Aquí, uno se mueve exactamente igual a como se mueve el mundo. Hemos de apretarnos el cinturón. En los últimos diez años, en España, se han construido 750.000 viviendas, y ello como consecuencia de que el español ha cambiado sustancialmente: si hace 50 años los españoles vivían en régimen de alquiler, hoy son, en su mayoría, propietarios de sus viviendas. Y la explicación, al margen de marcadas circunstancias sociales, estriba en que el interés de los préstamos hipotecarios que a principios de los 90 se situaba en torno al 15%, en los inicios del presente siglo ha descendido más de 10 puntos. De esta forma, todos salían ganando: bancos y ciudadanos. Más pasivo para los primeros y mayores posibilidades económicas en los segundos. Para hacernos una idea, con el mismo préstamo hipotecario obtenido para la compra de un piso en 1993 se pudo acceder, en 2000, a la compra de dos. Y esto es lo que pasa, ¡España es un país de propietarios¡
Llega el futuro lleno de borrosos escenarios que tienen que ver con la relación estricta y justiciera que la economía establece para con el ciudadano. No podemos olvidar que el punto de partida se establece sobre un índice comprometedor: el endeudamiento familiar está próximo a alcanzar, ya en este año, casi el 150% de la renta disponible familiar (hace diez años, el 75%). Las hipotecas baratas han provocado esta situación que no tiene porqué ser grave si se toman las medidas para evitar el caos en las economías familiares. Una subida de los salarios acorde con el ritmo de crecimiento de las hipotecas y una contención importante del porcentaje de los presupuestos estatales en materia de pensiones (para lo cual se hace necesario alargar la vida laboral del trabajador hasta los, quizá, 70 años) pueden frenar las vicisitudes negativas que, sobre todo, el repunte de los puntos de interés en los préstamos hostiguen las precarias economías familiares en los próximos años. Además, mantener determinadas tasas en el consumo interno pueden dar estabilidad a la economía, pues de sus resultas pueden obtenerse mejoras en las distribución de rentas y den seguridad a las familias.
En su caso, el aumento del paro (recuérdese que, en el sector de la construcción inmobiliaria, un decremento de 100.000 viviendas al año origina, según los empresarios, la pérdida de 200.000 empleos) tendría un efecto adverso en la economía familiar afectada, pues recuérdese que, por término medio, el 40-50% de los ingresos obtenidos por un matrimonio, en donde los dos cónyuges trabajan, está dedicado a pagar la hipoteca de la vivienda. Malo es verse afectado por el paro. Y ojo con los embarazos, porque la situación de la mujer en la empresa tiene el gran inconveniente (para el empresario, claro) de que la ausencia maternal, por desgracia, da lugar a situaciones no deseadas. Y eso que nuestro derecho laboral en este sentido está muy por encima de los norteamericanos, por ejemplo. Eso sí, sin llegar a la situación de países tan novedosos como Eslovenia. Hombre y mujer, deben seguir trabajando para mantener las economías familiares. Mala suerte la de aquélla que, en su afán de reivindicar sus derechos frente al hombre, no ha sido capaz de sacudirse parte de sus obligaciones hogareñas, en las cuales el hombre, como mucho (y por culpa de la cultura) es un pésimo ayudante subsidiario. Las políticas de marcado carácter feminista han de ser productivas para la sociedad siempre y cuando el hombre decida, de una vez por todas, participar en tareas que hasta hoy le han sido muy ajenas. El papel, imprescindible en todos los sentidos, de la mujer será fundamental para que el apuro global económico de las familias españolas sea leve. O así.
Llega el futuro lleno de borrosos escenarios que tienen que ver con la relación estricta y justiciera que la economía establece para con el ciudadano. No podemos olvidar que el punto de partida se establece sobre un índice comprometedor: el endeudamiento familiar está próximo a alcanzar, ya en este año, casi el 150% de la renta disponible familiar (hace diez años, el 75%). Las hipotecas baratas han provocado esta situación que no tiene porqué ser grave si se toman las medidas para evitar el caos en las economías familiares. Una subida de los salarios acorde con el ritmo de crecimiento de las hipotecas y una contención importante del porcentaje de los presupuestos estatales en materia de pensiones (para lo cual se hace necesario alargar la vida laboral del trabajador hasta los, quizá, 70 años) pueden frenar las vicisitudes negativas que, sobre todo, el repunte de los puntos de interés en los préstamos hostiguen las precarias economías familiares en los próximos años. Además, mantener determinadas tasas en el consumo interno pueden dar estabilidad a la economía, pues de sus resultas pueden obtenerse mejoras en las distribución de rentas y den seguridad a las familias.
En su caso, el aumento del paro (recuérdese que, en el sector de la construcción inmobiliaria, un decremento de 100.000 viviendas al año origina, según los empresarios, la pérdida de 200.000 empleos) tendría un efecto adverso en la economía familiar afectada, pues recuérdese que, por término medio, el 40-50% de los ingresos obtenidos por un matrimonio, en donde los dos cónyuges trabajan, está dedicado a pagar la hipoteca de la vivienda. Malo es verse afectado por el paro. Y ojo con los embarazos, porque la situación de la mujer en la empresa tiene el gran inconveniente (para el empresario, claro) de que la ausencia maternal, por desgracia, da lugar a situaciones no deseadas. Y eso que nuestro derecho laboral en este sentido está muy por encima de los norteamericanos, por ejemplo. Eso sí, sin llegar a la situación de países tan novedosos como Eslovenia. Hombre y mujer, deben seguir trabajando para mantener las economías familiares. Mala suerte la de aquélla que, en su afán de reivindicar sus derechos frente al hombre, no ha sido capaz de sacudirse parte de sus obligaciones hogareñas, en las cuales el hombre, como mucho (y por culpa de la cultura) es un pésimo ayudante subsidiario. Las políticas de marcado carácter feminista han de ser productivas para la sociedad siempre y cuando el hombre decida, de una vez por todas, participar en tareas que hasta hoy le han sido muy ajenas. El papel, imprescindible en todos los sentidos, de la mujer será fundamental para que el apuro global económico de las familias españolas sea leve. O así.
La Economía. Nov, 07