desvanecería.
Pese al tono impertinente, ese
tono que hace del personaje entrevistado una marioneta, un juguete al que se
rompe su fisonomía con facilidad, Florentino pudo decir y contar todo lo que
quiso contar. Con un humor excelente y facilidad de síntesis excepcional. ACS
es muy importante en el mundo; aglutina más de 200.000 personas; casi el 85% de
su facturación lo hace en el exterior; tal facturación supone unos 100 millones
de euros diarios etc.. Todo eso pudo decirlo mientras el periodista interrumpía
tan interesante discurso con estupideces tales que si en el palco del Bernabéu
se hace negocio, que si conoce a Bárcenas, que si hizo trampa con las cuatro
torres de la antigua ciudad deportiva del Madrid, que si para lograr obra le
había dado pasta a los partidos políticos. Cosas así. Cosas que la audiencia -Évole
sabe- de la Sexta agradece, cuando lo verdaderamente interesante es que una
cadena de televisión tienda a ser independiente, esto es, proclive a la
objetividad porque eso no excluye de entrada a nadie. Claro que la realidad es
que hoy, en España, lo que priva es la exaltación interesada de cualquier
esperpento social y no digamos nada si ese esperpento tiene que ver con la vida
y milagros de los políticos, empresarios y divulgadores a los que el público
les tiene ganas.
Cuando el asunto de la
recalificación de la ciudad deportiva como urbana plena de edificabilidad
Florentino explicó lo factible –en términos urbanísticos- de la operación.
Valdebebas, la nueva ciudad deportiva del Real Madrid, tiene un cierto valor
corolario de una operación de tan jugoso – e inteligente- resultado económico
para el Madrid. Al audaz y delirante Évole, no se le ocurre otra cosa que
mostrar un video de Matilde (solo le faltó un bisturí en la mano para parecer
una loca) cuando siendo concejal de Madrid se atribuyó el ‘rollo’ de estar en
contra de la recalificación. Esta maldad informativa –perversa, aun- del señor
Évole no fue capaz de ocultar la realidad vigente respecto a una casi unanimidad
favorable de quienes autorizaron formal y semánticamente el proyecto.
Y luego sacó al inspector de
finanzas adecuado a las intenciones devoradoras del programa. Florentino siguió
con su discurso coherente. Coherencia que sirve para crear puestos de trabajo
sobre la base de su propio esfuerzo y de los que con él colaboran. Para
terminar, el Évole ínclito de la cadena justiciera propuso un bajonazo final (después
de una faena miserable, solo de esta manera se puede finiquitar al toro) y se
trae a un señor que dice ser exsecretario del PP en alguna comunidad autónoma
de España para que diga que todas las empresas de la plural España mojan al
Gobierno para trincar contratos. Todas, dice. Vaya afirmación. Pero por mucho
que convenga a Don Jordi tal afirmación, siempre habrá un empresario como Pérez
que sostenga lo contrario y explique que para que una empresa consiga contratos
es necesario que existan gerentes que trabajen doce horas todos los días de la
semana. Esto es lo que tiene valor real, este esfuerzo que da lugar al reparto
de la renta gracias a la creación de muchos puestos de trabajos.
El humor de Jordi tiene sus
seguidores, sin duda. No habría programa, de lo contrario. Pero también hay
gente que, como yo, se pasa por el arco del triunfo sus boutades cuando para
hacerlas lesiona gravemente la seriedad con que los que pueden hacen bien las
cosas.
En fin, que si uno no fuera del
Real Murcia en exclusiva, sería del Real Madrid. Y no ya por su glorioso
palmarés, sino por la grandeza de su propio presidente. Ah, de España, también.
Y mucho.
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