Seguro que dentro de 50 ó 100 años, el hombre (y las
miembras, ¿porqué no?) podrán volar individualmente, una vez aplicado -con
mucha maña- el principio de Bernouilli a las condiciones anatómicas humanas;
los hombres y hombras podrán trasladarse de un lugar a otro a velocidades próximas a la luz, con lo que
el mundo ni tendrá fronteras ni tendrá distancias; llevarán polvos de dimensión
‘cuántica’ dentro de los poros de la piel porque serán como una simplificación
del jardín epicúreo que determina el alma como un gas (¡imperfecto!) que
fluctúa entre las oquedades de nuestra piel. Este polvo mágico permitirá a los
humanos dispares capacidades: tendrán una TV en la palma de la mano; un índice
de remedios medicinales para cuando un inicio de enfermedad acose al cuerpo; un
mapa de puticlubs de carretera, las mejores ofertas de los mejores hoteles del
mundo, un lector de novelas automático, un responsable que avise de todos y
cuantos negocios suculentos pudieran estar al alcance de la mano etc...
También, los hombres y hombras, no tendrán la obligación de ir a Misa pues no
habrá sacerdote alguno, porque Dios, el Creador, se acercará a los hombres y
las hombras de muy diferente manera y dirá, de una vez, lo que tardó más de
4.500 millones de años en decir: ‘Estúpidos,
sólo Yo puedo crear de la Nada; mi mensaje, es un mensaje de esperanza; nada de
infiernos y purgatorios. Basta con que deis vuestra conformidad a ser creados
para que entréis en la Gloria, que es eterna, que no medirá errores finitos con
normas infinitas y que, en fin, está a disposición de todos, creyentes y
gentiles, vándalos y alanos, y hasta guillamones’. Así será el mundo.
Diferente y con dos contumaces defectos: el hombre lupus contra el hombre
(Hobbes, dixit) y los ecologistas radicales profetizando el fin del mundo a
cada paso (humano) que fuera dado, con razón y sin ella. Y algo seguro: ese
año, habrá viejas con las tetas muy grandes y las caras lisas, y viejos con los
penes duros. Si bien, todos, con capacidad nula de pensar. Esto será así
mientras los laboratorios se centren más en la estética que en dar con
soluciones para frenar la pérdida, constante e inmisericorde, de neuronas y
sinapsis, tal y como anunció en su día el alemán ése de nombre aproximado
Alzheimer.
Pues eso, que el mayor
bien es pequeño, como la vida es sueño y porque los sueños, sueños son. Y yo
sueño que estoy aquí, de esos recuerdos cargados (lisonjeros), tal que me veo
impelido a contestar mis insondables preocupaciones, mis irresolubles
incógnitas. Más o menos, así: Sin duda, mis visiones vienen de lejos.
Quien no tiene memoria, no tiene recuerdos y sin ellos, ¿qué queda de uno
mismo? Por eso, a veces, me confundo enjaretando planes futuros con los que
afrontar próximamente la Eternidad. Descartado el fuego, el infierno y el
Purgatorio, desaparecido el Limbo (debieron consultarme antes de su
desaparición), ¿dónde ir? Al Cielo. De ese lugar, dicen, que no es un espacio
físico al uso, que nada de las tres clásicas dimensiones porque aquello será,
con toda seguridad, una especie de variedad irreal de n dimensiones, tendiendo
tal ‘n’ a un número no inferior de 10.
Esto es, un espacio irreal hiperdecadimensional, con altura, bajura,
espesura, minutos, segundos y varias dimensiones más de determinación exclusiva
a cargo de Dios. Pero, ¿qué podremos hacer en el Cielo?, ¿estarán permitidos
los prohibidos pecados terrenales?, ¿habremos de pasar la Eternidad rezando?,
¿habrá fútbol los domingos?, ¿padecerían ceguera quienes se abandonasen en
gratificante y profundo onanismo? No se me ocurre actividad más frecuente que
pasear con la tía Rosita y su palma de la virginidad por los senderos
celestiales. El panorama no se presenta muy divertido que digamos. El
previsible estado de gozo constante de la presencia de Dios ante cada uno de
los santos requiere algo fundamental: que todos, creyentes y gentiles,
practicantes o no, moros, judíos, negros, amarillos, vascos y catalanes, todo
el conjunto de murcianos, alumnos de los Maristas y de los Capuchinos, sin
distinción; el perro de la Mamá de Turpín, el Hermano Víctor, el Granaíno,
todos tus hermanos, los míos, los de todo el mundo; los amigos y enemigos de Zapatero, de Rajoy y su primo, el abuelito
de ZP, el caballo de Pincho, el primo de Zumosol; la población aragonesa en su conjunto;
el coro de ángeles y arcángeles; Paz Vega, Mónica Bellucci (Umm...) etc.., deberán
ir al Cielo. Ni uno solo de los mortales estará al margen de la salvación, por
muy canalla que haya sido su paso por el Mundo. De otra forma, ¿cómo gozar de
la presencia de Dios sabiendo que un padre, un hermano, un hijo, un amigo, tu
mejor enemigo…estarían, en ese mientras tanto, quemándose jodidamente por
tiempo indefinido? Y más, en tal caso, en el de suponer felicidad a despecho de
ello, ¿no serían nuestras almas, algo así como almas en pena carentes de
memoria, sin recuerdos, y que por consiguiente no serían sino otra cosa
distinta a lo que de modo tan imperfecto hemos sido en la vida terrenal?
La verdad, abril 2011
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