Hoy he vuelto a pasar por aquél, tu despacho desmayado, fiel imagen de tu antrópico y disperso entramado mental. Revuelto los conceptos en apilados montones de abstrusa e imposible clasificación, ¿tanto te inquieta efectuar un muy necesario modificado de tan ingentes cantidades normativas? O ¿Quizá te nubla el conocimiento lo complementario de tu cotidiana obligación? Es más que probable la aparición de un supuesto equilibrio, bien que ocasional, en tu discurso certero acerca de disposiciones fatuas pero legales pues, de no ser así te verías impelido a reconsiderar no sólo el conjunto total de tu exagerado conocimiento sino –y esto sería lo importante- los argumentos que te llevaron en su día a incorporar ese cargamento de cultura –e incultura- que lejos de proveerte de felicidad te convierte en uno más de los individuos (como yo) que ven perturbaba su conciencia ante el cúmulo de tus determinaciones, las que estableces, sin medida ni clemencia, más allá del lugar donde no hay sol, ni hidrógeno y por tanto carente de energía. Porque a ti te sobra, por todos los costados de tu inmanencia, insensible al sufrimiento que, con contumacia, genera, sin piedad, el trigémino cruel que se incorpora al somatismo de tu inveterado cuerpo, compuesto más que nada por espíritus traidores que, en forma de gas (imperfecto), fluye inmisericorde por entre los poros de tu piel; de tal forma que, se quiera o no, te conviertes en el alma de tu propia alma. Por eso, abre la muralla de tu despacho, liquida sus estantes, no dejes en pie leja alguna. Ayúdate a quemarlo con el fuego que el funcionario amigo pudiera regalarte. Destroza, uno a uno, todos los expedientes; arroja por la ventana, una vez despejado el cristal que en el marco metálico se aloja, libros y boletines. Libérate de una vez por todas de todas esas trampas que impiden tu equilibrio; cambia todos esos cacharros mobiliarios de lugar: ¡llévalos hasta donde puedan ser más útiles que a ti! Y todo, para que puedas, en tu soledad –damasciana y envuelta en el manto menstrual de tu dolor, el físico-, encontrar la roca donde puedas edificar tu talento.
Necesitas otro lugar de trabajo, destroza tu actual rectángulo tan lleno de amenazante entropía। Busca, primero en tu entorno, y luego algo más allá, pues recuerda que aunque no conozcas camino alguno siempre encontrarás algo, con tal de que camines lo suficiente। Eso sí, jamás cometas la locura de detenerte en mi despacho: ¡sería para ti, aún peor, pues quedarías convertido en estatua de sal! Serías reo de morir abrasado en locuras interpretativas acerca de los números y las letras। Debes, por tu bien pasar de largo, y por el camino verde llegar hasta la ermita donde las azucenas, destrozadas paso a paso por el paso implacable de todas las carreteras –modificadas y complementarias-, ya están marchitas।
Necesitas otro lugar de trabajo, destroza tu actual rectángulo tan lleno de amenazante entropía। Busca, primero en tu entorno, y luego algo más allá, pues recuerda que aunque no conozcas camino alguno siempre encontrarás algo, con tal de que camines lo suficiente। Eso sí, jamás cometas la locura de detenerte en mi despacho: ¡sería para ti, aún peor, pues quedarías convertido en estatua de sal! Serías reo de morir abrasado en locuras interpretativas acerca de los números y las letras। Debes, por tu bien pasar de largo, y por el camino verde llegar hasta la ermita donde las azucenas, destrozadas paso a paso por el paso implacable de todas las carreteras –modificadas y complementarias-, ya están marchitas।
¡Sálvate!।
1 comentario:
POR EL CAMINO VERDE.
Verdaderamente, Juan, me preocoupan estas tendencias tuya a pegarle fuego a las cosas. Sobre todo, porque un hombre de tu cultura, con seguridad no desconoce la vieja advertencia de Heine, "quien quema los libros acaba quemando a las personas". Y es que, este tipo de propensiones son normales en un estibador del Báltico, en un "aguador" de plataneras, o en un peón caminero, pero han de calificarse de rigurosamente excepcionales en gente de orden, entre los que te incluyo indubitadamente, por tu persona, historia y métodos, a los que aprovecho para rendir, una vez más, mi adhesión más encendida.
No menos inquietante es esta otra tendencia tuya a retratar mi guarida administrativa, aprovechando que estoy meando, desayunando o cualquier otro gerundio real o imaginario. La
apelación al orden está demostrado que posee ribetes psiquiátricos. Yo me encuentro bien en lo tú llamas desorden y yo, simplemente, "estado de pérdida momentánea". Por increible que te parezca, nunca he perdido un papel que no mereciera ser perdido. La gente se asombra de cómo localizo al instante, todo género de cosas, incluso de orígen animal, que sospecho habitan en la guarida y me acompañan desde hece décadas a modo de mascotas invisibles.
Siento, por otra parte, que no te hayan hecho ni vocal ni consonante,
pero estoy seguro que se trata, como mis objetos perdidos,de un estado transitorio, que la fortaleza moral de tu trabajado espíritu superará con creces.
En fin, te dejo, recordando algo del "Libro de los jueces",que no recuerdo de memoria el capítulo, y dice así: "Es más difícil encontrar un hombre justo que un hombre santo". Aunque, consuélate, como dicen los sefardíes de Constantinopla, (que ya no queda casi ninguno), "Ya mereses medaya". o en tu caso, y atendiendo a tu condición de Ingeniero, podriamos traducir, "Ya mereses Paleta -de oro-)".
Por el camino verde, por el camino verde...
Publicar un comentario