Una vez, rescatando un pensamiento de Juan Benet, pasados 25 años, entendí que tendría la obligación de ponerlo en valor pues sus juicios tenían , por desgracia, una consistencia universal fuera de toda duda. Pensé que, dada el actual panorama hidrológico de la España actual, Benet hubiere enunciado lo que enunció exactamente igual de darse el feliz caso de que siguiera en el mundo de los vivos. Así mismo, y a fin de dejar patente mi total identificación por lo dicho en su día, imaginé un artículo (que luego fue publicado por el diario La verdad) en donde se pusiera de manifiesto mi total identidad con el extraordinario 'ingeniero que escribía como los ángeles' para lo cual utilicé, de manera algo imprudente, el título de "SI JUAN BENET Y YO FUÉRAMOS PRESIDENTES". El contenido del artículo fue completado con alguna formulación mía que no ofrecía duda alguna respecto a que fuera asumida por el propio Benet. Fue el caso de que a alguno de sus hijos le produjo una justificada indignación, que yo respeté pues, no siendo desde luego mi intención la de atribuirme los méritos de Benet, sí que debí consultar con ellos lo audaz de mi propuesta. Pasado el tiempo suficiente y con la intención de que pueda verse la grandeza del pensador Benet, publico en este blog lo que hace justamente un año fue publicado en La verdad. Por dos razones. Una, por la calidad que se encierra respeto a lo que dijo (y diría) Juan Benet. Y, dos, porque, en su día, me disculpé ante quien se sintió ofendido y obtuve su disculpa.
Éste es el asunto:
Si fuéramos Presidentes del Gobierno comenzaríamos, él y yo, por desarrollar una descarada política demagógica que nos ganara a favor del pueblo con el que, sin duda, podríamos mantenernos en el poder durante varios decenios, todo ello actuando sin miramientos. Sin duda, cometeríamos algunas interferencias y desatinos -tales como suprimir al defensor del pueblo o incoar el expediente de prohibición de la fiesta nacional- pero nuestro paso por la presidencia se señalaría por el intento -coronado por el éxito- de corregir el desequilibrio hidráulico español de una vez y para varias generaciones. Durante los primeros 3 años -plazo necesitado por los técnicos para redactar con todo detalle el Plan de Obras Hidráulicas, de alcance nacional- nos ocuparíamos de las diversas cuestiones que hoy afectan opinión pública como la revisión de cuantos estatutos de autonomía nos fueran propuestos para distracción eficiente de los ingenuos ciudadanos, procurando siempre alcanzar diferentes resultados; unos muy positivos, otros decididamente decepcionantes; pero a comienzos del cuarto año -y hasta el término de nuestro mandato- se iniciaría la ejecución de ese Plan como consecuencia del cual ni una gota de agua caída en territorio español sería desaprovechada, excepto aquellas que envía la Naturaleza con intención catastrófica y fijando para ello las condiciones técnicas por las cuales determinaríamos sin discusión los distintos caudales ecológicos para todos y cada uno del conjunto cardinal de los ríos, y sus afluentes, que discurren por esta tan plural España. El Agua (y sus riquezas) dejaría de tener propietario y apellido local, regional o autonómico; ni Aragón con su estúpida reserva de 5.500 Hm3, ni Andalucía con su pretendido abrazo integral al Guadalquivir, conservarían estas improcedentes concesiones territoriales.
1 comentario:
Después de leer a Juan Benet y a usted, pienso realmente que la idea (en concepto) es la misma. Incluso en retórica lingüistica.
Un Saludo, me sigue alegrando que dedique este blog a sus reflexiones ingenieriles y no se deje llevar por sus pasiones futbolísticas.
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