Advierto que escribo sometido a una controlada indignación intelectual producto de mi análisis acerca del abuso -mal llamado progresista- con el que el actual gobierno asedia al ciudadano. Hay veces en que para demostrar la validez de un propósito se acude al método (muy científico) que responde a la etiqueta de ‘reducción al absurdo’, de modo que demostrada la inviabilidad de lo ‘contrario’ demostramos fehacientemente lo directo. Si tuviera que votar asuntos como lo del pañuelo musulmán, votaría en contra, pues en tal pañuelo lo que en realidad observo es el zapato del marido, amo o señor de la moza que lo porta. El exceso de supuesta progresía de este gobierno está derrotando, ya, por lo inverosímil ¿Cómo poder aceptar propuestas de consenso y/o participación en asuntos que la evolución de la Historia tiene por superados?, ¿acaso no llevamos, en el camino de la modernidad, unos cuantos cientos de año de adelanto sobre lo que hoy sostienen los musulmanes? Es posible que, de seguir así, mañana, o pasado, un juez será expedientado por negarse a reconocer el matrimonio de un hombre con seis o siete mujeres simultáneamente. De seguir así, digo, olvidaremos que los antecedentes cristianos de lo que ahora nos asola (La Yihad o guerra santa) se remontan a más de 800 años cuando se podía ir al Cielo matando moros. Demasiado tiempo, el que llevamos de ventaja.
Por demás, esta exagerada intención laicista considera fuera de lugar (por lo que de religioso tiene) ese símbolo cultural que es el crucifijo. Algo tiene que ver esto con lo del pañuelo en la cabeza. Tanto tiene que ver el silencio y la visión progresista del pañuelo que hasta se ha pedido la demolición del Cristo de Monteagudo (claro que si en su día se hubiera optado por lo que la ciudad de San Sebastián optó en 1950 disponiendo, en el Monte Urgull, un Sagrado Corazón con los brazos pegados al cuerpo y, por tanto, exento de provocación, otros asuntos incomodarían a ‘mazones’ y resto de tropa).
Este exceso de mal llevada progresía no ha de resultar estupendo para España, la de la democracia tierna y manipulada, pues el patrimonio de la progresía no está en la actual izquierda de España, ¡en absoluto! ¿Cómo un conjunto de argumentos arcaicos, inmanentes y filosóficos pueden merecer el atributo de progresistas? Poco vanguardista es no buscar alternativas al aborto más allá del respeto a la mujer y a los condones; menos vanguardista es criticar sólo las guerras de responsabilidad conservadora; menos progresista es levantar cejas para recaudar fondos a la SGAE; podrida cuestión es abandonar los criterios de regulación territorial en función de intereses electorales; nada tiene de vanguardista anular las obras públicas que reparten riqueza; es estúpidamente conservador pactar con los caciques locales para atizar la independencia de los territorios; es poco moderno ya caminar con El País bajo el brazo y no leerlo; quitar crucifijos, alentar religiones que nos son ajenas, tocar los cojones de la mitad de España, justificar desmanes bajo dogmas ambientalistas; ignorar crisis económicas para no estropear el pastel; considerar enemigos a quienes no forman parte de un particular credo ¿Dónde está el progresismo en la subida de impuestos, en la prodigalidad con que se auxilia a los bancos, en el mantenimiento de las ‘SICAV’ o en el imparable aumento del Paro? En fin, no son progresistas quienes mienten y acusan de mentirosos a quienes los descubren.
Tengo por seguro que admitir como propuestas de vanguardia a cuestiones culturalmente en desuso es un error que servirá para propiciar indignaciones que posteriormente serán excusa para el logro inmerecido del poder por quienes más que gobernar, estafan.
Y, la última, es el ataque demoledor que este desastre de Gobierno está haciendo a los Colegios Profesionales, a los que pretende sin disimulo alguno ahogar hasta hacerlos desaparecer pero, eso sí, ofreciendo la posibilidad de ‘establecer convenios o contratar los servicios de comprobación documental, técnica o sobre el cumplimiento de la normativa aplicable que consideren necesarios relativos a los trabajos profesionales’ para de este modo controlar su independencia de juicio, lo cual es un ataque a la sociedad que, en definitiva, es la receptora de la parte buena de estas entidades de derecho público.
Estamos atenazados. El único modo de vencer la injusticia es venciendo la ignorancia (¿quién dijo esto?) Por eso cuando se abusa de las mentiras y provocaciones sólo un pueblo educado y culto será capaz de resistir.
Nota final.- Me llega la noticia de que este estúpido Gobierno en su afán de jugar con los gestos para hacernos olvidar que estamos en crisis, en Murcia se les ha ocurrido eliminar el cargo de Presidente de la Mancomunidad de Canales del Taibilla. Tal cuestión nos hace perder la excelente experiencia hidráulica de Isidoro Carrillo y, en materia de Aguas, quedar al pairo para que algún imbécil de Madrid o de provincias, bien pertrechado de carnet socialista, se haga cargo de lo que es el paradigma de la desgobernación: el Agua.
La verdad, mayo 10
4 comentarios:
Hay gente que escribe desde una indignación intelectual diametralmente opuesta a la tuya. Tal vez haya que recorrer un camino de encuentro para poder hablar de los temas de los que tu hablas. Las lenguas españolas, ¿separan o unen?. Recuerdo con emoción a ese monumento a la ética cívica llamado Salvador Espriu (aconsejo encarecidamente ver su entrevista en "A fondo"). Acaso todo este marasmo provenga de la separación sentimental de los pueblos de Epaña, de esa indignación intelectual que impide comprender la importancia de respetar, por ejemplo, el derecho de las personas a amar su lengua materna, esa con la que su madre le hablaba en el útero materno o durante sus primeros meses de vida. <y en todo lo demás como en el tema de la lengua. Nos hemos separado, ellos y nosotros.
La indignación intelectual no tiene porqué ser agresiva; la indignación intelectual responde a un proceso de razonamiento al que se llega con pleno conocimiento y, si bien, la realidad es sumamente ‘incierta’ cabe la interpretación subjetiva de estar en ‘plenitud de conciencia’. Me adelanto a justificar esta no sé si bien expresada ‘indignación intelectual’. Sucedió -tal y como a continuación puede leerse- a un español de Murcia con determinada aspiración profesional en Cataluña:
“Apreciado Sr. Español,
Para presentarse a la pruebas de acceso a la profesión de gestor administrativo no es necesario aportar la acreditación de la lengua catalana.
Una vez superadas estas y proceda a la solicitud de expedición del título de gestor administrativo, la documentación necesaria a la acreditación de la lengua catalana es la siguiente:
e) Fotocopia compulsada del certificado C de conocimiento de catalán de la Secretaría de Política Lingüística, o de uno de los otros títulos, diplomas y certificados equivalentes que establece la Orden VCP/491/2009, de 12 de noviembre, por la cual se refunden y se actualizan los títulos, diplomas y certificados equivalentes a los certificados de conocimientos de catalán de la Secretaría de Política Lingüística, o bien declaración jurada o la prometida formal que la persona participando se comprometo a disponer de personal contratado que disponga de este certificado.”
Habrá quien se indigne de distintas maneras, la mía no rebasa la condición de ‘intelectual’. Sin duda porque me interesa más el fondo de la asunto que esta manifestación errática impelida por quien desea hacer de una cuestión natural un elemento sustentador de cierta tendencia, de carácter político y, en este caso, independentista. Soy mayor (herido por la vejez y padeciendo un montón de años sobre mis frágiles espaldas) pero tengo algún sentimiento fresco, tal como lo que proviene de recuerdos infantiles cuando envidiaba, y hasta inventaba palabras, el canto en euskera (entonces, vascuence) de mis familiares de Ochandiano: ¡suerte para ellos que podían acercarse, unos o otros, con la complicidad de un lenguaje de exacto complemento a la familiaridad de las cosas con raíces en el propio sentimiento. También, ya en la mocedad, mi actitud frente al diálogo de dos o más catalanes me producían envidias no controladas; imaginaba conversaciones sobre mis asuntos con los amigos expresadas en un lenguaje muy privado: llegué hasta confeccionar unas claves para propiciar ‘idiomas’ privados y, desde luego estuve dispuesto a defender que el ‘panocho’, sin serlo resultaba ser mi propio idioma.
Todo esto. Así que la imposición discriminatoria del empleo de una particular lengua no tiene porqué ‘separar pueblos’ sino todo lo contrario….pero estúpidos intereses políticos convierten lo que debe ser el ‘lenguaje del alma’ en un proyectil de guerra..inventada.
Para terminar, no me olvido: En efecto, no puedo dejar de ver un zapato encima de la cabeza tocada por el ‘hiyab’.
Gracias por tomarse la molestia de escribir en mi todavía no pervertido blog.
Vaya, vaya...
"Estúpido Gobierno"
"Algún imbécil de Madrid o de provincias, bien pertrechado de carnet socialista"
¿El Guillamón autor de este blog es el mismo que echaba de menos en el mío un "elemento moderador" de ciertas expresiones?
Saludos cordiales
Querido amigo y - por demás- compañero Carlos, rápido, habilidoso y condicionado por la obsesión que te persigue (y perjudica), has creido que la ocasión era propicia para defenderte de aquello que censuré de tu discurso, más que moderado, proléptico y obsesionado pues me refiero a esos calificativos otorgado a quien puede descubrirse con nombre y apellidos que, en concreto dice así: “..la llegada a la Secretaría General del personaje tóxico, embustero y tramposo que aún hoy sigue ocupándola…”. Tal cuestión, por las buenas y de entrada, provocaron mi indisposición para admitirlas, no tanto por venir de ti y sí porque esa manifestación, a mi modo de ver, nada o poco tienen que ver con la realidad. En el ámbito en el que estábamos hablando –amigable, técnico y componedor- no cabía admitir la entrada de ese tono tan descalificador e inoportuno. Ya ves, descubrí en ti una faceta de todo punto ajena a una actitud tuya que, en principio, gozaba de la intención que todo elemento moderador lleva aparejada. Y, pese a tu intento, sigo pensando que lo tuyo dispone de una excesiva carga subjetiva, inmoderada y sustentada en ejercicios que pudieran, acaso, representar lo que es un uso muy tópico de los adjetivos descalificativos.
Lo mío, lo siento, nada tiene que ver con lo tuyo. Lo que yo utilizo para mis juicios es una muy particular retórica (algo basta, eso sí) mediante la cual busco la eficacia para poder persuadir con mi discurso. Así, y como justifico a lo largo del post que has tenido la amabilidad de leer, es posible optar por dos caminos, divergentes en apariencia pero en el límite compatibles. Uno nos lleva por la lectura del texto y de su comprensión concluir que, en efecto, el gobierno es estúpido. El otro, el que tú sigues, es analizar –en intento baldío para justificar tu error que yo descubrí- el adjetivo, como si esto fuera un juicio de valor sin amparo ninguno.
Por otro lado (“Algún imbécil de Madrid o de provincias, bien pertrechado de carnet socialista”) es improcedente estimar que estoy insultando a alguien en particular. Por el contrario lo que significa tal frase hay que buscarlo en lo ‘impersonal’, es como aquello de ‘cuentan, dicen, desaparecen etc..” que es muy impersonal. Sabes bien que el significado de lo dicho (en su contexto y, aun, fuera de él, tiene que ver con un flujo intelectual constante por el que rechazo el hecho sistemático de que un puesto que debe de ser ocupado por alguien que tiene capacidad para ejercer la función encomendada sea ‘intervenido’ por el jodido militante de turno a quien esa, también jodida, ‘ley del hierro’ partidista le debe un ascenso, merecido en función de sus méritos internos pero injusto para quienes nada tenemos que ver con esos méritos y sí con derechos a ser bien gobernados. Estoy de lleno dentro de una angustia intelectual que me agobia: mi actitud ‘cidiana’ de la vida, a la cual soy incapaz de dar la espalda.
Bien, es necesario darte las gracias por haber metido las narices en mi blog pues es cosa que agradezco, pero te ruego que no vuelvas a comparar mi estilo retórico, subjetivo pero justificado, con el producto de tus obsesiones, las cuales respeto y pudier justificar pero que no tiene, ni por asomo, la calidad de las ideas expuestas en este rincón. Ysabes que sigo estando a tu disposición (una vez socorridos como estamos) en asuntos que nos incumben y que quedan reserva a un ámbito más restringido, complicado y colegial.
Eso, Carlos. Gracias
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