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“Mancha, y mancha vergonzosa, porque no vale que un pueblo tenga poetas, pintores, teólogos y guerreros, si no tiene filósofos ni geómetras, ni hombres que se dirijan a la razón, la eduquen, la fortifiquen y la eleven». Así, de esta manera tan rotunda, expresaba Echegaray su lastimero sentimiento respecto a la pobreza científica que asoló España durante más de dos siglos y hasta el momento en que este insigne ingeniero, político y literato tuvo la oportunidad de ingresar en la Academia de las Ciencias, el 11 de marzo de 1866. José Echegaray realizó sus primeros estudios en Murcia, en el Instituto Alfonso X el Sabio, en donde su padre, médico aragonés, dictaba clases de agricultura, siendo, además, uno de los fundadores de tal Instituto, hace ya 170 años. De Murcia parte a Madrid, muy joven, para graduarse ingeniero de Caminos, Canales y Puertos como elección directa para recibir lecciones de las materias más complicadas, ya que por aquel entonces el prestigio de los ingenieros de Caminos era bien alto (como hoy). Todo ello, a despecho de las diatribas lamentables que reyes y gobernantes impresentables dieron en despreciar a aquellos españoles que, conscientes de la pobreza moral imperante en España, acudían a las fuentes de la Ilustración francesa en busca de conocimientos científicos, y que por esta razón fueron acusados de afrancesados, y lo que es peor, de traidores a la Patria. Los ingenieros de Caminos que, tras diversos avatares, surgen a principio del siglo XIX (entre otras razones como consecuencia de la tragedia del pantano de Puentes, Lorca) constituyeron un colectivo librepensador, ilustrado y afrancesado. José Echegaray bien puede considerarse un elemento muy representativo de este grupo innovador que a la larga colocó a España, acaso como en una heroica cruzada cultural, en los niveles mínimos para progresar en el futuro. La figura de Echegaray es realmente notable por cuanto su perfil humano nada tiene que ver con los efluvios románticos propios del XIX y sí con la pléyade de hombres universales habidos en el Renacimiento. Sus ideas políticas y económicas liberales le llevaron a participar en la Sociedad Libre de Economía Política en defensa de las ideas librecambistas. Tras la revolución democrática de 1868 (en la que no participó) contribuyó al afianzamiento del nuevo régimen ocupando diversos cargos políticos: fue diputado en las Cortes constituyentes, director general de Obras Públicas, ministro de Fomento y ministro de Hacienda, y participó activamente con Ruiz Zorrilla en la fundación del Partido Radical. En esto de la política, tuvo mucho que ver con su colega ingeniero de Caminos, Práxedes Mateo de Sagasta, presidente del gobierno progresista por turnos, si bien, éste fue más moderado. En realidad, Echegaray, formó parte del ala izquierda del Partido Liberal de Sagasta.En su época fue considerado un hombre de extraordinario prestigio. Presidió el Ateneo de Madrid, fue director de la Real Academia Española, senador vitalicio y presidente (por dos veces) de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En fin, a principios del siglo XX obtuvo en compañía de Frederic Mistral el Premio Nobel de Literatura. Han sido cientos los artículos escritos acerca de las matemáticas y la física, cuya producción ha sido clave en el desarrollo de estas ciencias en España, su gran preocupación. «No hay historia de la ciencia en España, aquí no hubo más que látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo», dijo. Asimismo, fue profesor en la Escuela de Caminos en varias y variadas disciplinas. Y de su pensamiento, del pensamiento de un Premio Nobel, no me resisto a reflejar una frase que lo dice todo de su categoría científica: «Amad a la ciencia por la ciencia, a la verdad por la verdad, que el resto se os dará en añadidura». Bonito, ¿no?José Echegaray Eizaguirre salió de Murcia y llegó, pasando por Madrid y sus circunstancias científicas, intelectuales y políticas, hasta Estocolmo, donde alcanzó la gloria que muy pocos tienen en su poder. Valga todo lo anterior para justificar el entusiasmo y el orgullo con que desde Murcia recordamos a este insigne ingeniero, cuyo padre, recordémoslo, vino desde Aragón hasta estas resecas tierras para enseñarnos cómo hacer florecer nuestra Agricultura. Este ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, nació en Madrid en 1832 y murió en 1916. De él se ha dicho que las matemáticas entraron en España gracias a su empeño (y de algún otro, naturalmente).
Juan Guillamón es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
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