Y dime Juan, la referencia a Richard Feynman, qué tiene que ver con todo esto. Debes saber y si no te lo digo yo, que para eso soy abogado sin fronteras, como Viete, como Fermat, y algún otro, que el amigo Feynman escribió un libro que se llamaba y se llama "El carácter de la ley física". Debes leerlo. Después de hacerlo, ya no dirás más tiempo lo que dices sobre la normativa, terrible palabra muy homófona con lavativa, y con la que, los que son al Derecho lo que los músicos militares son a la música, describen el fenómeno jurídico. Sin embargo, querido Juan, en algún lugar de tu "mental storm", de vez en cuando, llegas a alguna conclusión interesante, por pura intuición, deduzco. Esto es lo que le ocurre a tu afirmación de que las normas deben ser exactas, propensión benthamiana verdaderamente inexplicable en un Ingeniero de Naturaleza, Caminos y todo lo demás. No me puedo explicar que no sepas quién es Walter Benjamin, pero al fin y al cabo tampoco sé yo si la fórmula de Maning es en julios o cualquier otra majadería semejante. La mejor descripción del Derecho se encuentra en "La Hojarasca", de García Márquez, durante la preparación del entierro de la vieja. Ya no tengo interés por la Ingeniería, después de ver lo qué es, claro esta, y ahora me dedico a leer el Harrison de Medicina Interna, que son 6000 páginas, en la Biblioteca Regional y aprovechando que abren el sábado durante todo el día (hay que luchar para que abra toda la noche, como en Nueva York), en busca de una solución para mis dolencias. Me gusta tu retrato al lado de Carmen Conde, pero me gustaría más conocer el contenido de tu charla con ella, con mucho lo más interesante de Guillamón ¿Sostenible? Hay que ver la cantidad de cosas que somos capaces de decir los que de nada sabemos. ¿Sabes que Gracián dijo que la reserva es la marca de la inteligencia?, ¿qué somos, de tener razón Gracían?, ¿qué clase de oligofrenia puede afectar al personal, de tener razón el sabio de "Razón de Estado, razón de establo"? Un abrazo, Fernando Roca.
miércoles, 31 octubre, 2007
Se muestra -en apariencia, sólo y por interés confesable- sorprendido de mi admiración por Feynman y ello (como casi siempre, sin sutilezas) le da pie para buscar las debilidades que tengo pero que él ignora. Hombre de inteligencia cuasi real se pierde en mis argumentos, que discute empleando, con torpeza, mis propias armas: ¡como si los números adimensionales tuvieran eso, dimensión! Fernando Roca Guillamón es un trasvestido intelectual: de formación rigurosamente técnico-científica, esto es, hombre de ciencias (como Leonardo), presenta un primario órgano vital puramente de letras. Siendo como es que a mí me sucede al revés, los desencuentros son muy evidentes; si bien, en modo alguno, los éxitos que necesariamente se suceden tras el enfrentamiento habitual no están equitativamente repartidos. Muy al contrario, la suerte del conocimiento me hace triunfar sobre de él de modo permanente. Aunque, en fin, las circunstancias parece que me han alejado de él (por suerte) no por ello dejo de echarlo de menos: ¡me hube conformado a sufrir adversidades! Fernando es mi saco de entrenamiento que, suspendido de un hilo, golpeo (en su intelecto) sin piedad. Intelecto excesivo, enorme y desbocado que origina un caos tal que ni él mismo puede llegar a entender. Por eso, en nuestros debates, yo le ayudo a comprender que el saber total es imposible, en tanto que el aprendizaje constante es un tormento tal que si aumenta el círculo de su conocimiento, el correspondiente concéntrico y exterior a él aumenta en mayor proporción. Por eso, pretender llegar al conocimiento absoluto es una quimera imposible de alcanzar por mucho que Fernando lo intente memorizando la Enciclopedia Británica, desde la A a la Z, y en inglés. Más le valiera reconocer su incompetencia ingenieril, forjada tras un abandono no previsto en tierras canarias (lagunares) del estudio apasionante de la matemática y la física en un intento (vano) por alcanzar el total dominio de la ciencia jurídica, incapaz, ésta, de aplicar a la vida cotidiana (aburrida y recurrente) sus principios objetivos. No hay realidad real, Fernando. No intentes convencerte de lo contrario. Yo ya lo hube comprendido, mucho antes de tus primeras derrotas ante mí. Comprenderás, entonces, el porqué de mi admiración a Feynman, para quien la realidad es incierta. Y de no serlo, ¿algo puede ser verdadero, si no está rodeado de incertidumbre? Tú eres real, Fernando. Aún así, no tienes porqué conocer cualquier respuesta; ni estar asustado por ignorar tantas cosas y estar perdido en el universo de la ignorancia, como yo.