Dos
profesoras, ecólogas y ecologistas, han opinado respecto de la pasada riada de
San Wenceslao de acuerdo con el cuerpo común de su ideología y no tanto de
ciencia ecológica. No sé, quizá, pero siempre en función de los lugares comunes
que conforman la cuestión prevalente del paradigma definitorio de los
ecologistas anclados en el pasado y que no se resignan a ser meramente
testimoniales y representantes de un grupo encerrado en el nicho de esas cuatro
verdades que, por mucho que se empeñen, todos –y no solo ellos- respetamos. Y
tal respeto procede de ese otro respeto que la militancia democrática a la
normativa ambiental nos hace a todos respetuosos con el Medio Ambiente. Parece
como si estuviéramos en el siglo pasado cuando ese respeto no tenía vigencia.
Un
solo muerto me impide celebrar el éxito de la ingeniería hidráulica tras el
victorioso combate habido contra la riada última. No obstante sí que es
obligado tomar en consideración que, gracias a esos artilugios artificiales que
son presas y encauzamientos, se han salvado cientos de vidas humanas. Venir
ahora con el cuento del ladrillo, de la ocupación de cauces, de la extracción
de gravas en la rambla de Béjar (las extracciones, por grandes que sean y si se
respeta la pendiente del cauce es incapaz de generar vórtices en las pilas de
un puente) y de otras vaguedades, impropias de quienes deben ser didácticas y
equilibradas en la enseñanza de la Ecología, no tiene ningún valor positivo y
sí cierto tinte de embaucador. Es indiscutible, la Hidráulica es la responsable
casi única de haber vencido (y evitado) una inundación de magnitud
extraordinaria.
Aquí,
unos datos. Puentes, laminó un caudal de casi 2.000 m3/seg; El Paretón desvió
más de 900 m3/seg hacia el mar. Las presas en el río Mula evitaron que llegara
al Segura un caudal adicional de otros 400 m3/seg. Siendo que la capacidad
hidráulica del Segura a su paso por Murcia es de unos 450 m3/seg es fácil
imaginar lo que hubiera pasado en nuestra ciudad y en Orihuela. Hubiésemos
tenido que salir en piragua más de uno y en particular esas dos profesoras, tan
militantes y escasamente didácticas, desde ese nicho insondable en que se ha
convertido el Departamento de Ecología. A lo mejor deberían dirigirse, en
actitud muy agresiva, hasta la tumba de Abderramán III para afearle su capricho
de haber instaurado Murcia en la fértil vega del Segura en lugar de haberse ido
a las montañas.
Ya
es sabido que la presas modifican el original de la Naturaleza pero, a veces,
es necesario admitir procesos muy entrópicos para defender la vida de los
ciudadanos. Y, por cierto, el amor profundo a las ciencias ambientales no tiene
por qué desdeñar al resto de las ciencias. En particular, la Hidráulica que
sobre la base de una eficiente gestión de las avenidas, explotación de
embalses, Normas de Explotación, coordinación de desembalses, SAIH, Comité
Permanente de Avenidas, servicio de hidrología y despliegue de la guardería
fluvial hace que la vida ordinaria de las personas no sea una continua
tragedia. Así es que preparemos nuevas presas en las ramblas de Béjar, Viznaga
y Nogalte para cuando el Agua vuelva a atacar a los descendientes de
Abderramán.
Algo
más del treinta por ciento de las catástrofes naturales que en el mundo se
producen tienen al Agua como siniestro protagonista.
NOTA.-
Hay quien siempre aprovecha la oportunidad para recordarnos que nos hubimos
pasado con el ladrillo y aunque sea obviando el verdadero porqué de los
desastres que nos acosan.
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