Incluyo, por su interés sociológico (y aceptación general), el artículo de Luís G. Álvarez - publicado en La Nueva España, siguiente:
Los «expertos» que comentan fútbol son auténticas torturas para el televidente
LUIS G. ÁLVAREZ Existe una norma generalmente admitida entre los comentaristas profesionales de televisión de que sus palabras deben referirse, casi exclusivamente, a lo que aparece en la pantalla para reforzar las imágenes que se ofrecen y no crear una especie de deseo en el telespectador de querer ver lo que no se le está ofreciendo.
Esto parece que lo cumple la mayoría de los locutores con una repetitiva excepción: los comentaristas de deportes, especialmente los de partidos de fútbol.
Hay, sin embargo, casos de buenos profesionales dentro ya del aspecto concreto del que hablamos. Los que, en general, nos comentan los partidos de tenis lo tienen perfectamente estudiado: en el momento en que un jugador hace el saque, los locutores se callan para que el espectador lo vea sin que sus palabras le distraigan o, como mucho, pronuncian un monosílabo de alabanza o crítica, hasta que finaliza el punto y hacen sus comentarios hasta cuando empiece el siguiente.
Habría aquí que hacer una excepción. Para unos partidos de Copa Davis llevaron de comentarista a Arancha Sánchez Vicario. No era capaz de callarse mientras la pelota estaba en juego. No se sabía qué hacer, si seguir el partido o escucharle a ella cosas que no tenían nada que ver con lo que ocurría en ese momento. Afortunadamente, que yo sepa, no la volvieron a contratar más.
En fútbol la cosa es más grave. Hay sólo algunas excepciones en las que se compaginen bien las imágenes con las palabras de los que contratan como «expertos» y que se supone que deben completar la retransmisión con el que va «radiando» el partido.
Estos expertos, que me imagino quieren justificar su razón de estar, son, en una mayoría de los casos, auténticas torturas para el televidente. Además hay una gran variedad de torturadores: los que se creen entrenadores, o que aspiran a serlo a la vista de sus grandes conocimientos y están continuamente diciendo la estrategia a seguir y los cambios que deben hacer los equipos. Un caso de este tipo era Míchel. La mayoría de los partidos los pasaba aconsejando la táctica a seguir. Lo que no se sabe muy bien es a quién dirigen esos consejos porque ni el entrenador ni los jugadores se los van a escuchar, y los telespectadores no quieren esos consejos para nada. Bueno, al fin lo contrataron de entrenador y por lo menos los que vemos fútbol en TV nos libramos de él.
Lo peor de este tipo de «experto» es que se pasa desde los primeros minutos hasta el final diciendo los consejos llenos de tópicos: hay que abrir el juego por las alas, ahora lo que tiene que hacer el equipo es tocar y tocar, no se pueden perder balones cerca del área, cerrar bien la defensa, etcétera. Y Dios nos libre si dando la sensación de que haciendo algo de eso encima alguien mete o le meten un gol: nos machacan con eso de ya lo veníamos diciendo, lo habíamos aconsejado, lo teníamos advertido?
Otro tipo de experto es el que no calla. Parece que le dan cuerda. Es que no nos deja ver el partido. Está contándonos cosas constantemente sin que tengan que ver con lo que estamos viendo; que si ese jugador fichó por no sé cuántos equipos, y los mencionan todos, que si le recuerdan a no se quién que ni lo conocemos ni nos interesa, y montones de cosas así. Éstos me recuerdan al pesado que alguna vez nos toca en el campo que nos incordia continuamente. Pero que en el campo siempre podemos cambiar a otro sitio. En la TV, o la apagamos, y nos falta ambiente, o nos los tragamos. Una solución intermedia la tiene la gente que ve los partidos en los bares. Hay sonido de ambiente, pero no se oye al locutor.
Es que resulta difícil de entender. Está calculado que cada tiempo de 45 minutos hay entre 23 y 25 de juego efectivo. Es decir, que tienen más de 20 minutos en los que la pelota no está en juego para hacer todos los comentarios técnicos que quieran; y creo que, si no los repiten hasta la saciedad, les sobra bastante tiempo y el resto que nos dejen ver nuestro partido, con la ayuda, eso sí, del locutor principal que nos identifica a los jugadores y cosas así pero que no nos cuenta historias al margen de lo que estamos viendo.
Tengo que referirme necesariamente, por proximidad, a los partidos que se televisan del Real Oviedo. Creo que los locutores adolecen de muchos de los defectos que comentamos. El experto está casi constantemente hablando mientras se está jugando el partido, nos cuenta muchísimas cosas que no tienen nada que ver con las imágenes que nos ofrecen, dice continuamente lo que debe hacer el equipo? Algunas cosas, por supuesto, con mucha razón, claro. Cuando el Oviedo mete un gol, la táctica que recomienda es meter otro porque si no el equipo contrario, en una jugada de estrategia, en un córner o una falta o cualquier jugada aislada nos puede empatar. ¡Ah! Y si el Oviedo vuelve a marcar, la nueva táctica resulta clara: hay que meter otro para matar el partido y, por supuesto, lo del juego por las alas, no perder balones, tocar y tocar, etcétera.
¿Tan difícil es que los locutores nos «ayuden» a ver el partido, aclarando lo que está pasando en el campo, diciendo lo que se está haciendo bien o mal, sin repetir las cosas hasta la saciedad, y sin recomendar, no se sabe a quién, como dije antes, lo que debe hacer el equipo y que sin duda lo saben mejor que ellos los entrenadores, y, sobre todo, que los comentarios técnicos se hagan cuando el partido no esté en juego? Recuerdo perfectamente un gol del Oviedo hace unas jornadas del que nos enteramos al abrazarse los jugadores porque nos estaban contando una historia que ni recuerdo de qué tema y que seguro que no tenía el más mínimo interés.
Habría, salvo casos honrosos, que decirles a muchos de los comentaristas de partidos por televisión aquella frase que se hizo popular hace poco de ¿por qué no se callan?, o por lo menos que no nos molesten demasiado y que nos dejen ver el partido.
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