No procederé a expresar mi punto de vista bajo conceptos matemáticos. Así, si hablo de probabilidad no me referiré al retórico supuesto de casos favorables/casos posibles. Por el contrario ahora la probabilidad es, en mayor o menor medida, un anuncio de lo que puede llegar a ser la realidad. Cuando un suceso tiene, entonces, cierta probabilidad nos encontramos ante una situación de peligro. De otro lado, cuando la situación está afectada por la posibilidad de que suceda algo en concreto nos encontramos ante una situación de riesgo. Y riesgo es lo que envuelve la práctica nuclear de la que se obtiene energía. Siendo la probabilidad de que suceda una catástrofe muy baja, el mundo en su más amplia generalidad se vale de la energía nuclear para vivir, elevar el nivel de vida y, aun, de elevar la demanda energética hasta cotas digamos que insostenibles.
Hace dos o tres años la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear estableció que la posibilidad de que en Europa tuviera lugar un proceso caótico similar al de Chernobil era del 0,001 % (1 partido por 100.000). Esto es así; ciertamente por dos razones poderosas: la tecnología actual no es la de mediados de los ochenta y –recuérdese- la falta de democracia en Ucrania era por aquel entonces, flagrante. Pero, sin embargo, los accidentes nucleares son posibles, aunque muy poco probables. Del horrible terremoto, el tsunami y sus consecuencias en la Central de Fujukshima hay que deducir dos cuestiones muy concretas y de difícil discusión. La primera es contemplar con estupor el cómo a los ejemplares japoneses se les ha escapado su intrínseco valor al no prever un terremoto en su máxima amplitud: el peor terremoto de la historia si miramos con horror sus tremendas consecuencias. El Pacífico y el territorio japonés tienen las mejores marcas en cuanto a los fenómenos sísmicos, ¿porqué, entonces, una central nuclear en la costa del Pacífico?. La segunda cuestión, indiscutible también, es que en España desde Torrevieja a Granada, pasando por Murcia no deberían instalarse centrales nucleares. Sí que es necesaria su implantación en otras zonas de la geografía nacional, proyectando reactores nucleares de última generación y adoptando las costosas medidas necesarias para hacer que la probabilidad de que ocurra un infausto suceso natural sea tan mínima como de hecho es posible lograr.
España no es Japón y comparar el Mediterráneo con el Pacífico es todo un insulto a la inteligencia. Un seísmo de gran intensidad que pudiera suceder en nuestra península (ojo con Lisboa) no conllevaría una magnitud de daños tan horrible como el que se produjo el pasado año en Haití. Los españoles hemos sido muy responsables en la aplicación de las tecnologías: tanto en obra civil como en edificación la obligatoria aplicación de la Norma Sismorresistente minimizaría los daños hasta una probabilidad insignificante.
Por desgracia, hoy por hoy no existe, en cantidad suficiente, más recurso para hacer frente al exageradísimo consumo energético que la energía nuclear, si queremos solventar los apocalípticos episodios que se nos vienen encima como penitencia debida a la emisión de gases invernaderos (GEI) pues todas las renovables, en su conjunto, limitan (/ahora) su producción a no más del 20-30 % de la demanda total. Como nadie, de modo científico -y con la debida autoridad- ha definido cuál debería ser el mix energético no nuclear que diera satisfacción a la demanda (en acto no precisamente contrito) debemos contar con la energía nuclear. Y a ser posible sin sometimiento a cierta ideología ligeramente trasnochada en su modo más radical.
Respecto al mundo mundial, el asunto se pone feo: si un europeo ‘practica’ una intensidad energética mitad de los habitantes de USA, lo cierto es que los chinos están todavía en la quinta parte de los europeos. Y, en el mundo, uno de cada cuatro individuos es chino (excepto en China, claro, que todos son chinos) lo que supone toda una amenaza energética, pues ¿Qué ha de pasar cuando mil quinientos de millones de chinos, nos hayan igualado en intensidad energética?
En definitiva, puesto que España no es Japón, ni el Mediterráneo el Pacífico, la instalación de cuatro o cinco reactores nucleares capaces de multiplicar por dos la actual potencia nuclear instalada, se hace muy necesaria para limitar las emisiones de GEI y para no depender de países con estabilidad religiosa y política tan jodida.
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